Encrucijada
en la pandemia
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
A raíz de la pandemia del
Covid-19, la mayoría de los gobiernos del mundo debaten acerca de cuál es la
prioridad que deben atender durante la crisis sanitaria y económica que tiene
paralizado a gran parte del mundo. Seguramente, la prioridad seleccionada
estará en sintonía con la ideología de los gobernantes. En todo caso, el debate
se centra entre la ayuda a las poblaciones más afectadas por la pandemia y/o la
protección de la economía para frenar las devastadoras consecuencias de la
crisis, ambas opciones perfectamente válidas.
Pero en circunstancias tan
difíciles como las que experimenta el mundo, apostar por posiciones radicales
resulta a todas luces contraproducente. Los gobiernos populistas tienden a
creer que la prioridad son los pobres y los grupos vulnerables a quienes deben
ayudar con recursos públicos para paliar las dificultades de la emergencia; en
este caso, las empresas privadas, consideradas como una élite privilegiada,
deben enfrentar la crisis con recursos propios. Por el contrario, los gobiernos
que defienden postulados de derecha creen que la prioridad es la economía antes
que la salud y protección de los más necesitados, a fin de garantizar un
crecimiento que permita minimizar el impacto de la crisis generada por la
pandemia.
Si alguna lección debemos
aprender de esta pandemia planetaria, es la construcción de una economía
diferente en la que las finanzas
mundiales deban impulsar acciones efectivas
para crear empleos sostenibles, crecimiento verde y una forma distinta de vida,
porque la salud de las personas y la salud del mundo son una misma cosa. Para
ello es necesario tener una concepción clara de la importancia tanto de los trabajadores como de
los empleadores privados. Ambos pilares fundamentales para alcanzar el bienestar
que los ciudadanos merecen dentro de una sociedad más democrática, justa y
solidaria.
Si los gobiernos se empeñan
obstinadamente en destinar gran parte de sus recursos para aliviar las
carencias de los más necesitados, olvidando la capacidad de las empresas para generar
empleos, tendremos un escenario mucho más desolador porque los programas
sociales y políticas asistencialistas no son suficientes para combatir la
pobreza; es vital la creación y protección de empleos productivos, de calidad y
bien remunerados que sólo pueden ser generados por el sector privado de la
economía, el cual requiere del apoyo económico y fiscal, y respeto
institucional de los gobiernos para contribuir con el mejoramiento progresivo
de la economía.
Por lo menos a nivel
teórico, la cuestión parece mucho más sencilla dilucidarla. Con empresas
quebradas no hay empleos, ni tampoco impuestos para que los gobiernos dispongan
de recursos para programas y obras sociales que beneficien a los más pobres. En
consecuencia, el sentido común aconseja que, frente a una crisis de grandes
proporciones como la actual, los gobiernos deban apoyar a la empresa privada
para disminuir los niveles de desempleo, pobreza y violencia que tienden a
crecer en circunstancias de adversidad.
No se trata de defender o aplicar
medidas neoliberales, de lo que se trata en definitiva es comprender que el
trabajo productivo es el único mecanismo para generar riquezas, porque no se
puede distribuir lo que no se tiene. Ciertamente, es necesario implementar
programas sociales que contribuyan a aliviar las carencias materiales de los
más pobres, es una cuestión de solidaridad y dignidad humana. Lo que no puede
aceptarse es que gobiernos con apetencias electorales y clientelistas pretendan
profundizar las desigualdades sociales con programas de asistencia social que
lejos de disminuir la pobreza, la aumentan en mayores proporciones que cuando
llegaron al poder.
En aras de mantener la
gobernanza en los difíciles tiempos por venir, se hace impostergable un
entendimiento sólido, responsable y permanente entre los gobiernos y el sector
privado de la economía, con el propósito de nutrir un debate deslastrado de
dogmas y prejuicios para que ganemos todos.
Este es un tema crucial en
el corto y mediano plazo, pues, la crisis generada por la pandemia del covid-19
traerá consecuencias no sólo económicas, sino también políticas y culturales.
Aquellos gobernantes que sean capaces de aplicar políticas con una visión de estadistas,
tendrán mayor probabilidad de mantenerse en el poder y coronar con éxito, que
aquellos gobernantes que están trabajando a favor de sus ideologías y sus apetencias
electorales, dejando a un lado los supremos intereses de sus naciones.
Profesor Titular Emeritus de la Universidad del Zulia (Venezuela)
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