Salto de Talanquera
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El salto de talanquera empieza hacerse costumbre en
las filas de la unidad democrática, especialmente, en tiempos de elecciones.
Sin un razonamiento objetivo y contundente, dirigentes “democráticos” se pasan
a las filas del oficialismo de un día para otro y, desde esa nueva tribuna,
descalifican con improperios la causa que con anterioridad defendían
ardorosamente. Este cambio intempestivo de ideas y opiniones refleja la
descomposición y banalización de la política venezolana de estos tiempos. El
oportunismo político y la inconsistencia ideológica se constituyen en poderosas
razones para practicar sin el menor rubor el salto de talanquera. Semejante
comportamiento reproduce uno de los peores flagelos de la política, como es la
mercantilización de las ideas. Razón tenía el británico Robert Walpole
(1676-1745), cuando expresó “todo hombre –y mujer también- tiene su precio,
sólo hace falta saber cuál es”, frase que recoge dramáticamente los propósitos
oscuros y personales con los que ciertos dirigentes pretenden lucrarse de la
política.
Resulta incomprensible que ciertos dirigentes rasgan
sus vestiduras a favor del proyecto democrático, difundiendo con intensidad y vehemencia
los abusos e injusticias de una revolución que se ha planteado secuestrarnos no
sólo la libertad y el progreso sino la dignidad como seres humanos. Juran
lealtad a un pueblo que merece un mejor destino; acusan al gobierno de sus
corruptelas y tropelías, pero una vez que deciden sentarse en su mesa se les
olvida absolutamente todo cuanto han dicho en su contra; se convierten en
mansos corderos al servicio exclusivo del proyecto revolucionario. Pero lo más
insólito que he escuchado decir a algunos de estos tránsfugas es que una cosa
es apoyar a Capriles y otra muy diferente apoyar a Arias Cárdenas o Pérez
Pirela. Para ellos las elecciones son como una suerte de menú al que le agregan
o le quitan cosas dependiendo de los gustos y preferencias. Más simple y básico
imposible, porque al final lo que cuentan son los reales o las prebendas
exigidas en las negociaciones con los enchufados.
Corro el riesgo que puedan pensar que soy enemigo de
las diferencias y divergencias dentro de la Unidad Democrática. Todo lo
contrario. Respeto y valoro altamente la crítica que aporta dentro de la
diversidad de criterios e ideas; de lo que si soy enemigo a ultranza es de la
traición. Porque no puedo entender cómo los tránsfugas, especialmente en
tiempos de elecciones, dan a conocer públicamente sus desacuerdos con el
partido que abandonan para justificar su rebeldía, pero en vez de crear otros
espacios orientados por las mismas ideas que hasta hace poco defendían con
pasión –democracia, libertad, justicia social, pluralidad, respeto-, se
arrodillan ante su antiguo adversario y se comprometen a luchar
incondicionalmente por los postulados que despreciaban. Apreciados lectores,
¿cómo se llama esto?, ¿acaso no es una vil y asquerosa traición?
Lo que debemos tener muy claro es que el traidor
traiciona mil veces porque esa es su visión de la política; en la primera
oportunidad que se le presente salta de nuevo la talanquera y con el mayor
desparpajo aduce las razones que lo motivaron a dar tan importante paso en su
dilatada y honorable trayectoria política. No olvidemos nunca que “el traidor
que fue traicionado, traicionará a su traidor”
Publicado en Versión Final el 20-09-2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario