martes, 8 de diciembre de 2015


Lealtades rotas

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

La lealtad política es un tema complejo dentro de la politología porque su análisis depende de múltiples factores donde se mezcla el afecto, la ideología, las actitudes, la cultura y tradición familiar, la sociedad y la economía. Cuando la lealtad política está sustentada en razones afectivas (identificación, compromiso, etc.), tiende a ser más perdurable en el tiempo que cuando se fundamenta en razones meramente cuantitativas (beneficios, prebendas, intereses). En todo caso, la lealtad política es una variable que puede cambiar a lo largo de la vida de una persona.

Los venezolanos somos proclives a mantener lealtades políticas relativamente estables en el tiempo. En el primer período de la democracia (1958-1998), las lealtades se repartieron entre los dos principales partidos, como fueron Acción Democrática y COPEI, desarrollando profundos lazos de identificación partidista, expresados en frases tan populares como “adeco es adeco hasta que se muera”. Con la crisis de legitimidad de esos partidos, la lealtad se resquebrajó y se conectó, a partir de 1998, con una nueva ideología eminentemente mesiánica y populista, centrada en la figura de Hugo Chávez Frías.

Han transcurrido diecisiete años desde la instauración del proceso revolucionario, y de cara a los resultados de las elecciones parlamentarias del pasado domingo, resulta pertinente evaluar la lealtad política de los revolucionarios. ¿Acaso es el fin de la lealtad hacia la revolución?, ¿existen evidencias para pensar que esas lealtades están rotas?, ¿está emergiendo una nueva lealtad política entre los venezolanos?

Es prematuro responder tan difíciles preguntas, pero ciertamente están sucediendo eventos que apuntan hacia un resquebrajamiento de las lealtades políticas dominantes en Venezuela. La aplastante derrota del oficialismo el 6 de diciembre, puede interpretarse como un signo de cansancio y desencanto de electores que hasta hace poco tiempo defendían las bondades de la revolución chavista y, hoy día, muchos de ellos demandan un cambio de rumbo en el país, responsabilizando directamente a Nicolás Maduro de tan estruendosa derrota.

En esta coyuntura de minusvalía electoral, podríamos inferir que la lealtad chavista resultó más utilitaria que afectiva o emocional, en consecuencia, es más inestable y menos perdurable en el tiempo. Cuando la tasa de utilidad –entiéndase beneficios, pensiones, misiones, prebendas, etc.- proporcionada por el gobierno a los ciudadanos se ve afectada, emergen electores más racionales que buscan restituir lo perdido, apoyando la opción que le garantice mejorar su tasa de utilidad. En el caso de Venezuela, no sólo los beneficios directos que distribuye el gobierno a través de las misiones han disminuido substancialmente –apenas llegan al 8% de los hogares pobres-, sino que la economía en general experimenta una crisis colosal que está afectando a más del 80% de la población. En tales circunstancias, se encienden las alarmas de la lealtad en contra de quienes propiciaron condiciones de vida deplorables, especialmente, a nivel de los más pobres.

Al evaluar los resultados de las últimas elecciones nacionales, se ilustra la abultada pérdida de las lealtades chavistas. En las elecciones presidenciales del 2012, Chávez obtuvo 8.191.132 votos; en las elecciones del 2013, Maduro alcanzó 7.587.579 votos; y, el pasado 6-D, el PSUV descendió a 6.079.919 votos, registrando una pérdida de 2.111.213 electores en poco más de dos años. Por el contrario, la oposición experimentó, en ese mismo lapso de tiempo, un incremento de 1.804.775 sufragios, obteniendo una votación de 65.27%, porcentaje jamás obtenido por el presidente Hugo Chávez en todas las elecciones en las que participó. Este apoyo mayoritario por la MUD, ¿presagia el nacimiento de una nueva lealtad política? Aun es temprano para afirmarlo, pero las cosas ya no serán iguales en la política venezolana.

Definitivamente, el país decidió transitar por el camino del cambio, dejando muy claro que el chavismo, a pesar de sus más connotados líderes, no se quedará en Venezuela por siempre. Otra cosa que empieza a dilucidarse es que la lealtad hacia la revolución, está muy lejos del “amor” y la identificación que despertó Acción Democrática en sus tiempos de gloria. El afecto por Chávez y su revolución tienen nombres propios: misiones, pensiones, viviendas, ayudas, etc., pero una vez que éstas empiezan a escasear como los alimentos, las medicinas, la seguridad y la capacidad de compra, la adhesión de los electores chavistas empieza a cambia a modo “Racional”, ya que los beneficios que reciben son abrumadoramente menores que el costo que representa apoyar la revolución. En la medida que se profundice el deterioro de la economía nacional, haciéndose más evidente la incapacidad de Maduro para revertir la profunda crisis que vivimos los venezolanos, menor será la lealtad hacia el proceso revolucionario, perdiendo progresivamente la influencia política, tal como sucedió con AD y Copei.

Por el momento, algunos oficialistas prefirieron abstenerse que terminar de dar el salto a la otra opción política, pero mientras mayor sea la crisis y menor sea la tasa de utilidad, se producirán cambios más sólidos en las lealtades actuales, hasta lograr que la opción que sea percibida como garantía para mejorar la calidad de vida, se convierta en mayoría definitiva y con ella emerja una nueva lealtad política entre los venezolanos. En política nada es eterno y el que así lo crea, no conoce la verdadera idiosincrasia de un país que, como Venezuela, tiene características políticas muy peculiares, tal como lo reseñan episodios cruciales a lo largo de nuestra historia.

                                        Profesor Titular de LUZ

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