¡Chau
Querida!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
La historia es implacable.
Para unos parece inamovible y para otros cambia tan rápido que a veces ni se
dan cuenta que los arrastra consigo. Hay gobernantes que se aferran al poder
pensando que será eterno, subestimando la voluntad popular y violando las leyes
que defienden la libertad y la democracia.
El siglo XXI latinoamericano
se inició con cambios políticos que presagiaban una era de bienestar, con la
llegada de la justicia y la redención social para millones de pobres y
excluidos. La izquierda se hizo del poder en muchas naciones de la región, con
la promesa de no reeditar la exclusión y pobreza generada por los gobiernos
liberales o de derecha. Los más vulnerables creyeron que por fin iban a transitar
caminos de justicia y prosperidad.
Después de 16 años de
gobiernos socialistas y revolucionarios, la región no registra una mejoría
sustantiva. La pobreza ha crecido y los recursos destinados a la inversión
social para garantizar el desarrollo humano, fueron saqueados por mafias que
hicieron del poder la oportunidad para enriquecerse, sin importar los
sacrificios y sufrimientos de esa gente que, sin rubor alguno, llaman amado
pueblo.
La corrupción administrativa,
moral e institucional es la principal referencia que une a los gobernantes de
izquierda de América Latina. Han destruido las oportunidades de desarrollo de
sus países, incrementando la pobreza y la exclusión social y menoscabando la
institucionalidad democrática porque, muchos de esos regímenes, asumen
comportamientos autoritarios contradiciendo el origen democrático que les
permitió llegar al poder. Esa corrupción enquistada como cáncer en los más
conspicuos líderes revolucionarios, es el motivo que está impulsando la fuerza
y determinación de los pueblos para desalojarlos del poder, o impedir a través
del voto que ganen nuevas elecciones.
La determinación de los
hondureños y paraguayos, impidió que Zelaya y Lugo consolidaran gobiernos que
llevaban a sus naciones directamente a la debacle. El año pasado, los
argentinos votaron en contra del kichnerismo considerado como una era de
corrupción, pobreza y atraso para una nación que llegó a ser referencia de
América Latina. Asimismo, los bolivianos le pusieron un freno a la reelección
indefinida de Morales. Por lo pronto, tiene fecha de salida del gobierno.
Los brasileños están
empeñados en poner límite a un modelo corrupto que ha impedido el avance
económico y social de ese gran país. Está en marcha el impeachment contra la
presidenta Rouseff que, si la votación de la Cámara Baja es confirmada por
mayoría simple del Senado, dará inicio a su juicio político y eventual salida
de la presidencia.
Y, en nuestro caso
particular, están activados los mecanismos constitucionales que permitan la
salida de Maduro y la llegada del cambio político en Venezuela. Es importante
destacar que en casi todos los casos, la democracia a través de instituciones
autónomas y el voto popular, ha logrado solucionar las crisis políticas que los
corruptos revolucionarios han propiciado.
Así como el pasado domingo,
los brasileños gritaron alborozados ¡Chau Querida!, asimismo, los venezolanos
debemos organizarnos y poner de manifiesto nuestra voluntad indoblegable de
acariciar un cambio dentro de la paz y la democracia que permita, sin
derramamiento de sangre inocente, la salida de un rufián que con el mayor
descaro y cinismo se burla de las desgracias y sufrimientos de nuestro pueblo.
De nuevo repito lo que en
muchas ocasiones he escrito, no por correr más rápido se llega primero. Es
necesario tener clara conciencia que sólo con democracia, libertad y
organización popular lograremos sacar a estos vándalos de la misma manera como
llegaron al poder, a través del poder soberano de los votos de millones de
compatriotas que añoramos la llegada de un nuevo amanecer en nuestra querida
Venezuela.
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