lunes, 9 de mayo de 2016

Construyendo una salida

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Los pueblos buscan incesantemente salidas que le permitan resolver sus crisis por profundas que éstas sean, porque en momentos de dificultades crece la fuerza, la voluntad y la disposición de la gente para construir un futuro más promisorio.

A veces, las alternativas elegidas resultan peor que los problemas que pretenden resolverse, como nos ocurrió en 1998 con Hugo Chávez pero, en todo caso, lo importante es la determinación para abrirse a procesos de cambio que produzcan mejoras sustanciales en la sociedad. Con frecuencia, el cambio enfrenta obstáculos que impiden que fluya a la velocidad deseada por los ciudadanos, sobre todo cuando la lucha es contra regímenes dictatoriales como el de Nicolás Maduro. Allí radica la inteligencia, perseverancia y prudencia de los líderes y del pueblo que los acompaña, en el camino para luchar por el bienestar de las mayorías. Lo que alcanzamos con facilidad y sin mayores sacrificios tiene frecuentemente una existencia efímera, es como agua que se escapa de nuestras manos.

Esa es la situación en la que nos encontramos hoy por hoy los venezolanos. La palabra cambio se ha convertido en la principal demanda del país, adueñándose de la mente y los sueños de millones de compatriotas, esperanzados que más temprano que tarde podamos salir de esta pesadilla que ya luce infinita. No nos ha tocado fácil y tampoco serán fáciles los días por venir. Debemos prepararnos emocional, física y espiritualmente para sortear con éxito las trabas, manipulaciones y subterfugios de un régimen agónico que se resiste comprender la realidad, porque les aterra las consecuencias políticas y judiciales que les espera una vez que estén fuera del poder. Ya no tendrán a su lado magistrados y jueces tarifados e inmorales ni la corrupta cúpula militar que los proteja de sus delitos.

Al evaluar el actual escenario político venezolano, debemos admitir que la situación es compleja y muy delicada. El régimen pretende proyectar la sensación que aquí no hay posibilidad de un cambio; que los intentos pacíficos, constitucionales y democráticos de la oposición están condenados al fracaso, porque los poderes públicos conspiran para el mantenimiento del status quo, a sabiendas que el régimen no cuenta con el apoyo y la legitimidad popular. No se cansan de inventar pretextos para evitar lo inevitable. Pero el final del régimen está más cerca de lo que algunos creen.

Definitivamente, la situación a la que nos ha llevado la revolución chavista-madurista es inaguantable, invivible, desesperada. No hay posibilidad alguna que el régimen revierta el estado de postración de la nación; ellos lo saben exactamente y por eso juegan a que el país se destruya con ellos, sin importar las nefastas consecuencias. Pero lo que no sabe el régimen es que el pueblo, si bien es cierto se ha equivocado varias veces, es más inteligente que los mediocres e ignorantes que nos mal gobiernan. Mientras más trabas nos coloquen, peor para ellos. Están jugando con candela y pueden quemarse porque la paciencia de los venezolanos tiene un límite y no estamos dispuestos a inmolarnos por quienes nos llenaron de desgracias y pobreza. Cuando el barco empieza a hundirse salen a flote las ratas y entre ellos hay unas cuantas.

El pueblo quiere cambio y no va aceptar que nadie le tuerza su voluntad soberana. La recolección de más de 2 millones de firmas en tiempo record –cuando sólo se necesitaban un poco más de 190.000- es una demostración fehaciente de la fuerza indetenible de millones de venezolanos. Si el CNE pretende darle largas a la activación y convocatoria del referéndum revocatorio, violando todas las normas constitucionales, tendrá que enfrentar a un pueblo que sigilosamente se está organizando para salir a la calle y demandar lo que en justa razón le corresponde.

Ellos podrán decir lo que les dé la gana. El juego del régimen es no abandonar el poder, pero la exigencia de los que verdaderamente representamos la mayoría es darnos la oportunidad de un nuevo gobierno que con capacidad, honestidad e inclusión ponga orden a este desmadre y plantee con responsabilidad y compromiso que, a pesar de la destrucción del país, existen reservas humanas y morales para administrar con eficiencia los pocos recursos que nos dejaron, pero con la confianza suficiente para que nuevas inversiones inicien la construcción de un país donde, en primer lugar, tengamos satisfechas las necesidades básicas y progresivamente alcancemos una calidad de vida digna de todos los venezolanos.

No tengamos miedo, nos están haciendo la vida de cuadritos pero la fe, perseverancia y esperanza de los venezolanos es más poderosa que la maldad y mezquindad de unos zánganos que no merecen seguir gobernándonos. Si el régimen no quiere escuchar al pueblo, entonces el pueblo en la calle pacífica y democráticamente hará valer sus legítimas aspiraciones. No se equivoquen con un pueblo que, aunque ustedes no lo crean, dejó de ser pendejo y de creer en pajaritos preñados o en aquellos que le hablan a Maduro en sus frecuentes momentos de infantil locura.

Profesor Titular de LUZ

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