jueves, 11 de julio de 2013

Jóvenes: no pierdan la fe


Jóvenes: no pierdan la fe

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Así como los años 80 del siglo pasado, fueron catalogados como la década pérdida para Latinoamérica, los primeros trece años del siglo XXI pueden considerarse el tiempo perdido para la juventud venezolana. Atrás quedaron las promesas de cambio, justicia y progreso pregonadas por los líderes de la revolución bolivariana en las postrimerías del siglo XX. Lo que despertó el huracán revolucionario entre nuestros jóvenes, es apenas hoy una tímida brisa que no produce pasión alguna, sólo el grito ensordecedor del engaño y la manipulación que han sufrido los jóvenes venezolanos, por parte de una minoría corrupta que les hipotecó su futuro y las posibilidades de convertirse en hombres y mujeres útiles a su patria y a su familia.

Un país donde los jóvenes no cuentan con las condiciones necesarias para ofrecer su talento y capacidades en pro del engrandecimiento de la sociedad, es un país que está funcionando muy mal. Un país que no construye presente para garantizar un futuro mejor, está condenado al fracaso. La deuda de esta revolución con nuestros jóvenes es impagable; les corresponderá a los líderes democráticos asumir esta dura tarea y convencerlos que vale la pena apostar por un sueño que les permita vivir en un país donde ellos sean los protagonistas de las cosas buenas por venir.

Es lamentable ver a tantos jóvenes desperdiciando sus vidas porque no tienen un empleo productivo, estable y bien remunerado, o no cuentan con el apoyo necesario para iniciar un emprendimiento que les satisfaga sus aspiraciones profesionales y su contribución con el progreso del país. Hoy es común oír a los jóvenes decir que aquí no hay nada que hacer, que es preferible irse al extranjero, aunque eso signifique enfrentar dificultades pero con la esperanza que podrá irles mejor que en Venezuela. Cuando les preguntó a mis estudiantes de la universidad cómo ven la situación del país, sus respuestas son tan dramáticas que con frecuencia no encuentro razones para restarle fuerza a tan legítimos reproches. La inmensa mayoría quiere dejar el país porque aquí no hay futuro, no existen motivos suficientes para sembrarse en la tierra que los vio nacer. Mientras tanto, Venezuela sigue perdiendo talentos en las diferentes áreas del quehacer profesional, aprovechándolos otras naciones que han visto crecer sus empresas y negocios gracias al brillante desempeño de nuestros profesionales y científicos.

Venezuela necesita hoy más que nunca del talento, la inteligencia y creatividad de nuestros muchachos para construir la sociedad que anhelamos: libre y con oportunidades y progreso para todos. Es momento de poner nuestra atención a los jóvenes y convencerlos que, a pesar de las frustraciones e injusticias, este país sólo puede cambiar si ellos participan con la pasión que los caracteriza en la lucha de todos los días en las calles, universidades, hogares, barrios y sitios donde se reúnen. Cada minuto cuenta para poner fin a esta pesadilla que les niega la oportunidad de convertirse en los verdaderos líderes de la nueva Venezuela que está a punto de despertar. Para cuando ese día llegue, nuestros jóvenes deben estar preparados para asumir con fe y valentía la difícil tarea de abrir los caminos de una nación que logró vencer la oscuridad y la mentira de los mediocres y corruptos. Es oportuno recordarle a los jóvenes el excelente testimonio de perseverancia y constancia de Steve Jobs, al afirmar: “A veces la vida te pegará en la cabeza con un ladrillo. Pero no pierdas la fe”.
Publicado en Versión Final el 12-07-2013

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