El día antes del 1 de mayo
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El 30 de abril muchos venezolanos nos despertamos
alarmados por las noticias que llegaban desde Caracas. Hablaban de un
alzamiento militar que liberó a Leopoldo López y reconocía a Juan Guaidó como
presidente interino del país. La etapa final de la Operación Libertad había
iniciado un día antes del 1 de mayo, fecha en la que se anunció una marcha
multitudinaria en la capital, con réplicas en todos los Estados de la República.
Pensé, con la emoción que siempre nos regala la esperanza, “por fin llegó el momento tan esperado por los venezolanos”.
Pero transcurridas las horas y los días, después de
aquella mañana que anunciaba aires de libertad, el régimen usurpador continúa
en el poder y el presidente Juan Guaidó no ha logrado los objetivos proclamados
el pasado 5 de enero, cuando asumió la dirección de la Asamblea Nacional. ¿Qué
pasó?, ¿otro fracaso más?, ¿cuánto más tendremos que esperar para acariciar la
libertad y el progreso secuestrados por la mafia genocida y usurpadora?
Para responder esas interrogantes, legítimas por
demás, debemos analizar con objetividad los acontecimientos de estos últimos
días. ¿Se logró la salida del poder de Nicolás Maduro? No, pero el avance de
los factores democráticos es substancial. Estamos más cerca de la meta. Las
cosas ya no volverán a ser iguales para el régimen ni para la oposición. Lo
primero que debo destacar, es el factor sorpresa con el que actúo nuevamente
Guaidó, agarrando fuera de base a Maduro y a sus acólitos. Liberar a Leopoldo
López, el preso más emblemático para la dictadura, con la ayuda de grupos del
SEBIN, no es poca cosa. Que hoy día Guaidó y López se mantengan libres y en la
calle, demuestra la debilidad del régimen y la fractura dentro de los cuerpos
de seguridad del Estado, la cual debe crecer con el transcurrir de los días.
Lo que parecía impensable para algunos círculos del
régimen, sucedió; efectivamente, hubo negociación con el alto mando militar y
con ciertos personeros influyentes de la revolución; después conoceremos las
verdaderas razones del por qué Maduro no salió del poder el 30 de abril. Pero
lo que si debemos tener claro es que esto pica y se extiende. Las deslealtades
dentro del régimen seguirán creciendo en la medida que se den cuenta que no
tienen posibilidades de sobrevivir en el mediano plazo. La salida del régimen
es irreversible, no hay vuelta atrás. Mientras tanto, la contundencia de la
comunidad internacional, especialmente la administración Trump, es mayor con el
pasar de las horas. Estados Unidos está trabajando con firmeza y coherencia
para lograr el cese de la usurpación, aunque ello signifique ejecutar una
intervención militar. Esa es una opción que desde el primer momento la
consideré muy probable. Los últimos acontecimientos nos están dando la razón.
En otro orden de ideas, pareciera que Nicolás Maduro es
un actor de reparto en este ajedrez de la geopolítica internacional. Los
verdaderos actores son Estados Unidos, Rusia y Cuba. Lo que pase con Maduro es
menos importante que los intereses que defienden estas tres naciones. A Estados
Unidos no le conviene que Venezuela se constituya en una amenaza para la
estabilidad de la región y del territorio norteamericano; Trump no va a aceptar
la intromisión de potencias extra continentales en América Latina, aunado al peligro
que significa la sumatoria letal del terrorismo, el narcotráfico y la guerrilla
colombiana en Venezuela.
Los intereses rusos son más mundanos, quieren que les
garanticen el pago de la deuda que el régimen contrajo en los últimos años, pues,
su debilitada economía no tiene capacidad para condonar esa deuda. Las
posiciones destempladas del gobierno ruso en contra de USA, también forman
parte del teatro, ya que los rusos necesitan aparentar el poder del cual
carecen para proyectar su disminuida influencia internacional. Y, el caso de
Cuba, es de absoluta sobrevivencia. La generosa y gratuita ayuda económica
venezolana, a lo largo de estos últimos veinte años, les ha permitido sortear
con relativo éxito las penurias de la isla sometida a la incapacidad y la corrupción
crónicas del comunismo, liderado por los Castros. En tal sentido, comprendemos
el planteamiento de Trump referido a un nuevo proceso de apertura con Cuba si
da por finalizada su intromisión en los asuntos internos de Venezuela.
La calle y la organización popular de los venezolanos
es un elemento importante en estas circunstancias, pero estoy convencido que el
destino de Venezuela está por encima de las concentraciones en las calles del
país. El mundo entero reconoce que Maduro es un dictador genocida que debe
salir del poder, de lo contrario terminará destruyendo lo poco que queda del
país. El asunto definitivo de esta tragedia ya superó las fronteras nacionales
para ubicarse en un problema internacional, cuya solución definitiva requiere
de la participación y el acompañamiento de gobiernos amigos, especialmente,
Estados Unidos, Colombia y Brasil.
Las cartas están echadas. La dictadura de Maduro tiene
sus días contados. Dios permita que el desenlace sea lo menos trágico posible,
porque lo que si está claro es que Maduro sale por las buenas o por las malas.
El tiempo se les agota y conspira contra la tiranía genocida.
Profesor Titular Eméritus de LUZ
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