La
estrategia es Venezuela
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Dicen que lo bueno se repite
y eso también es válido para la política. Cuando una estrategia es efectiva y
cumple correctamente con su propósito, la racionalidad política recomienda
mantener su aplicación a fin de consolidar los buenos resultados que produjo;
de lo contrario, es necesario desecharla y replantearse una nueva estrategia.
La actual coyuntura política
venezolana se debate entre el pasado y el presente dirigido a construir un
mejor futuro; entre una agenda pública que privilegia la radicalización
política y el culto hacia una personalidad desaparecida físicamente, y una
agenda que desnuda la peor crisis de nuestra historia republicana y
responsabiliza a Nicolás Maduro como el verdadero culpable de la catástrofe nacional,
acompañada de la firme decisión de
presentar soluciones efectivas que encaminen al país por senderos de progreso.
Efectivamente, existen dos visiones y dos modelos políticos de país. El primero
representado por el régimen madurista y el PSUV, fracasado y de espaldas a la
realidad nacional; y, el modelo democrático que apuesta por la reconciliación
del país y la necesidad de unir todos los esfuerzos y talentos como única opción
para salir de esta pavorosa crisis que amenaza con destruirnos como sociedad
libre y democrática. El pasado 6 de diciembre, la inmensa mayoría de los
venezolanos votamos por el segundo modelo, razón por la cual los que lideran
esa visión de país deben seguir trabajando con inteligencia y sentido común
para materializarla en el menor lapso de tiempo posible.
La estrategia está
clarísima. La unidad democrática aplicó una estrategia exitosa y obtuvo los
mejores resultados en los últimos diecisiete años; pues bien, lo recomendable
es afianzarla, impidiendo que los trapos rojos oficialistas la distraigan de
los objetivos trazados. Todos sabemos que el régimen, como alumno sobresaliente
del castrocomunismo, es muy hábil para distorsionar la realidad y hacerse pasar
por víctimas de las oprobiosas agresiones de la derecha fascista y apátrida.
Arman alharacas mediáticas con la intención de confundir a la opinión pública y
esconder las verdaderas razones de la estruendosa paliza electoral y la
descomunal incapacidad para gobernar el país. Están secuestrados en sus propios
errores y no pueden salir del pantano sin que algunas de las parcelas del poder
se vea afectada. Los radicales le exigen a Maduro profundizar las políticas
revolucionarias que destruyeron a Venezuela; mientras que los menos radicales
aconsejan rectificar frente a los errores que amenazan con desaparecer
cualquier vestigio de la revolución bolivariana. Si no hace le llueven las
críticas internas y las del país, y si hace algo se genera la ira de los
defensores a ultranza del legado del comandante eterno. Ellos saben que no
tienen salida; que cualquier cosa que hagan, les traerá consecuencias cuyo
costo difícilmente podrán pagar.
Quieren arrastrarnos al
terreno de la radicalización estéril y de la basura ideológica. Este es un
momento de quiebre histórico de un régimen que agotó la capacidad de manipular
la opinión y los sentimientos de la mayoría nacional. Pocos le creen y cada día
son menos los que confían en ellos. Están perdidos en su propio laberinto y
piensan que los venezolanos los acompañaremos en semejante locura. El pueblo
pendejo ya se acabó, porque lo que viene de ahora en adelante es cambio,
progreso y justicia para todos.
Si ellos se empeñan seguir
hablando del pasado –la IV República, el Caracazo, el 12 de abril, etc.-, los
demócratas debemos hablar del presente –la crisis económica: escasez,
inflación, desempleo, pobreza y hambre; inseguridad y servicios públicos absolutamente
colapsados- y trabajar para tratar de enderezar esta situación con políticas
efectivas que devuelvan la confianza para invertir y hacer crecer la economía.
Ellos hablan de un muerto y su legado, nosotros hablamos del vivo que gobierna
desde la oscuridad de Miraflores y es el único culpable de la crisis de Venezuela.
Ellos hablan de radicalización y confrontación, nosotros hablamos de respeto,
diálogo e inclusión de todos los venezolanos. Ellos defienden a los
enchufados, narcosobrinos y los privilegios de corruptos y forajidos; nosotros
debemos luchar para que cada venezolano tenga un empleo estable y productivo,
alimentos y medicinas, educación de calidad, vivienda digna y suficiente
seguridad para no sentirse como presos en sus propias casas. Ellos promueven la
división y el odio entre los venezolanos; los demócratas hacemos los esfuerzos
necesarios para hacer posible la reconciliación y unidad de Venezuela,
liberando a los presos políticos, instaurar el diálogo y el entendimiento
nacional, y desterrar para siempre toda política de persecución y
criminalización de la disidencia democrática.
Ellos amenazan con inundar las
calles de Caracas con fotografías de su líder fallecido, nosotros debemos
enarbolar la bandera tricolor para que los vientos de cambio ondean con fuerza
nuestra esperanza en un promisorio porvenir. Ellos practican la violencia y
hacen uso de legalismos para violar la soberanía popular, nosotros somos
defensores de la voluntad de este pueblo heroico y testimonio permanente de paz
y justicia.
El régimen esconde su
responsabilidad al culpar a terceros de la terrible crisis que nos afecta a
todos por igual; los demócratas denunciamos con firmeza y valentía a quienes
hicieron uso del poder no para servir a Venezuela sino para servirse y robar
los dineros públicos, las oportunidades y el futuro de los venezolanos. El
régimen sigue apostando al fracaso, la pobreza y miseria del país; los
demócratas somos constructores del cambio que traerá una sociedad más libre,
democrática, con progreso y oportunidades para todos.
No perdamos tiempo en
discusiones inútiles que no interpretan el verdadero sentir de la población,
sino que pretenden sumergirnos en un círculo vicioso lleno oscuridad y
podredumbre. No hagamos caso de las bravuconadas y obscenidades de aquellos a
quienes se les pasó su hora y todavía piensan que aquí hay esclavos de una
ideología tóxica y destructiva. Vienen tiempos mejores a pesar de las dificultades
que hoy nos agobian, y en ese nuevo escenario no estarán quienes se empecinan
en creerse herederos de una gloria putrefacta y de oropel. Sigamos con la
estrategia que reclama el acompañamiento a los venezolanos y trabajemos con
responsabilidad, desprendimiento e inteligencia para constituirnos en una
verdadera opción de poder en la Venezuela grande y hermosa con la que todos
soñamos.
Profesor Titular de LUZ
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