Los venezolanos somos un cupo
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Si en lo que va de año, el régimen no ha entregado
divisas a las empresas privadas para la importación de alimentos, medicinas e
insumos básicos, resulta ingenuo pensar que iban a mantener los cupos para
viajeros por el resto del 2015. Entiendo que esta decisión nos afecta a muchos,
especialmente a la maltratada y empobrecida clase media, por cuanto se hace
prácticamente imposible salir del país, sin disponer de dólares que sólo el
gobierno tiene la potestad de entregar; pero el problema es mucho más grave que
esto. El problema ni siquiera es la disminución –o la eliminación tácita- del
cupo viajero, sino la existencia misma de ese cupo que viola flagrantemente
nuestros derechos constitucionales, como por ejemplo el derecho de libre
tránsito. Porque la realidad es que esta
revolución ha transformado nuestra existencia en un cupo; cupo para la
gasolina, cupo para comprar alimentos y medicinas; cupo para repuestos de
vehículos y baterías; cupo para viajar; cupo para sacar documentos; cupo para
recibir asistencia médica en hospitales públicos; cupo para todo, excepto para
que los corruptos del régimen sigan desangrando al país sin pausa ni
remordimientos.
El cupo es la expresión mejor acabada del control
pernicioso, incapaz y corrupto con el que el régimen ha gobernado a Venezuela,
trayendo consigo pobreza, atraso y destrucción. Y mientras siga gobernando este
modelo ideológico fracasado seguiremos sumergidos en el pantano, en un círculo
vicioso, sin posibilidad alguna para echar los cimientos de una mejor sociedad
para todos.
El cupo se constituye en la ideología del socialismo
del siglo XXI; es su única opción para gobernar el país. Es la manera
planificada y deliberada con la que el régimen ha pretendido controlar nuestras
vidas, con el propósito que dependamos absolutamente de la “magnanimidad” de la
revolución y, empecemos a convencernos, que la llegada de un cambio es
prácticamente imposible, porque la revolución llegó para quedarse.
El régimen sigue aferrado a los controles de todo
tipo, mientras tanto los venezolanos estamos pagando con sangre, sudor y
lágrimas su incapacidad y su terquedad ideológica, porque vamos a estar claro,
con Maduro y su equipo frente al gobierno no hay posibilidad de mejorar nada,
todo lo contrario, vamos directo al barranco. Tan cierto es lo que afirmamos
que, a su llegada de la cumbre de Panamá dijo, con tono de guapetón de barrio,
que era necesario “radicalizar la revolución” y que “aquel que no pueda manejar
su actividad económica, puede irse del país”.
De manera, pues, que el régimen está claro que su
propósito es acabar de una vez por todas con la empresa e iniciativa privada,
“principales responsables de la guerra económica”, para alcanzar el monopolio
absoluto de toda la economía, incluyendo el sector bancario, y de esa manera
erigirse como la única instancia política, económica y social de Venezuela.
Con este promesa de radicalización revolucionaria,
basada en cero diálogo con los factores productivos del país, más controles y
regulaciones, persecución y criminalización de la disidencia democrática, lo
que tendremos con total seguridad es más pobreza, más desempleo, más inflación,
más escasez, más atraso y la diáspora del talento venezolano en búsqueda de
mejores condiciones de vida, también se multiplicará.
Seguimos teniendo un gran país, a pesar de los males
que vivimos; aun existe gente honesta, capaz y trabajadora; tenemos recursos
suficientes para reconstruir lo que esta revolución destruyó; hay talento e
inteligencia para reinventarnos y limpiar la inmundicia de este legado
revolucionario; lo que nos falta es pensar más en Venezuela y menos en nuestros
intereses personales; unirnos todos alrededor de un proyecto democrático, con
justicia y progreso, que nos respete y tome en cuenta como ciudadanos y no como
clientes de una ideología; nos hace falta un liderazgo colectivo que nos
inspire en la grandeza y en el porvenir construido con el esfuerzo de todos;
nos hace falta la voluntad y la determinación para desterrar el miedo que nos
paraliza e impide que avancemos en la conquista de la Venezuela que nos
merecemos y anhelamos. Nos hace falta, por último, convencernos que con esta
revolución no tendremos ni vida, ni futuro, ni oportunidades; por eso es
necesario que abracemos con toda nuestra fuerza y empeño el cambio para nuestra
amada Venezuela, sólo así combatiremos esa visión troglodita y perversa que se
empeña con más fuerza para que los venezolanos seamos sólo un cupo.
Profesor Titular de LUZ
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