lunes, 6 de abril de 2015


Dignidad Universitaria
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

A través de la historia, la Universidad se ha erigido como una institución de especial referencia ética y educativa dentro de la sociedad. Desde sus inicios, en el siglo VI dC, la Universidad estuvo constituida por una “comunidad de profesores y académicos”, cuya principal noción consistió en la libertad académica y en el otorgamiento de grados académicos. Con el avance del mundo, las Universidades dejaron de ser centros elitescos y religiosos, para abrirse a la dinámica social y jugar un rol preponderante en el desarrollo científico y tecnológico del mundo contemporáneo.
 
En América Latina, y particularmente en Venezuela, la autonomía universitaria ha desempeñado un papel fundamental en la defensa y preservación de la libertad, los valores ciudadanos y el pluralismo ideológico, de cara a regímenes dictatoriales alérgicos y temerosos de la academia. El cierre de nuestra Universidad del Zulia en 1904, por parte del dictador Cipriano Castro, es el mejor ejemplo del desprecio histórico que algunos gobernantes han manifestado y siguen manifestando en contra de la Universidad venezolana.
 
En pleno siglo XXI, aunque parezca absurdo, todavía existen enemigos y detractores de la Universidad venezolana; personeros gubernamentales que apuestan por su silencio y su progresiva destrucción, a fin de eliminar la voz que ha sido bastión fundamental de la democracia y la justicia social de nuestro país, y luchadora permanente contra cualquier vestigio de autoritarismo y violación de los derechos fundamentales de los venezolanos.
 
Pero hay otro dato importante que no podemos obviar. Si en Venezuela ha existido alguna revolución, no ha sido la liderada por Chávez y sus aliados golpistas, sino la impulsada por la Universidad venezolana desde 1958, a partir del inicio del sistema democrático. Con el advenimiento de la democracia, los gobiernos se preocuparon especialmente por el desarrollo de la educación en todos los niveles, en un país donde prevalecían altos índices de analfabetismo. Simultáneamente con la construcción de escuelas y liceos en todos los rincones del país, la profesionalización y el mejoramiento de la calidad de vida de los docentes, la Universidad venezolana experimentó su época de oro. Además de las Universidades Autónomas, la democracia creó las Universidades Experimentales que contribuyeron con el vertiginoso crecimiento de la matrícula universitaria, convirtiéndose Venezuela, después de la década del 60 del siglo pasado,  en uno de los países del mundo con mayor porcentaje de estudiantes universitarios, resultado inobjetable que jamás podrá ser escondido por esta revolución de pacotilla.
 
Durante ese período, los profesores universitarios fuimos tratados con respeto y equidad por los diferentes gobiernos de la época, aunque en muchas circunstancias fue necesario recurrir a huelgas y protestas para hacer valer nuestros derechos, incluyendo las legítimas demandas salariales. Y ni se diga de la extraordinaria movilidad social que vivió nuestro país. Efectivamente, miles de miles familias pobres o con limitados recursos económicos, empezaron a engrosar una vigorosa clase media profesional, mejorando su estilo y calidad de vida. No hubo mejor beca, pensión o misión que el acceso a la universidad gratuita, democrática, de calidad y popular para vencer la pobreza. Gracias a su Universidad, Venezuela empezó a proyectar los mayores porcentajes de profesionales universitarios de la región; profesionales preparados y calificados para asumir importantes responsabilidades en las diferentes áreas del quehacer nacional. Pasamos a ser el país latinoamericano con la más poderosa clase media, gracias a las oportunidades que ofrecían nuestras universidades, especialmente, las pertenecientes al Estado Venezolano.
 
Hoy, al igual que el resto del país, de sus instituciones y de los venezolanos, nuestra universidad atraviesa su peor crisis. Nunca antes experimentamos condiciones tan adversas. El motor esencial de la sociedad del conocimiento, el más importante factor de producción de la contemporaneidad, no puede satisfacer las exigencias que de ella se derivan, debido a: 1) El presupuesto asignado a las universidades es abultado y reiteradamente deficitario, convirtiéndolas en liceos grandes donde poco se investiga y no se crea tecnología de punta; 2) La infraestructura luce deteriorada, con condiciones físicas y ambientales que propician más la inseguridad y la desmotivación que el estudio y producción del conocimiento, las ciencias y las artes; 3) El salario de los profesores es miserable, por debajo de los 80 dólares mensuales en el caso de profesores titulares a dedicación exclusiva, máximo escalafón universitario. Esa situación ha derivado en la renuncia de muchos docentes que prefieren prestar sus servicios académicos en países que les provean mejores condiciones de vida, como es el caso de Colombia, Ecuador, Perú, Panamá, entre otros. No sólo se fugan alimentos y gasolina por nuestras fronteras, sino que nos estamos quedando sin el talento y la capacidad tan necesarios para la reconstrucción de este país que está en ruinas.
 
Para agravar la pesadilla, el gobierno –entiéndase el TSJ- mantiene el cerco electoral de las Universidades, evitando la elección de nuevas autoridades en todas las instancias del gobierno universitario. En el caso de LUZ, las actuales autoridades rectorales electas en el 2008, han extendido su período por casi tres años, lo cual se traduce en la carencia de autoridades legítimas con verdadera capacidad y voluntad para trabajar por el cambio integral de la institución en momentos de crisis, que requieren un mayor grado de inteligencia, compromiso, honestidad e identificación plena con los valores universitarios.
 
Por todas estas razones, elevo mi voz para defender la dignidad de la Universidad Venezolana y de todos los que hacemos vida dentro de ella; reitero mi compromiso para continuar la lucha por los verdaderos valores de libertad, democracia y justicia social, que nos devuelvan una Universidad ética, responsable, crítica y referente esencial en la construcción de la sociedad del conocimiento que nos liberará de la esclavitud de la ignorancia, la pobreza y el atraso al que nos quiere someter este régimen decadente y opresor. La Universidad somos todos; en momentos tan difíciles, no hay cabida para las dudas y vacilaciones, porque gran parte del futuro de Venezuela descansa sobre los hombros de su Universidad y de los universitarios íntegros y honorables.
             Profesor Titular de LUZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario