Retos
para el porvenir
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Si los problemas actuales de
Venezuela son graves, más complejos son los retos que, en el mediano y largo
plazo, debemos enfrentar como sociedad. En estos últimos diecisiete años, la vocación
destructiva del régimen penetró todas las áreas de la nación; prácticamente, no
ha dejado piedra sobre piedra.
A la profunda crisis social
y económica, y a la destrucción de la institucionalidad democrática de la
Republica, se suma el mayúsculo deterioro de valores fundamentales para la
construcción y consolidación de una sociedad libre, responsable, justa y
solidaria. Los esfuerzos que debemos hacer como familia y sociedad deben ir de
la mano con los realizados por los dirigentes políticos, económicos, culturales
y religiosos del país. Definitivamente, todos hacemos falta en la
reconstrucción de la nación venezolana.
La lucha por el cambio
político debe ser simultánea al rescate de los valores ciudadanos y familiares;
no podemos perder tiempo, porque de poco valdría cambiar el régimen si
mantenemos inalterables las conducta y las actitudes que permitieron la
entronización de un modelo político que pervirtió el alma de los venezolanos.
La tarea no es fácil pero
tampoco imposible. Necesitamos aliados comprometidos y consecuentes que nos
ayuden a resolver las contradicciones que impiden que avancemos como sociedad
democrática y civilizada. Los aliados convocados son, en primer lugar, la
familia como núcleo fundamental de la sociedad, cuyas normas, enseñanzas y testimonios
forjan buena parte de nuestras vidas. Las escuelas, liceos y universidades
dirigidas por maestros íntegros con principios, ideas y conocimientos que
complementen las lecciones del hogar y suministren las capacidades
profesionales para aportar al progreso del país. La iglesia, cualquiera sea su
credo, que nos inculca valores éticos y morales, el respeto a Dios, el bien y
el mal y la solidaridad con nuestro prójimo. Familia, educación e iglesia, son
pilares que elevan nuestra responsabilidad y compromiso como ciudadanos dedicados
a luchar por una sociedad donde sea posible una convivencia más fraterna,
respetuosa y solidaria.
El daño ha sido tan profundo
que no sólo debemos avocarnos a cambiar al régimen, esto es sólo uno de los
retos que debemos superar; es necesario extirpar los tumores cancerígenos que
nos enferman y debilitan como sociedad. Debemos construir un país sobre las
bases de una ciudadanía activa y consciente de sus responsabilidades para elegir
gobernantes capaces, probos y sensibles socialmente. Sin buenos ciudadanos
jamás tendremos buenos gobernantes. La ciudadanía activa nos motiva a
participar en los asuntos públicos, evitando que otros decidan por nosotros.
Los verdaderos ciudadanos abandonan sus posiciones de confort y sienten la
necesidad de involucrarse en aquellos procesos directamente relacionados con su
destino como sociedad, no importa el tamaño o la magnitud de tales procesos. Y
esos esfuerzos fortalecen la libertad y la democracia que tantas veces exigimos
y pocas veces protegemos.
Debemos rescatar el valor
del trabajo productivo, acompañado del esfuerzo y la perseverancia. Sin trabajo
no es posible generar riqueza, ni mucho menos distribuirla con equidad. Ya
basta de aplaudir a populistas y holgazanes cuyo propósito es convertirnos en
una sociedad de siervos y esclavos, dependientes de la magnanimidad del Estado.
Los ciudadanos seremos verdadera y permanentemente prósperos gracias a la creatividad,
el ingenio y el trabajo, porque el clientelismo y el asistencialismo estatal
sólo nos proveen pobreza, miseria y atraso. Venezuela es una nación que debe
superar sus desgracias colectivas a través del trabajo productivo de sus
habitantes, porque la inteligencia del pueblo es el mejor antídoto para curar
la mediocridad y la corrupción de políticos nefastos e ignorantes.
Es fundamental convocar el
respeto, la tolerancia y el entendimiento entre nosotros. La violencia y la
anarquía se han apoderado de nuestro sentido común. Ciertamente, las cifras de
criminalidad en Venezuela son mayores que las experimentadas por naciones con eventos
bélicos. Es verdad que la delincuencia se apoderó de las calles, plazas,
iglesias y de nuestros hogares. Vivimos en paranoia permanente. Pero también
debemos reconocer que normalmente tenemos comportamientos más cercanos a las bestias
que a ciudadanos comunes. Sólo basta con salir a la calle cualquier día para
percatarnos de esa cruda realidad. Conductores que infringen las normas de
tránsito; transeúntes que ensucian las calles; jóvenes y no tan jóvenes que
agreden a los demás con palabras soeces o con acciones agresivas. Estamos viviendo
en plena selva, tenemos inoculado odio y rencor social, pensando que sólo los
más fuertes y violentos pueden sobrevivir a esta locura infernal. Somos una
sociedad donde el sosiego, la tranquilidad y la paz están a punto de
desaparecer, como cualquier alimento o medicina en la actualidad. Urge rescatar
entonces las normas de convivencia humana, fraterna, respetuosa y solidaria.
Y por último, y no por eso menos
importante, debemos esforzarnos en elevar el valor de la educación.
Comprometernos como sociedad que la educación es la base del desarrollo
nacional, familiar y personal. Sin educación integral seguiremos siendo un país
donde prevalezca la informalidad, la mediocridad y la corrupción, como
mecanismos para mejorar la calidad de vida. Debemos empecinarnos en exigir una educación
de calidad al alcance de todos, que nos provea de los conocimientos y tecnologías
propias de una sociedad moderna, cuyo capital más importante es el talento e
ingenio de sus habitantes. Además, la educación de calidad nos hace libres y críticos
frente a modelos y formulas ideológicas que pretenden someternos a la voluntad despótica
de una minoría inservible. La educación de calidad y el trabajo productivo, son
aliados fundamentales de la libertad y la democracia que estamos perdiendo por
culpa del totalitarismo revolucionario.
Es el momento de la unidad
efectiva de los venezolanos alrededor de la lucha organizada, pacifica, popular
y democrática para desalojar al régimen forajido y, al propio tiempo, aunar
todos los esfuerzos posibles para superar con inteligencia, perseverancia y
sentido de grandeza los grandes retos que nos harán por siempre una sociedad
pacifica, libre, democrática y con progreso para todos.
Profesor Titular de LUZ
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