¡No
tendrán el perdón de los venezolanos!
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Sólo el Señor es el Juez Supremo
para castigar o perdonar los pecados de los hombres, pero pienso que las
conductas orientadas por la maldad merecen el rechazo contundente y el castigo
social de la mayoría de los ciudadanos. Existen ofensas y humillaciones que
quedan grabadas en el alma de los pueblos y, a pesar del transcurso del tiempo,
no pueden ser borradas. Permanecen vivas en el recuerdo y son transmitidas de generación
en generación. Quién puede olvidar acaso
el genocidio de millones de judíos y gitanos cometidos por Hitler y sus secuaces;
o, más recientemente, la muerte y desaparición de estudiantes en la localidad
de Iguala, en el estado de Guerrero en México. Son actos ignominiosos que desnudan
el odio y la perversión de algunos seres humanos en contra de su prójimo.
Por eso quienes han ofendido,
humillando y martirizando al pueblo de Venezuela, en estos últimos diecisiete años,
difícilmente recibirán el perdón de los venezolanos; esas ofensas no pueden ser
almacenadas en el baúl del olvido porque la magnitud del daño ha sido enorme e
infame. Créanme, que no pretendo estimular una venganza que desemboque en más confrontación
y violencia desbordada; sólo deseo que haya justicia y que los venezolanos no olvidemos
estas atrocidades para que jamás volvamos a tener como gobernantes a forajidos
inmorales como estos revolucionarios hipócritas y de doble moral.
La justicia tarda pero
siempre llega, y ningún hombre por poderoso que sea escapa de ella. La muerte
de niños venezolanos por la escasez de medicinas para el cáncer y otras
enfermedades crónicas, o por falta de leche y de alimentos, no quedará impune.
El llanto y el sufrimiento de las madres que han perdido a sus hijos serán recompensados por la misericordia del
Señor, pero aquellos que propiciaron la muerte de inocentes recibirán el
repudio de todo un país y seguramente del mundo. No podemos olvidar que este régimen
se empeña en negar una crisis humanitaria que ellos crearon y, mucho peor, bloquean toda ayuda internacional que pueda
minimizar nuestra agonía.
No tendrán perdón social por
su lengua mentirosa, por la maquinación de perversas acciones y porque sus pies
corren presurosos al mal. Serán castigados por este pueblo porque la voracidad
de su grotesca corrupción, saqueó el dinero de los venezolanos y ahora vivimos la
peor pobreza y las más grandes calamidades de nuestra historia; por culpa de
esos delincuentes de cuello rojo, nuestro pueblo se muere de hambre, clamando
con desesperación y angustia alimentos y medicinas, mientras que los cuerpos de
seguridad los reprime y masacra por protestar pacíficamente. Y ese es un crimen
abominable, que debe llenarnos de fuerza para que la justicia los encuentre en
el último rincón donde se escondan, como ratas atemorizadas clamando piedad.
No tendrán perdón de los
venezolanos porque han sometido a nuestros ancianos a una crueldad
indescriptible, al negarles la paz y la tranquilidad que merecen, los alimentos
y la asistencia médica cuando ya está cerca el final de sus días terrenales,
después de habernos entregado todo su amor, esfuerzos y dedicación. No han
tenido misericordia con nadie y por eso serán castigados.
No tendrán perdón porque sembraron
la discordia entre hermanos, dividiendo a un pueblo solidario y fraterno.
Inocularon la división de un pueblo que siempre mostró amor y tolerancia para
superar las diferencias que se suscitan normalmente en la vida diaria. Estos
impíos sembraron el odio, el rencor y el resentimiento, con la pretensión de
poner a luchar a pueblo contra pueblo, a cambio de defender una ideología que
nos llenó de desgracias.
No tendrán perdón porque han
forjado embustes y falsos testimonios para tratar de librarse de las maldades
que engendran sus corazones, culpando a inocentes de los sufrimientos que
padecemos gracias a sus perversiones. Han pretendido engañar al país con una
falsa paz y un dialogo en el que no creen, y han comprado la conciencia de ciertos
gobernantes e instancias internacionales, a través de la chequera petrolera,
fabricando mentiras y patrañas que inmediatamente quedan al descubierto con su
discurso soez y violento, y con acciones
que violan flagrantemente los derechos fundamentales de los venezolanos.
No tendrán perdón porque son
cientos de miles los venezolanos vilmente asesinados durante estos diecisiete
años, en manos de delincuentes y colectivos que reciben la protección y la
impunidad por parte de las autoridades. No podrán ser perdonados, porque la
avaricia e inmoralidad de jueces al servicio del poder corrompido, han
encarcelado a venezolanos inocentes que se atrevieron a defender los derechos
ciudadanos y rescatar la libertad y la democracia de la nación. Nuestros presos
políticos –dirigentes, ciudadanos comunes y estudiantes- gozarán más temprano que
tarde del disfrute pleno de la libertad y la alegría del reencuentro con sus
familias y amigos.
Ellos recibirán el castigo
social porque destruyeron la luz y los vivos colores que acompañaban nuestros
amaneceres y atardeceres, llenándonos de sombras que proyectan la oscuridad y
las ruinas de un país que ha perdido sus sueños y esperanzas; ellos sembraron
el luto donde antes había alegría, el miedo donde había libertad, y la muerte
donde antes existió la vida.
Este régimen ha separado a
miles de familias venezolanas, convirtiéndonos en un país migrante cuando antes
extendíamos nuestros brazos solidarios para recibir a extranjeros que confiaban
en las potencialidades de esta tierra de gracia. Hoy con lágrimas y un dolor
que desgarra nuestros corazones, debemos despedir a nuestros hijos que, en
búsqueda de un mejor porvenir, se ven obligados abandonar su país, su familia,
sus afectos y sus recuerdos. Ese sufrimiento que hoy nos entristece, por culpa
de unos desalmados que desprecian el talento de nuestros jóvenes y profesionales,
será retribuido grandemente por la misericordia divina.
Serán castigados quienes
abusan de la arrogancia del poder, e impiden a millones de venezolanos
transitar por la vía constitucional, electoral y pacífica para hacer posible el
cambio de rumbo de un país que ya no puede soportar más desidia, injusticia y
miseria. Por eso, el peor castigo que por ahora podemos propinarle a esta mafia
que nos desgobierna, es organizarnos y trabajar afanosamente para superar las triquiñuelas
que desde el CNE y Miraflores han inventado para impedir el referéndum revocatorio
contra Nicolás Maduro. Que nada nos detenga, que nada nos desmotive,
desmoralice y desmovilice. Su final está cerca porque éste es un régimen agónico
pero aún muy peligroso.
Por último, tengamos
presente que “donde hay soberbia, allí habrá ignominia; más donde hay humildad,
habrá sabiduría… De nada servirán las riquezas en el dia de la venganza,
más la justicia nos librará de la
muerte” (Proverbios XI: 2, 4).
Profesor Titular de LUZ
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