Dignidad Universitaria
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
A través de la historia, la Universidad se ha erigido
como una institución de especial referencia ética y educativa dentro de la
sociedad. Desde sus inicios, en el siglo VI dC, la Universidad estuvo
constituida por una “comunidad de profesores y académicos”, cuya principal
noción consistió en la libertad académica y en el otorgamiento de grados académicos.
Con el avance del mundo, las Universidades dejaron de ser centros elitescos y
religiosos, para abrirse a la dinámica social y jugar un rol preponderante en
el desarrollo científico y tecnológico del mundo contemporáneo.
En América Latina, y particularmente en Venezuela, la autonomía
universitaria ha desempeñado un papel fundamental en la defensa y preservación
de la libertad, los valores ciudadanos y el pluralismo ideológico, de cara a
regímenes dictatoriales alérgicos y temerosos de la academia. El cierre de
nuestra Universidad del Zulia en 1904, por parte del dictador Cipriano Castro,
es el mejor ejemplo del desprecio histórico que algunos gobernantes han
manifestado y siguen manifestando en contra de la Universidad venezolana.
En pleno siglo XXI, aunque parezca absurdo, todavía
existen enemigos y detractores de la Universidad venezolana; personeros gubernamentales
que apuestan por su silencio y su progresiva destrucción, a fin de eliminar la
voz que ha sido bastión fundamental de la democracia y la justicia social de
nuestro país, y luchadora permanente contra cualquier vestigio de autoritarismo
y violación de los derechos fundamentales de los venezolanos.
Pero hay otro dato importante que no podemos obviar. Si
en Venezuela ha existido alguna revolución, no ha sido la liderada por Chávez y
sus aliados golpistas, sino la impulsada por la Universidad venezolana desde
1958, a partir del inicio del sistema democrático. Con el advenimiento de la
democracia, los gobiernos se preocuparon especialmente por el desarrollo de la
educación en todos los niveles, en un país donde prevalecían altos índices de
analfabetismo. Simultáneamente con la construcción de escuelas y liceos en
todos los rincones del país, la profesionalización y el mejoramiento de la
calidad de vida de los docentes, la Universidad venezolana experimentó su época
de oro. Además de las Universidades Autónomas, la democracia creó las
Universidades Experimentales que contribuyeron con el vertiginoso crecimiento
de la matrícula universitaria, convirtiéndose Venezuela, después de la década
del 60 del siglo pasado, en uno de los
países del mundo con mayor porcentaje de estudiantes universitarios, resultado
inobjetable que jamás podrá ser escondido por esta revolución de pacotilla.
Durante ese período, los profesores universitarios
fuimos tratados con respeto y equidad por los diferentes gobiernos de la época,
aunque en muchas circunstancias fue necesario recurrir a huelgas y protestas
para hacer valer nuestros derechos, incluyendo las legítimas demandas
salariales. Y ni se diga de la extraordinaria movilidad social que vivió
nuestro país. Efectivamente, miles de miles familias pobres o con limitados
recursos económicos, empezaron a engrosar una vigorosa clase media profesional,
mejorando su estilo y calidad de vida. No hubo mejor beca, pensión o misión que
el acceso a la universidad gratuita, democrática, de calidad y popular para
vencer la pobreza. Gracias a su Universidad, Venezuela empezó a proyectar los
mayores porcentajes de profesionales universitarios de la región; profesionales
preparados y calificados para asumir importantes responsabilidades en las
diferentes áreas del quehacer nacional. Pasamos a ser el país latinoamericano
con la más poderosa clase media, gracias a las oportunidades que ofrecían nuestras
universidades, especialmente, las pertenecientes al Estado Venezolano.
Hoy, al igual que el resto del país, de sus
instituciones y de los venezolanos, nuestra universidad atraviesa su peor
crisis. Nunca antes experimentamos condiciones tan adversas. El motor esencial
de la sociedad del conocimiento, el más importante factor de producción de la
contemporaneidad, no puede satisfacer las exigencias que de ella se derivan,
debido a: 1) El presupuesto asignado a las universidades es abultado y
reiteradamente deficitario, convirtiéndolas en liceos grandes donde poco se
investiga y no se crea tecnología de punta; 2) La infraestructura luce
deteriorada, con condiciones físicas y ambientales que propician más la
inseguridad y la desmotivación que el estudio y producción del conocimiento,
las ciencias y las artes; 3) El salario de los profesores es miserable, por debajo
de los 80 dólares mensuales en el caso de profesores titulares a dedicación
exclusiva, máximo escalafón universitario. Esa situación ha derivado en la renuncia
de muchos docentes que prefieren prestar sus servicios académicos en países que
les provean mejores condiciones de vida, como es el caso de Colombia, Ecuador,
Perú, Panamá, entre otros. No sólo se fugan alimentos y gasolina por nuestras
fronteras, sino que nos estamos quedando sin el talento y la capacidad tan
necesarios para la reconstrucción de este país que está en ruinas.
Para agravar la pesadilla, el gobierno –entiéndase el
TSJ- mantiene el cerco electoral de las Universidades, evitando la elección de
nuevas autoridades en todas las instancias del gobierno universitario. En el
caso de LUZ, las actuales autoridades rectorales electas en el 2008, han
extendido su período por casi tres años, lo cual se traduce en la carencia de
autoridades legítimas con verdadera capacidad y voluntad para trabajar por el
cambio integral de la institución en momentos de crisis, que requieren un mayor
grado de inteligencia, compromiso, honestidad e identificación plena con los
valores universitarios.
Por todas estas razones, elevo mi voz para defender la
dignidad de la Universidad Venezolana y de todos los que hacemos vida dentro de
ella; reitero mi compromiso para continuar la lucha por los verdaderos valores de
libertad, democracia y justicia social, que nos devuelvan una Universidad
ética, responsable, crítica y referente esencial en la construcción de la sociedad
del conocimiento que nos liberará de la esclavitud de la ignorancia, la pobreza
y el atraso al que nos quiere someter este régimen decadente y opresor. La
Universidad somos todos; en momentos tan difíciles, no hay cabida para las
dudas y vacilaciones, porque gran parte del futuro de Venezuela descansa sobre
los hombros de su Universidad y de los universitarios íntegros y honorables.
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