miércoles, 12 de junio de 2013


Mercaderes de la política

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Para el común de las personas, la política es una actividad desdeñable que sólo sirve para que una minoría se beneficie y se enriquezca gracias a las prebendas que ofrece el poder. El presidente norteamericano, Ronald Reagan, afirmó alguna vez que “la política es la segunda profesión más baja del mundo y me he dado cuenta que guarda una estrecha similitud con la primera”. Un concepto bastante desconsiderado por parte de alguien que vivió intensamente la política, convirtiéndose en uno de los líderes más influyentes del mundo entre 1981 y 1989.

Para los cientistas políticos, la política es una forma de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el conflicto de intereses dentro de una sociedad. En consecuencia, la política apunta a la búsqueda del orden social entre comunidades organizadas con la finalidad de alcanzar el bien común. Dentro de esta concepción, la política pretende alcanzar fines trascendentes que redunden en beneficio para toda la sociedad. Ello no excluye que en la política se cuelen individuos con propósitos oscuros y nauseabundos.

En los últimos años, la política venezolana se ha tornado indecente y oportunista, gracias a la actuación de unos pocos que la han usado para obtener beneficios similares a los de la profesión más antigua del mundo, según el criterio del presidente Reagan. Creo que nunca antes habíamos visto descender la política a niveles tan bajos como ahora, especialmente, por los saltos de talanquera y el oficio de sapos que algunos políticos han desempeñado a cabalidad, a cambio de mucho dinero para enlodar a sus antiguos aliados y perder la dignidad como seres humanos. A esos políticos los conoce todo el país y merecen el rechazo contundente de los venezolanos, indistintamente de nuestra orientación política o del partido político que nos simpatice.

Dentro de la política venezolana, existieron líderes que abandonaron las filas de su partido por defender ideas que no encontraban espacio dentro del mismo; Prieto Figueroa, entre otros, creó el MEP, después de separarse de AD, pero su actuación estuvo apegada por principios políticos e ideológicos; nadie pudo señalarlo de mercader de la política, pues, la honestidad fue su bandera de lucha. Caldera dejó su partido Copei para crear Convergencia Nacional, mejor conocido como el chiripero, obedeciendo seguramente a una temeridad personal por el poder, pero nunca se vendió por dinero. Pero lo que hemos visto últimamente con dirigentes que pertenecieron a la oposición, fungiendo como gobernadores en la IV República o, más recientemente, parlamentarios que salieron electos gracias a los votos de partidos de la MUD, no tiene justificación alguna. Todos ellos son unos tránsfugas de la política o se convirtieron en sapos por dinero o para obtener el perdón oficialista, después de haber sido acusados de corruptos. A la final, mantuvieron el comportamiento indecente que siempre los acompañó y que pudieron esconder por algún tiempo, porque como reza el refrán “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”.

Esta manera putrefacta de hacer política debe desaparecer de nuestro país. No puede ser el ejemplo a seguir por las nuevas generaciones que están comprometidas con la construcción de un país donde la política le sirva a la gente y no se sirva del poder y de la gente. Para alcanzar la asepsia política es menester que los electores evaluemos bien a nuestros líderes y gobernantes, para no dejarnos engatusar con falsas promesas y con la decencia y honestidad que nunca han practicado.

Publicado en Versión Final el 14 de junio de 2013   

 

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