martes, 5 de enero de 2016

Sentido Común y Racionalidad Política
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Transcurrido el reencuentro con la familia y los amigos, el bullicio y la alegría que producen las fiestas de Navidad y de Año Nuevo, nos toca lidiar otra vez con una cotidianidad cuyo desenlace es de pronóstico reservado. Estamos frente a un gobierno que no termina de entender y aceptar la nueva realidad política que el país decidió moldear a partir del pasado 6 de diciembre. Obstinadamente, el régimen intenta hacer uso de triquiñuelas legales amparadas por el TSJ, de los cuales trece de sus miembros fueron nombrados inconstitucionalmente, que propicia un golpe judicial sin precedentes. El propósito fundamental es desconocer la soberanía popular y boicotear la mayoría absoluta de la MUD en la Asamblea Nacional, alcanzada democráticamente en las elecciones del 6-D. Son 112 piedritas en los zapatos de un régimen que se acostumbró a gobernar arbitrariamente, sin ningún tipo de control y fiscalización. Jamás le ha rendido cuentas al pueblo, verdadero dueño de la soberanía nacional.

Las últimas acciones del régimen denotan su profunda vocación dictatorial y autoritaria, al pretender imponer la voluntad de una minoría sobre la decisión soberana y libérrima  de 8 millones de venezolanos. Es un régimen que perdió la poca cordura que le quedaba, e irresponsablemente coloca al país a las puertas de una confrontación inconveniente y muy peligrosa. Los hechos demuestran que para el régimen, la Constitución sólo sirve cuando favorece sus intereses, violándola flagrantemente cuando prevalece el interés nacional. Como todo régimen dictatorial, cree que la Constitución  está hecha a la medida de los caprichos y ambiciones de una camarilla corrupta e inmoral que desangró al país, sumergiéndonos en la peor miseria que hemos vivido durante la era republicana.

En democracia, los vencedores de las elecciones deben defender el derecho de los ciudadanos, haciendo respetar su opinión expresada libre y soberanamente a través del sufragio. El pasado 6 de diciembre, la inmensa mayoría de los venezolanos le otorgamos un claro y amplio mandato popular a la Unidad Democrática, demandando cambios profundos en el modelo político imperante desde 1998. Desde la Asamblea Nacional, ese mandato debe ser ejercido a plenitud, sin que les tiemble el pulso y con estricto apego a la Constitución y las leyes. Lo contrario sería defraudar la confianza de un pueblo que decidió darse una nueva oportunidad en democracia transitando el camino de la paz y la unidad nacional.

Con la instalación de la Asamblea Nacional, se escribirán nuevas páginas en la historia del país, llenas de esperanza e incertidumbre al propio tiempo, pero impregnadas de un cambio que con el esfuerzo de todos empezaremos a construir más temprano que tarde.

Vendrán tiempos muy difíciles, con lo cual debe imponerse el sentido común y la racionalidad política. Sentido común para un régimen que despilfarró  la confianza de buena parte del país y se encuentra perdido en su propio laberinto, generado por la arrogancia, corrupción y sectarismo con el que han gobernado la nación. Frente al contundente rechazo popular y su incapacidad para buscar soluciones efectivas para aliviar la dramática crisis económica, el régimen debería ser humilde e inteligente para reconocer sus errores e iniciar un diálogo sincero y productivo que impida el colapso total de Venezuela. Si por el contrario, Maduro y Cabello continúan  actuando de la manera como lo vienen haciendo, estarán cavando su propia fosa, haciendo realidad la frase “si no cambian, los cambian” porque, a decir verdad, sobran las razones, todas fundamentadas en el respeto a la Constitución Nacional, para salir de esta pesadilla que nos consume con el transcurrir de cada día.

Por otra parte, la racionalidad política debe ser fiel compañera de la Unidad Democrática, en circunstancias donde se perfila como la nueva mayoría nacional. Es necesario seguir trabajando con inteligencia y desprendimiento, consolidando la unidad como la principal virtud que exigimos los venezolanos de quienes pretenden conducir el país por mejores derroteros. La Unidad Democrática debe oír las voces sabias de todos los sectores del país, evitando enfrascarse en peleas estériles con quienes nunca les ha importado el porvenir de la patria, sino la defensa de privilegios generados por un poder corrompido. La prioridad es trabajar incansablemente en la solución de la crisis que nos aniquila como sociedad y acompañar solidariamente a los venezolanos en momentos de tantas dificultades; sólo así se ganarán la confianza de Venezuela y empezaremos a percibirlos como una real opción de poder. La racionalidad política aconseja no perder un juego que tanto costó ganar; no dejarse arrastrar por la impulsividad que muchas veces generan las arbitrariedades e injusticias de un régimen forajido. Calma y cordura, prudencia e inteligencia, unidad y amplitud, deben ser las armas fundamentales de los factores democráticos para instaurar la institucionalidad perdida, levantar una economía fuerte y con progreso,  y convertirse en la referencia fundamental de las cosas buenas que disfrutaremos los venezolanos con la llegada de un nuevo amanecer.

Los que transitan por el camino correcto de la historia, se hacen acreedores de la legitimidad popular;  son defensores de la verdad y la justicia; y, son acérrimos enemigos de la violencia, la mezquindad y el odio que promueven los que traicionaron las esperanzas de los venezolanos y pretenden secuestrar nuestro legítimo derecho de vivir en una hermosa nación donde cabemos todos. El cambio nos pertenece a todos los venezolanos de buena voluntad. Defendámoslo con todas nuestras fuerzas, ese es nuestro mayor compromiso con la Venezuela Unida.


Profesor Titular de LUZ

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