miércoles, 8 de junio de 2016

La conveniencia o la utilización del diálogo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El diálogo es parte fundamental en los procesos de negociación que caracteriza a las democracias. Es el mecanismo civilizado para dirimir las diferencias y solucionar los conflictos. Pero para que el diálogo  produzca buenos resultados, debe fundamentarse en normas aceptadas por ambas partes porque, de lo contrario, pierde su poder como vía para evitar la profundización de la crisis.

Nuestro país se debate en estos difíciles días, entre un diálogo que provoque una salida pacífica a la pavorosa crisis que vivimos, o en un estallido social con consecuencias impredecibles. El problema estriba en que el régimen quiere usar el diálogo para ganar tiempo, colocando unilateralmente las condiciones y los facilitadores del diálogo. En pocas palabras, el gobierno de Maduro quiere pagarse y darse el vuelto, sin importarle la dramática situación que vivimos todos los venezolanos.

Los venezolanos queremos un diálogo que nos permita vivir en paz; que de una vez por todas garantice las condiciones para un cambio político que nos libere de esta mafia gobernante. De ninguna manera, el diálogo debe servir para que los que han saqueado al país sigan gobernando, sigan destruyendo lo poco que queda en pie, mientras millones de venezolanos mueren de hambre porque no hay alimentos; mueren por falta de atención médica y medicamentos; o mueren porque son vilmente asesinados en manos de delincuentes protegidos por los cuerpos de seguridad del Estado. Ese es el diálogo al que apuesta el régimen, ignorando el clamor de más del 80% de los venezolanos que demanda cambio y bienestar, porque sencillamente con Maduro no existe la mínima posibilidad de mejoría.  

El diálogo que defiende el régimen es falso, sólo es usado para sus intereses de perpetuarse en el poder, porque los sufrimientos del pueblo venezolano jamás les han preocupado. Siguen insistiendo que este caos es culpa de otros, porque en más de diecisiete años ellos le han dado paz y bienestar a la nación. Que inmorales son. Siguen insistiendo en un discurso manipulador, malgastando millones de dólares en publicidad y en la diplomacia petrolera, para hacer creer que la oposición democrática es la culpable de todos nuestros males; pretenden hacernos creer que la oposición es violenta e intenta salir de Maduro a través de un golpe de estado o desestabilizando al país. Ellos son los únicos golpistas que juegan con la paciencia de un pueblo que se cansó de tanta indignidad.

Qué equivocados están estos revolucionarios de pacotilla; siguen pensando igual que cuando poseían el apoyo mayoritario de la gente, circunstancias en las que Chávez se creía un ser providencial con poder y capacidad para aniquilar a sus opositores y hacer realidad todos sus caprichos megalómanos. Todavía una minoría de estos corruptos piensa que tienen tanto poder como para controlar y secuestrar el destino de todo un país.

Las cosas cambiaron en este país. Los ex presidentes Zapatero, Fernández y Torrijos –facilitadores del diálogo que promueve el régimen- piensan que el tiempo de las negociaciones que maneja el gobierno se ajusta al tiempo de un pueblo con hambre, que ya no aguanta más tantos sufrimientos. La paciencia llegó a sus límites y lo que este pueblo quiere es la activación de un mecanismo constitucional que permita, a la mayor brevedad posible, concretar un cambio que traiga consigo la salida de Maduro del poder y, a través de los votos, elegir un nuevo gobierno que convoque la unidad nacional para dirigir un gobierno de emergencia que coadyuve a la solución de los graves problemas que heredamos de la revolución. Así de sencillo, no queremos otra cosa.

El interés de mantenerse en el poder, o de conquistarlo, no puede ser superior a las legítimas demandas de la nación que clama por la llegada de mejores tiempos, que nos permitan recobrar la paz, la libertad, la justicia y el progreso que perdimos en tiempos de una revolución corrupta e inepta. Ni los facilitadores o chulos internacionales, ni los más radicales del régimen que defienden lo indefendible, ni aquellos que quieren mantenerse en el poder por miedo a la justicia, tienen derecho a doblegar la voluntad de un país que está dispuesto apoyar el referéndum revocatorio como el mecanismo más expedito para hacer posible el cambio constitucional que todos aspiramos.

En estos momentos de tanta aflicción, la prioridad son los derechos y necesidades de los venezolanos, y no la defensa de un gobierno que perdió el rumbo y quiere arrastrarnos a un caos descomunal como nunca lo hemos vivido. Dios quiera, que los más prudentes del oficialismo, tengan suficiente voluntad y coraje para presionar a un presidente que vive su propio laberinto, cada vez más lejos de la realidad que atraviesa el país que desgobierna, so pena de ser eliminados de la escena política venezolana.

El diálogo verdadero y fructífero es el principal aliado del referéndum revocatorio, por tal razón debemos seguir apoyando e impulsando todas las iniciativas que permitan realizarlo. La salida pacífica, electoral y constitucional de Nicolás Maduro es lo mejor que puede sucedernos. Sigamos luchando porque el hambre de Venezuela no espera más. Ojala el régimen entienda de una buena vez esta realidad y evite, junto a las irresponsables rectoras del CNE, el derramamiento de sangre inocente que desembocaría en mayor violencia, pobreza y degradación moral.

Profesor Titular de LUZ

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