miércoles, 20 de abril de 2016

¡Chau Querida!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La historia es implacable. Para unos parece inamovible y para otros cambia tan rápido que a veces ni se dan cuenta que los arrastra consigo. Hay gobernantes que se aferran al poder pensando que será eterno, subestimando la voluntad popular y violando las leyes que defienden la libertad y la democracia.

El siglo XXI latinoamericano se inició con cambios políticos que presagiaban una era de bienestar, con la llegada de la justicia y la redención social para millones de pobres y excluidos. La izquierda se hizo del poder en muchas naciones de la región, con la promesa de no reeditar la exclusión y pobreza generada por los gobiernos liberales o de derecha. Los más vulnerables creyeron que por fin iban a transitar caminos de justicia y prosperidad.

Después de 16 años de gobiernos socialistas y revolucionarios, la región no registra una mejoría sustantiva. La pobreza ha crecido y los recursos destinados a la inversión social para garantizar el desarrollo humano, fueron saqueados por mafias que hicieron del poder la oportunidad para enriquecerse, sin importar los sacrificios y sufrimientos de esa gente que, sin rubor alguno, llaman amado pueblo.

La corrupción administrativa, moral e institucional es la principal referencia que une a los gobernantes de izquierda de América Latina. Han destruido las oportunidades de desarrollo de sus países, incrementando la pobreza y la exclusión social y menoscabando la institucionalidad democrática porque, muchos de esos regímenes, asumen comportamientos autoritarios contradiciendo el origen democrático que les permitió llegar al poder. Esa corrupción enquistada como cáncer en los más conspicuos líderes revolucionarios, es el motivo que está impulsando la fuerza y determinación de los pueblos para desalojarlos del poder, o impedir a través del voto que ganen nuevas elecciones.

La determinación de los hondureños y paraguayos, impidió que Zelaya y Lugo consolidaran gobiernos que llevaban a sus naciones directamente a la debacle. El año pasado, los argentinos votaron en contra del kichnerismo considerado como una era de corrupción, pobreza y atraso para una nación que llegó a ser referencia de América Latina. Asimismo, los bolivianos le pusieron un freno a la reelección indefinida de Morales. Por lo pronto, tiene fecha de salida del gobierno.

Los brasileños están empeñados en poner límite a un modelo corrupto que ha impedido el avance económico y social de ese gran país. Está en marcha el impeachment contra la presidenta Rouseff que, si la votación de la Cámara Baja es confirmada por mayoría simple del Senado, dará inicio a su juicio político y eventual salida de la presidencia.

Y, en nuestro caso particular, están activados los mecanismos constitucionales que permitan la salida de Maduro y la llegada del cambio político en Venezuela. Es importante destacar que en casi todos los casos, la democracia a través de instituciones autónomas y el voto popular, ha logrado solucionar las crisis políticas que los corruptos revolucionarios han propiciado.

Así como el pasado domingo, los brasileños gritaron alborozados ¡Chau Querida!, asimismo, los venezolanos debemos organizarnos y poner de manifiesto nuestra voluntad indoblegable de acariciar un cambio dentro de la paz y la democracia que permita, sin derramamiento de sangre inocente, la salida de un rufián que con el mayor descaro y cinismo se burla de las desgracias y sufrimientos de nuestro pueblo.

De nuevo repito lo que en muchas ocasiones he escrito, no por correr más rápido se llega primero. Es necesario tener clara conciencia que sólo con democracia, libertad y organización popular lograremos sacar a estos vándalos de la misma manera como llegaron al poder, a través del poder soberano de los votos de millones de compatriotas que añoramos la llegada de un nuevo amanecer en nuestra querida Venezuela.

Profesor Titular de LUZ

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