martes, 21 de agosto de 2018

Paquetazo revolucionario

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

No es necesario ser economista para darse cuenta que el paquetazo anunciado por Nicolás Maduro es un disparate mayúsculo que no tiene ni pies ni cabeza. Es una obra demencial con la marca inequívoca de la revolución madurista; carece de confianza y de credibilidad, aspectos fundamentales para impulsar la recuperación económica. Ciertamente, es un disparate que traerá más pobreza y miseria al país, pero esa es la verdadera intención del paquetazo rojo.  Dejemos de pensar ingenuamente que es producto de un ensayo y error ideado por el G2 cubano para pulsar la reacción de los venezolanos. No, éste es un plan absolutamente deliberado y planificado con el propósito de destruir completamente la economía venezolana y consolidar los mecanismos de control social sobre una población empobrecida. En el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. La idea es clara y manejada desde la llegada de Chávez al poder: consolidar una dictadura comunista y sostenerla sobre las miserias de los venezolanos, sin empresas privadas, sin oposición, sin disidencia democrática.

Una economía en estado terminal como la venezolana, no tiene músculos para soportar semejante golpe. Un aumento de más del 3.300% del salario mínimo, el incremento del IVA de 12% a 16%, el aumento de la tasa del ISLR, el anuncio del precio internacional de los combustibles, entre otras perlas, es una locura frente a la absoluta sequía de divisas del país, debido a la caída estrepitosa de la producción petrolera nacional y de la ruina de PDVSA,  de la destrucción del aparato productivo y la ausencia de financiamiento internacional. En términos simples, no hay dinero orgánico ni a corto ni a mediano plazo para financiar la locura económica de Nicolás Maduro, pero el régimen sacó sus cuentas y cree que puede ganar la partida nuevamente.

Con el paquetazo rojo el régimen se está jugando a Rosalinda. O se atornillan al poder o aligeran su salida. Si los venezolanos nos cruzamos de brazos y seguimos llorando sobre la leche derramada, entonces, la dictadura puede obtener la victoria. En primer lugar, habrán logrado estatizar por completo a la economía, un objetivo acariaciado desde el 2007. Gran parte de las empresas no podrán pagar el incremento salarial, el gobierno asumiría la nómina y los pasivos laborales quedando en sus manos la dirección de las mismas. Por otra parte, frente al incremento del desempleo y la pobreza generalizada, la dictadura afianzará su control social garantizando así la dependencia perversa y exclusiva de los venezolanos con el régimen, a través del carnet de la patria y de todos los beneficios que de él se deriven.  

En definitiva, estos son los oscuros propósitos del régimen. ¿Podrán alcanzar el objetivo? Por lo pronto, para lograrlo debe hacer añicos su propio plan económico, pues, el anunciado déficit cero es una entelequia. Si hasta antes del 17 de agosto, el gobierno se negó a mejorar los salarios de los empleados del sector salud, en huelga desde hace más de dos meses, cómo es que ahora puede pagar 180.000.000 Bs de salario mínimo del sector oficial y asumir el del sector privado, ¿de dónde va a obtener esa montaña de bolívares soberanos? La respuesta es muy fácil, imprimiendo más dinero inorgánico con lo cual la hiperinflación se disparará peligrosamente. Si el régimen puede hacerle frente a esta locura “made in revolution”, es posible que gane otra vez. 

Lo contrario, supondría un aceleramiento vertiginoso de la crisis del país a todos los niveles; el incremento incontrolado de la diáspora con los efectos colaterales que ello genera para los países receptores de la región, especialmente, Colombia, Ecuador y Perú; la conflictividad social a lo largo y ancho del país; la pérdida absoluta de gobernabilidad que llevaría al régimen a radicalizar los abusos y violaciones de los derechos humanos; en fin, Venezuela sería el infierno en la tierra con un desenlace de pronóstico reservado.  

La compleja y explosiva situación del país exige respuestas contundentes de quienes creemos que con este régimen Venezuela no tiene presente ni mucho menos futuro. Ello implica una gran dosis de racionalidad política que permita de una buena vez construir una Unidad Nacional integrada por todos los factores de oposición democrática, incluyendo a los partidos políticos, la disidencia chavista, las fuerzas armadas, las iglesias, la academia y las universidades, al empresariado nacional y a los productores agropecuarios, a todos sin excluir a nadie. Este esfuerzo supone igualmente que la Unidad se deslastre de la impulsividad y el cortoplacismo que generan expectativas que no pueden ser cumplidas. En definitiva, la Unidad debe combatir a todos aquellos intereses y parcialidades que saboteen la defensa de los supremos intereses de la patria.

Es menester más acciones estratégicas y menos enunciados espasmódicos y carentes de la verdadera organización que exigen tiempos tan convulsos como los que vivimos. No me cansaré de decirlo, sin UNIDAD NACIONAL que trascienda los intereses particulares de los diferentes actores nacionales, no será posible vencer a la tiranía. La unidad nacional renovaría las esperanzas perdidas y aflorarían razones suficientes para continuar la lucha, con la seguridad que marchamos por el camino correcto. Dentro de este escenario, los esfuerzos de la comunidad internacional encontrarían más motivos para liberar a Venezuela del virus del comunismo y la tiranía.

Ojalá podamos entender la magnitud de esta crisis que amenaza con destruirnos como país y sociedad, porque las instituciones y la economía ya están destruidas. Ojalá podamos darnos cuenta que Venezuela está pidiendo el auxilio de sus hijos para que la liberemos de esta mafia que nunca debió llegar al poder.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

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