miércoles, 4 de mayo de 2016

Retos para el porvenir

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Si los problemas actuales de Venezuela son graves, más complejos son los retos que, en el mediano y largo plazo, debemos enfrentar como sociedad. En estos últimos diecisiete años, la vocación destructiva del régimen penetró todas las áreas de la nación; prácticamente, no ha dejado piedra sobre piedra.

A la profunda crisis social y económica, y a la destrucción de la institucionalidad democrática de la Republica, se suma el mayúsculo deterioro de valores fundamentales para la construcción y consolidación de una sociedad libre, responsable, justa y solidaria. Los esfuerzos que debemos hacer como familia y sociedad deben ir de la mano con los realizados por los dirigentes políticos, económicos, culturales y religiosos del país. Definitivamente, todos hacemos falta en la reconstrucción de la nación venezolana.

La lucha por el cambio político debe ser simultánea al rescate de los valores ciudadanos y familiares; no podemos perder tiempo, porque de poco valdría cambiar el régimen si mantenemos inalterables las conducta y las actitudes que permitieron la entronización de un modelo político que pervirtió el alma de los venezolanos.

La tarea no es fácil pero tampoco imposible. Necesitamos aliados comprometidos y consecuentes que nos ayuden a resolver las contradicciones que impiden que avancemos como sociedad democrática y civilizada. Los aliados convocados son, en primer lugar, la familia como núcleo fundamental de la sociedad, cuyas normas, enseñanzas y testimonios forjan buena parte de nuestras vidas. Las escuelas, liceos y universidades dirigidas por maestros íntegros con principios, ideas y conocimientos que complementen las lecciones del hogar y suministren las capacidades profesionales para aportar al progreso del país. La iglesia, cualquiera sea su credo, que nos inculca valores éticos y morales, el respeto a Dios, el bien y el mal y la solidaridad con nuestro prójimo. Familia, educación e iglesia, son pilares que elevan nuestra responsabilidad y compromiso como ciudadanos dedicados a luchar por una sociedad donde sea posible una convivencia más fraterna, respetuosa y solidaria.

El daño ha sido tan profundo que no sólo debemos avocarnos a cambiar al régimen, esto es sólo uno de los retos que debemos superar; es necesario extirpar los tumores cancerígenos que nos enferman y debilitan como sociedad. Debemos construir un país sobre las bases de una ciudadanía activa y consciente de sus responsabilidades para elegir gobernantes capaces, probos y sensibles socialmente. Sin buenos ciudadanos jamás tendremos buenos gobernantes. La ciudadanía activa nos motiva a participar en los asuntos públicos, evitando que otros decidan por nosotros. Los verdaderos ciudadanos abandonan sus posiciones de confort y sienten la necesidad de involucrarse en aquellos procesos directamente relacionados con su destino como sociedad, no importa el tamaño o la magnitud de tales procesos. Y esos esfuerzos fortalecen la libertad y la democracia que tantas veces exigimos y pocas veces protegemos.

Debemos rescatar el valor del trabajo productivo, acompañado del esfuerzo y la perseverancia. Sin trabajo no es posible generar riqueza, ni mucho menos distribuirla con equidad. Ya basta de aplaudir a populistas y holgazanes cuyo propósito es convertirnos en una sociedad de siervos y esclavos, dependientes de la magnanimidad del Estado. Los ciudadanos seremos verdadera y permanentemente prósperos gracias a la creatividad, el ingenio y el trabajo, porque el clientelismo y el asistencialismo estatal sólo nos proveen pobreza, miseria y atraso. Venezuela es una nación que debe superar sus desgracias colectivas a través del trabajo productivo de sus habitantes, porque la inteligencia del pueblo es el mejor antídoto para curar la mediocridad y la corrupción de políticos nefastos e ignorantes.

Es fundamental convocar el respeto, la tolerancia y el entendimiento entre nosotros. La violencia y la anarquía se han apoderado de nuestro sentido común. Ciertamente, las cifras de criminalidad en Venezuela son mayores que las experimentadas por naciones con eventos bélicos. Es verdad que la delincuencia se apoderó de las calles, plazas, iglesias y de nuestros hogares. Vivimos en paranoia permanente. Pero también debemos reconocer que normalmente tenemos comportamientos más cercanos a las bestias que a ciudadanos comunes. Sólo basta con salir a la calle cualquier día para percatarnos de esa cruda realidad. Conductores que infringen las normas de tránsito; transeúntes que ensucian las calles; jóvenes y no tan jóvenes que agreden a los demás con palabras soeces o con acciones agresivas. Estamos viviendo en plena selva, tenemos inoculado odio y rencor social, pensando que sólo los más fuertes y violentos pueden sobrevivir a esta locura infernal. Somos una sociedad donde el sosiego, la tranquilidad y la paz están a punto de desaparecer, como cualquier alimento o medicina en la actualidad. Urge rescatar entonces las normas de convivencia humana, fraterna, respetuosa y solidaria.

Y por último, y no por eso menos importante, debemos esforzarnos en elevar el valor de la educación. Comprometernos como sociedad que la educación es la base del desarrollo nacional, familiar y personal. Sin educación integral seguiremos siendo un país donde prevalezca la informalidad, la mediocridad y la corrupción, como mecanismos para mejorar la calidad de vida. Debemos empecinarnos en exigir una educación de calidad al alcance de todos, que nos provea de los conocimientos y tecnologías propias de una sociedad moderna, cuyo capital más importante es el talento e ingenio de sus habitantes. Además, la educación de calidad nos hace libres y críticos frente a modelos y formulas ideológicas que pretenden someternos a la voluntad despótica de una minoría inservible. La educación de calidad y el trabajo productivo, son aliados fundamentales de la libertad y la democracia que estamos perdiendo por culpa del totalitarismo revolucionario.

Es el momento de la unidad efectiva de los venezolanos alrededor de la lucha organizada, pacifica, popular y democrática para desalojar al régimen forajido y, al propio tiempo, aunar todos los esfuerzos posibles para superar con inteligencia, perseverancia y sentido de grandeza los grandes retos que nos harán por siempre una sociedad pacifica, libre, democrática y con progreso para todos.

Profesor Titular de LUZ

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