martes, 14 de abril de 2015


Los venezolanos somos un cupo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
El cadivazo del pasado viernes 10 de abril, resultó ser la crónica de una muerte anunciada, y puso en evidencia una realidad que el régimen se aferra en esconder sin éxito alguno: no hay dólares, así de sencillo. Esa es la cruda realidad; el régimen arruinó a Venezuela y nos colocó en el peor estado de postración que pudiéramos imaginar, con el agravante que la situación podría empeorar mucho más en los próximos meses.

Si en lo que va de año, el régimen no ha entregado divisas a las empresas privadas para la importación de alimentos, medicinas e insumos básicos, resulta ingenuo pensar que iban a mantener los cupos para viajeros por el resto del 2015. Entiendo que esta decisión nos afecta a muchos, especialmente a la maltratada y empobrecida clase media, por cuanto se hace prácticamente imposible salir del país, sin disponer de dólares que sólo el gobierno tiene la potestad de entregar; pero el problema es mucho más grave que esto. El problema ni siquiera es la disminución –o la eliminación tácita- del cupo viajero, sino la existencia misma de ese cupo que viola flagrantemente nuestros derechos constitucionales, como por ejemplo el derecho de libre tránsito. Porque la realidad es que  esta revolución ha transformado nuestra existencia en un cupo; cupo para la gasolina, cupo para comprar alimentos y medicinas; cupo para repuestos de vehículos y baterías; cupo para viajar; cupo para sacar documentos; cupo para recibir asistencia médica en hospitales públicos; cupo para todo, excepto para que los corruptos del régimen sigan desangrando al país sin pausa ni remordimientos.

El cupo es la expresión mejor acabada del control pernicioso, incapaz y corrupto con el que el régimen ha gobernado a Venezuela, trayendo consigo pobreza, atraso y destrucción. Y mientras siga gobernando este modelo ideológico fracasado seguiremos sumergidos en el pantano, en un círculo vicioso, sin posibilidad alguna para echar los cimientos de una mejor sociedad para todos.

El cupo se constituye en la ideología del socialismo del siglo XXI; es su única opción para gobernar el país. Es la manera planificada y deliberada con la que el régimen ha pretendido controlar nuestras vidas, con el propósito que dependamos absolutamente de la “magnanimidad” de la revolución y, empecemos a convencernos, que la llegada de un cambio es prácticamente imposible, porque la revolución llegó para quedarse.

El régimen sigue aferrado a los controles de todo tipo, mientras tanto los venezolanos estamos pagando con sangre, sudor y lágrimas su incapacidad y su terquedad ideológica, porque vamos a estar claro, con Maduro y su equipo frente al gobierno no hay posibilidad de mejorar nada, todo lo contrario, vamos directo al barranco. Tan cierto es lo que afirmamos que, a su llegada de la cumbre de Panamá dijo, con tono de guapetón de barrio, que era necesario “radicalizar la revolución” y que “aquel que no pueda manejar su actividad económica, puede irse del país”.

De manera, pues, que el régimen está claro que su propósito es acabar de una vez por todas con la empresa e iniciativa privada, “principales responsables de la guerra económica”, para alcanzar el monopolio absoluto de toda la economía, incluyendo el sector bancario, y de esa manera erigirse como la única instancia política, económica y social de Venezuela.

Con este promesa de radicalización revolucionaria, basada en cero diálogo con los factores productivos del país, más controles y regulaciones, persecución y criminalización de la disidencia democrática, lo que tendremos con total seguridad es más pobreza, más desempleo, más inflación, más escasez, más atraso y la diáspora del talento venezolano en búsqueda de mejores condiciones de vida, también se multiplicará.

Seguimos teniendo un gran país, a pesar de los males que vivimos; aun existe gente honesta, capaz y trabajadora; tenemos recursos suficientes para reconstruir lo que esta revolución destruyó; hay talento e inteligencia para reinventarnos y limpiar la inmundicia de este legado revolucionario; lo que nos falta es pensar más en Venezuela y menos en nuestros intereses personales; unirnos todos alrededor de un proyecto democrático, con justicia y progreso, que nos respete y tome en cuenta como ciudadanos y no como clientes de una ideología; nos hace falta un liderazgo colectivo que nos inspire en la grandeza y en el porvenir construido con el esfuerzo de todos; nos hace falta la voluntad y la determinación para desterrar el miedo que nos paraliza e impide que avancemos en la conquista de la Venezuela que nos merecemos y anhelamos. Nos hace falta, por último, convencernos que con esta revolución no tendremos ni vida, ni futuro, ni oportunidades; por eso es necesario que abracemos con toda nuestra fuerza y empeño el cambio para nuestra amada Venezuela, sólo así combatiremos esa visión troglodita y perversa que se empeña con más fuerza para que los venezolanos  seamos sólo un cupo.

Profesor Titular de LUZ

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