lunes, 11 de enero de 2016

La estrategia es Venezuela

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Dicen que lo bueno se repite y eso también es válido para la política. Cuando una estrategia es efectiva y cumple correctamente con su propósito, la racionalidad política recomienda mantener su aplicación a fin de consolidar los buenos resultados que produjo; de lo contrario, es necesario desecharla y replantearse una nueva estrategia.

La actual coyuntura política venezolana se debate entre el pasado y el presente dirigido a construir un mejor futuro; entre una agenda pública que privilegia la radicalización política y el culto hacia una personalidad desaparecida físicamente, y una agenda que desnuda la peor crisis de nuestra historia republicana y responsabiliza a Nicolás Maduro como el verdadero culpable de la catástrofe nacional, acompañada de la firme decisión  de presentar soluciones efectivas que encaminen al país por senderos de progreso. Efectivamente, existen dos visiones y dos modelos políticos de país. El primero representado por el régimen madurista y el PSUV, fracasado y de espaldas a la realidad nacional; y, el modelo democrático que apuesta por la reconciliación del país y la necesidad de unir todos los esfuerzos y talentos como única opción para salir de esta pavorosa crisis que amenaza con destruirnos como sociedad libre y democrática. El pasado 6 de diciembre, la inmensa mayoría de los venezolanos votamos por el segundo modelo, razón por la cual los que lideran esa visión de país deben seguir trabajando con inteligencia y sentido común para materializarla en el menor lapso de tiempo posible.

La estrategia está clarísima. La unidad democrática aplicó una estrategia exitosa y obtuvo los mejores resultados en los últimos diecisiete años; pues bien, lo recomendable es afianzarla, impidiendo que los trapos rojos oficialistas la distraigan de los objetivos trazados. Todos sabemos que el régimen, como alumno sobresaliente del castrocomunismo, es muy hábil para distorsionar la realidad y hacerse pasar por víctimas de las oprobiosas agresiones de la derecha fascista y apátrida. Arman alharacas mediáticas con la intención de confundir a la opinión pública y esconder las verdaderas razones de la estruendosa paliza electoral y la descomunal incapacidad para gobernar el país. Están secuestrados en sus propios errores y no pueden salir del pantano sin que algunas de las parcelas del poder se vea afectada. Los radicales le exigen a Maduro profundizar las políticas revolucionarias que destruyeron a Venezuela; mientras que los menos radicales aconsejan rectificar frente a los errores que amenazan con desaparecer cualquier vestigio de la revolución bolivariana. Si no hace le llueven las críticas internas y las del país, y si hace algo se genera la ira de los defensores a ultranza del legado del comandante eterno. Ellos saben que no tienen salida; que cualquier cosa que hagan, les traerá consecuencias cuyo costo difícilmente podrán pagar.

Quieren arrastrarnos al terreno de la radicalización estéril y de la basura ideológica. Este es un momento de quiebre histórico de un régimen que agotó la capacidad de manipular la opinión y los sentimientos de la mayoría nacional. Pocos le creen y cada día son menos los que confían en ellos. Están perdidos en su propio laberinto y piensan que los venezolanos los acompañaremos en semejante locura. El pueblo pendejo ya se acabó, porque lo que viene de ahora en adelante es cambio, progreso y justicia para todos.

Si ellos se empeñan seguir hablando del pasado –la IV República, el Caracazo, el 12 de abril, etc.-, los demócratas debemos hablar del presente –la crisis económica: escasez, inflación, desempleo, pobreza y hambre; inseguridad y servicios públicos absolutamente colapsados- y trabajar para tratar de enderezar esta situación con políticas efectivas que devuelvan la confianza para invertir y hacer crecer la economía. Ellos hablan de un muerto y su legado, nosotros hablamos del vivo que gobierna desde la oscuridad de Miraflores y es el único culpable de la crisis de Venezuela. Ellos hablan de radicalización y confrontación, nosotros hablamos de respeto, diálogo e inclusión  de todos  los venezolanos. Ellos defienden a los enchufados, narcosobrinos y los privilegios de corruptos y forajidos; nosotros debemos luchar para que cada venezolano tenga un empleo estable y productivo, alimentos y medicinas, educación de calidad, vivienda digna y suficiente seguridad para no sentirse como presos en sus propias casas. Ellos promueven la división y el odio entre los venezolanos; los demócratas hacemos los esfuerzos necesarios para hacer posible la reconciliación y unidad de Venezuela, liberando a los presos políticos, instaurar el diálogo y el entendimiento nacional, y desterrar para siempre toda política de persecución y criminalización de la disidencia democrática.

Ellos amenazan con inundar las calles de Caracas con fotografías de su líder fallecido, nosotros debemos enarbolar la bandera tricolor para que los vientos de cambio ondean con fuerza nuestra esperanza en un promisorio porvenir. Ellos practican la violencia y hacen uso de legalismos para violar la soberanía popular, nosotros somos defensores de la voluntad de este pueblo heroico y testimonio permanente de paz y justicia.

El régimen esconde su responsabilidad al culpar a terceros de la terrible crisis que nos afecta a todos por igual; los demócratas denunciamos con firmeza y valentía a quienes hicieron uso del poder no para servir a Venezuela sino para servirse y robar los dineros públicos, las oportunidades y el futuro de los venezolanos. El régimen sigue apostando al fracaso, la pobreza y miseria del país; los demócratas somos constructores del cambio que traerá una sociedad más libre, democrática, con progreso y oportunidades para todos.

No perdamos tiempo en discusiones inútiles que no interpretan el verdadero sentir de la población, sino que pretenden sumergirnos en un círculo vicioso lleno oscuridad y podredumbre. No hagamos caso de las bravuconadas y obscenidades de aquellos a quienes se les pasó su hora y todavía piensan que aquí hay esclavos de una ideología tóxica y destructiva. Vienen tiempos mejores a pesar de las dificultades que hoy nos agobian, y en ese nuevo escenario no estarán quienes se empecinan en creerse herederos de una gloria putrefacta y de oropel. Sigamos con la estrategia que reclama el acompañamiento a los venezolanos y trabajemos con responsabilidad, desprendimiento e inteligencia para constituirnos en una verdadera opción de poder en la Venezuela grande y hermosa con la que todos soñamos.
 
                                              Profesor Titular de LUZ  

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