Déficit de Valores
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
La violencia y la agresividad se instalaron en Venezuela
para quedarse. Nos costará mucho neutralizar el profundo daño que le están
haciendo a las nuevas generaciones de venezolanos. Estamos frente a un país que
progresivamente ha perdido valores fundamentales que garanticen la sana convivencia
social; las noticias diarias acerca de actos de pedofilia, crímenes dantescos,
violencia doméstica, intolerancia social, se están convirtiendo en un rasgo
distintivo de una sociedad que, como la venezolana, fue ejemplo de tolerancia,
buenas costumbres y respeto por el prójimo.
¿Qué ocurrió para estar viviendo en esta violencia
extrema? La respuesta es compleja, pero me atrevería a señalar una causa muy poderosa:
el concepto de familia que con tanto celo construimos ya no existe. Los
venezolanos cultivamos la unidad de la familia, bajo el liderazgo de padres que
transmitían con su testimonio los valores que guiaban nuestras vidas. El
respeto por Dios y la religión, el trabajo, las buenas normas de educación, la
honestidad, la obediencia, la superación, eran valores comunes en cualquier
familia venezolana, indistintamente de su situación socio-económica. Acompañados
de la familia, los venezolanos contábamos con maestros dedicados y solventes
moralmente. Ellos completaban en la escuela la tarea que les compete principalmente
a los padres: formar hombres y mujeres de bien, al servicio de su familia, la
comunidad y el país. Hasta no hace mucho tiempo atrás, los venezolanos
estábamos blindados por familias estructuradas y conscientes de su rol, y por
maestros que tenían muy claro cuál era su responsabilidad en el desarrollo de
una sociedad de verdaderos ciudadanos. Eso no significaba que no existiesen delitos
y hechos de violencia, ni mucho menos que todo era perfecto, pero existían valores
que impedían la vertiginosa descomposición moral que empieza hacerse costumbre
entre nosotros, destacándose el poco valor que tenemos por la vida y por la
dignidad del ser humano.
Pero no podemos obviar un dato interesante. En
cualquier sociedad organizada, el Estado y quienes lo representan, se
constituyen en referencia fundamental para moldear el tipo de sociedad que
queremos y los valores predominantes dentro de la misma. Lo que hemos visto y
escuchado por espacio de 15 años se parece mucho a la descomposición social y
moral que nos está aniquilando como nación. Los líderes de la revolución han
utilizado un lenguaje vulgar e irrespetuoso para tratar de justificar su
ideología. Abusando del poder ofenden, maldicen, vilipendian, manipulan, roban,
engañan y mienten permanentemente. Esta revolución no tiene idea del
significado del respeto, la tolerancia y la honorabilidad; es un gobierno de forajidos.
Han dicho que robar no es delito cuando se tiene hambre; expresan sin rubor
alguno que todo cuanto se diga y se haga para defender la revolución está
justificado, no importa que eso signifique destruir más de la mitad del país.
Pretenden crear una estructura educativa al servicio de una ideología y en
perjuicio del cultivo de valores ciudadanos para niños y adolescentes. Le dan
cizaña al “pueblo” para que actúe con violencia en contra de sus propios
hermanos. Con tanta parafernalia jurídica, han establecido una sociedad donde
los supuestos derechos están divorciados de los deberes ciudadanos, cultivando
la anarquía al eliminar la prédica que dice que nuestros derechos terminan
donde empiezan los de los demás. Para la revolución, el poder moral de la
familia y la educación no valen nada. Razón tiene Capriles al afirmar que en
Venezuela no basta con cambiar de gobierno, sino que debemos seguir luchando
por una sociedad donde la familia y los valores sean los pilares para la
formación de ciudadanos de bien.
Publicado en Versión Final el 5-07-2013
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