jueves, 22 de febrero de 2018


Ya deshojamos la margarita, ¿ahora qué?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Luego de un largo silencio y de mucha incertidumbre, la oposición democrática venezolana anunció que no participaría en las elecciones presidenciales, convocadas por el CNE para el próximo 22 de abril. Esa decisión, tomada por los partidos políticos que integran a la MUD, es coherente con el resultado arrojado por el diálogo entre la oposición y el régimen, recientemente realizado en República Dominicana. Frente a la negativa del régimen de acceder a las exigencias plasmadas por la oposición, entre las que destacan condiciones electorales justas que promuevan la libre competencia electoral, la oposición asumió una difícil decisión que generará riesgos y retos que deben ser superados con una estrategia racional, viable y capaz de convocar a una verdadera unidad nacional. Pero es justo señalar la coherencia con la que actuó la oposición, contrario a los pronósticos del ala más radical del amplio espectro opositor venezolano.

Estoy convencido que el abstecionismo por sí solo no es suficiente para resolver la inédita crisis venezolana; es menester diseñar e implementar un plan a corto, mediano y largo plazo que nos conduzca a la materialización del cambio político al que aspiramos millones de venezolanos, tomando en consideración tanto los factores –nacionales e internacionales- que favorecen el cambio como aquellos que lo impiden. Es un momento oportuno para que la dirigencia opositora pise tierra firme y aprenda de los éxitos y errores del pasado. Es un buen momento para trabajar en serio por el país, dejando a un lado las actitudes mezquinas que han contribuido enormemente con la división de la oposición, la desconfianza en los partidos y sus dirigentes, la desesperanza de la gente y la tentación de invocar otra vez a la antipolítica como vía para alcanzar la redención social. Ésta es una nueva oportunidad que se le presenta a la oposición para demostrarles a los venezolanos y a la comunidad internacional que existe la voluntad, el compromiso y la capacidad para organizar la lucha ciudadana que permita iniciar el tránsito del camino a la libertad y a la institucionalidad democrática en Venezuela.

Comunicar la decisión de no participar el 22-A no es suficiente; los venezolanos estamos esperando acciones concretas que renueven la confianza en la dirigencia opositora y marquen la ruta para rescatar la libertad secuestrada por la mafia gobernante. Una de esas primeras acciones debería ser, en nuestra opinión, la renovación auténtica de la unidad. No importa cuanto tenga que repetirlo, sin unidad nacional no es posible salir de esta crisis en la que estamos entrampados. Ello implica, en consecuencia, la creación de un Frente Nacional por la Democracia –o como quiera llamarse- conformado por todos los sectores de la vida nacional, incluyendo el chavismo disidente. De manera simple, quien se autoexcluya de la coalición democrática, debe considerársele como un colaboracionista del régimen.

En ese Frente Nacional hacen falta todos pero, en aras de conquistar la confianza perdida y hacer renacer la esperanza, es menester que nuevos rostros luzcan como los voceros de la coalición; personalidades que despierten la emoción y la convicción que juntos podemos lograrlo. El tema de la comunicación es vital en esta dura etapa que nos toca enfrentar, corrigiendo los déficit de tiempos preteridos. Hay tanta tela de donde cortar para que la oposición siga comportándose reactivamente frente al discurso oficial. El régimen se equivoca, se contradice permanentemente, engaña y manipula, gobierna de espaldas a los venezolanos, se burla de los temas de interés nacional, aquellos que realmente le importan a la gente. Esos son los temas que debemos asumir a fin de liderar la agenda pública. Es necesario guardar las hachas, cuchillos y ametralladoras utilizadas entre algunos opositores y dirigir las baterías contra los verdaderos enemigos de la nación. Ello significa unificar el discurso de los dirigentes en el exilio con el manejado internamente. Lo contrario es seguir generando más confusión, incoherencia y desánimo popular. La causa es una sola y su defensa debe orquestarse impecablemente, de esa manera ganará más apoyo internacional la lucha  contra una tiranía  corrupta que pretende enquistarse en el poder.

La decisión de no participar el 22-A no puede ser considerado como un acto abstencionista en sí mismo; es una acción ciudadana que se revela frente a los abusos y corruptelas de un régimen que pretende aprovecharse del poder del voto para justificar su farsa electoral. En consecuencia, se hace imperioso seguir presionando por la restitución de un sistema electoral que nos permita efectivamente elegir entre varias opciones en condiciones equitativas, más que votar por una única opción que pretende ser árbitro y parte del proceso comicial.

Desde hace rato el régimen está en campaña, haciendo uso de lo único que sabe hacer: engañar, ofrecer un futuro que dilapidó, hablar de un progreso económico que no tiene capacidad ni voluntad para alcanzarlo, invocar la figura de un difunto que es el verdadero responsable de esta calamidad. Ellos no pueden hacer otra cosa, su habilidad está al servicio de la maldad y la destrucción de los venezolanos. A tal efecto, la oposición democrática, a pesar de no tener un candidato presidencial, debería iniciar una campaña nacional e internacional que termine de desnudar al régimen, que genere emoción entre los opositores y que profundice las contradicciones de la revolución. Esa campaña permitiría combatir la anomia que se ha apoderado del alma del venezolano, inyectando nuevos bríos a la dura batalla que debemos librar contra la tiranía. En esa campaña, además, debe hablárseles claro a los venezolanos, señalando las dificultades del  momento pero también las inmensas posibilidades de alcanzar el cambio, haciendo énfasis en que los venezolanos que queremos vivir en libertad, democracia y con progreso para todos, somos uno solo integrado por millones de voluntades dispuestas a luchar por nuestra Venezuela.

Es posible que algunos me tilden de ingenuo pero, vista la complejidad de la situación del país, no percibo otro mecanismo que la unidad monolítica del pueblo venezolano, dirigida por líderes probos y fielmente comprometidos con la grandeza de la nación, para salir de esta pavorosa crisis que nos destruye vorazmente. Ese liderazgo fortalecería y legitimaría aún más la ayuda que las democracias del mundo nos están brindando en nombre de la libertad y el respeto a los derechos humanos. Aprovechemos esta coyuntura, muy difícil por demás, para levantarnos y lograr por fin la meta que desde hace tiempo tenemos pendiente: construir una Venezuela libre al servicio del progreso y de mejores oportunidades para todos los venezolanos.

Profesor Titular Emeritus de LUZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario