Pobreza en tiempos de revolución
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En los tiempos de bonanza petrolera, como los que
disfrutó este régimen por espacio de 10 años consecutivos, el Estado
–entiéndase la cúpula de la revolución y los enchufados- se hizo más rico y
obeso, dilapidando montañas de dólares en corrupción, guisos y negocios que
beneficiaron a una minoría, proyectando así la ilusión de una riqueza falsa y
efímera; mientras tanto, hoy los venezolanos debemos pagar los platos rotos del
festín revolucionario, en momentos donde el precio de petróleo sigue bajando,
sin contar con ninguna previsión financiera que nos permita soportar la peor
crisis que hemos vivido y que nos afecta a todos por igual.
Si en algo no debemos tener duda alguna, es que este
régimen nos empobreció en niveles inimaginables; nunca antes habíamos sido más
pobres que ahora, con el agravante que cada día miles de hogares engrosan las
filas de la pobreza extrema.
El último estudio de opinión de Consultores 21
(Septiembre de 2015), proyecta cifras que corroboran la percepción que en
Venezuela las cosas están muy mal, seguramente peor de lo que algunos piensan
todavía. El 75% de los venezolanos percibe que la situación actual del país es
negativa; otro 77% cree que estamos peor que hace un años atrás; y, el 63%
piensa que la situación va a empeorar en los próximos seis meses. Somos tan
pobres que hasta la esperanza, sentimiento que siempre estuvo presente en la
mente de los venezolanos, fue destruida por el régimen, arrastrándonos a un
pesimismo crónico que le resta fuerzas y coraje a la necesaria reconstrucción
del país.
En ese mismo estudio nacional, puede evidenciarse que
sólo el 67.4% de los venezolanos come tres veces al día, en un país donde “los
tres golpes” forman parte de nuestra cultura; esto significa que un 32.6% hace
dos ó una comida al día, produciéndose un importante deterioro en la
alimentación de los venezolanos. En términos más dramáticos, 10.000.000
millones de venezolanos no están haciendo las tres comidas del día. La
desnutrición y el hambre están acrecentando la pobreza de nuestra gente,
gracias a políticas obsoletas y equivocadas que le niegan el apoyo a la
producción nacional para beneficiar a productores y empresarios extranjeros, a
través de masivas importaciones que le dejan jugosos dividendos a unos pocos
enchufados. Esta es la más fiel demostración que a este régimen inmoral y
corrupto le importa un bledo el hambre y la pobreza de los venezolanos.
En este orden de ideas, según el estudio de
Consultores 21, ocho de cada diez venezolanos (82%) “ha dejado de comprar algo
porque se ha puesto muy caro”; esto es,
sólo un 18% goza del privilegio de comprar todo cuanto necesita sin
importarles los precios. Esta dramática realidad la padecemos todos los días.
Hacen falta 10 salarios mínimos –es decir, Bs. 74.216,70 al mes- para adquirir
la canasta básica. ¿Cuántos venezolanos ganan más de Bs. 70.000 al mes? Ello denota
las grandes limitaciones que vivimos a diario; a eso debemos agregarle una
inflación que cerrará en 200% a finales de año, destruyéndose absolutamente la
pírrica capacidad adquisitiva de los venezolanos. No sólo no hay nada que
comprar, sino que no tenemos dinero para comprar.
Hasta hace poco tiempo atrás, nos preocupábamos porque
era imposible adquirir un vehículo nuevo o uno usado en buenas condiciones; o
en comprar una vivienda por humilde que ésta fuera. Esas ya son historias de un
pasado que no volverá; ahora la preocupación radica en comprar carne y pollo,
cuya demanda se ha reducido en más del 50% por el aumento del precio en más del
400%; ó los útiles escolares de los niños con precios inalcanzables, tanto por
familias de estratos populares como de estratos medios. Al colapso del servicio
eléctrico, además del calor y las penurias que debemos soportar en un clima con
40° C, se suma el terror de un equipo o artefacto dañado por los constantes
bajones de electricidad; porque resulta una odisea comprar o reparar un aire
acondicionado, una nevera, un televisor, una licuadora o una simple plancha. La
compra o adquisición de estos equipos no es posible hacerla y, en caso que se
haga, la familia debe endeudarse más allá de su capacidad económica para honrar
esas obligaciones.
Ya lo escribíamos en artículos anteriores, la pobreza
generada por la revolución chavista es mucho mayor y más patética que aquella
que existía en 1998. No hay punto de comparación porque la pobreza de los
venezolanos es la consecuencia de un país arruinado, destruido, sin rumbo y
sometido a la incapacidad, corrupción y mezquindad de una minoría que se hizo
extraordinariamente rica y multimillonaria, a costa de la pobreza y el hambre
de millones de venezolanos.
No tengamos dudas; la pobreza que vivimos es culpa de
Nicolás Maduro y de la revolución chavista; la crisis, percibida como muy grave
por ocho de cada diez venezolanos, es culpa de Maduro y su combo. Ellos nos han
arrastrado a estado de mendicidad social, económica, cultural y de valores que
nos costará sangre, sudor y lagrimas superar. Ellos son los culpables de este
desmadre descomunal. Ya no tienen mensajes ni pretextos para escurrir su responsabilidad;
no tienen nada que ofrecernos; destruyeron la esperanza y las oportunidades
para construir una gran nación con base en la educación, el trabajo productivo
y la oportunidad para todos.
Por allí hay un refrán que reza que “no hay peor ciego
que aquel que no quiere mirar, o peor sordo que el que no quiere oír”. No
caigamos en sus trampas y engaños. Quienes nos han hecho más pobres y
miserables, sólo tienen derecho a recibir nuestro castigo a través del voto el
próximo 6-D. Vamos a entregar nuestra confianza y esperanza a venezolanos que
luchan unidos con el país para construir el cambio que con legítimo derecho nos
merecemos.
Profesor Titular de LUZ
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