martes, 14 de junio de 2016

¡No tendrán el perdón de los venezolanos!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Sólo el Señor es el Juez Supremo para castigar o perdonar los pecados de los hombres, pero pienso que las conductas orientadas por la maldad merecen el rechazo contundente y el castigo social de la mayoría de los ciudadanos. Existen ofensas y humillaciones que quedan grabadas en el alma de los pueblos y, a pesar del transcurso del tiempo, no pueden ser borradas. Permanecen vivas en el recuerdo y son transmitidas de generación en generación. Quién  puede olvidar acaso el genocidio de millones de judíos y gitanos cometidos por Hitler y sus secuaces; o, más recientemente, la muerte y desaparición de estudiantes en la localidad de Iguala, en el estado de Guerrero en México. Son actos ignominiosos que desnudan el odio y la perversión de algunos seres humanos en contra de su prójimo.

Por eso quienes han ofendido, humillando y martirizando al pueblo de Venezuela, en estos últimos diecisiete años, difícilmente recibirán el perdón de los venezolanos; esas ofensas no pueden ser almacenadas en el baúl del olvido porque la magnitud del daño ha sido enorme e infame. Créanme, que no pretendo estimular una venganza que desemboque en más confrontación y violencia desbordada; sólo deseo que haya justicia y que los venezolanos no olvidemos estas atrocidades para que jamás volvamos a tener como gobernantes a forajidos inmorales como estos revolucionarios hipócritas y de doble moral.

La justicia tarda pero siempre llega, y ningún hombre por poderoso que sea escapa de ella. La muerte de niños venezolanos por la escasez de medicinas para el cáncer y otras enfermedades crónicas, o por falta de leche y de alimentos, no quedará impune. El llanto y el sufrimiento de las madres que han perdido a sus hijos  serán recompensados por la misericordia del Señor, pero aquellos que propiciaron la muerte de inocentes recibirán el repudio de todo un país y seguramente del mundo. No podemos olvidar que este régimen se empeña en negar una crisis humanitaria que ellos crearon y, mucho peor,  bloquean toda ayuda internacional que pueda minimizar nuestra agonía.

No tendrán perdón social por su lengua mentirosa, por la maquinación de perversas acciones y porque sus pies corren presurosos al mal. Serán castigados por este pueblo porque la voracidad de su grotesca corrupción, saqueó el dinero de los venezolanos y ahora vivimos la peor pobreza y las más grandes calamidades de nuestra historia; por culpa de esos delincuentes de cuello rojo, nuestro pueblo se muere de hambre, clamando con desesperación y angustia alimentos y medicinas, mientras que los cuerpos de seguridad los reprime y masacra por protestar pacíficamente. Y ese es un crimen abominable, que debe llenarnos de fuerza para que la justicia los encuentre en el último rincón donde se escondan, como ratas atemorizadas clamando piedad.

No tendrán perdón de los venezolanos porque han sometido a nuestros ancianos a una crueldad indescriptible, al negarles la paz y la tranquilidad que merecen, los alimentos y la asistencia médica cuando ya está cerca el final de sus días terrenales, después de habernos entregado todo su amor, esfuerzos y dedicación. No han tenido misericordia con nadie y por eso serán castigados.

No tendrán perdón porque sembraron la discordia entre hermanos, dividiendo a un pueblo solidario y fraterno. Inocularon la división de un pueblo que siempre mostró amor y tolerancia para superar las diferencias que se suscitan normalmente en la vida diaria. Estos impíos sembraron el odio, el rencor y el resentimiento, con la pretensión de poner a luchar a pueblo contra pueblo, a cambio de defender una ideología que nos llenó de desgracias.
No tendrán perdón porque han forjado embustes y falsos testimonios para tratar de librarse de las maldades que engendran sus corazones, culpando a inocentes de los sufrimientos que padecemos gracias a sus perversiones. Han pretendido engañar al país con una falsa paz y un dialogo en el que no creen, y han comprado la conciencia de ciertos gobernantes e instancias internacionales, a través de la chequera petrolera, fabricando mentiras y patrañas que inmediatamente quedan al descubierto con su discurso soez  y violento, y con acciones que violan flagrantemente los derechos fundamentales de los venezolanos.

No tendrán perdón porque son cientos de miles los venezolanos vilmente asesinados durante estos diecisiete años, en manos de delincuentes y colectivos que reciben la protección y la impunidad por parte de las autoridades. No podrán ser perdonados, porque la avaricia e inmoralidad de jueces al servicio del poder corrompido, han encarcelado a venezolanos inocentes que se atrevieron a defender los derechos ciudadanos y rescatar la libertad y la democracia de la nación. Nuestros presos políticos –dirigentes, ciudadanos comunes y estudiantes- gozarán más temprano que tarde del disfrute pleno de la libertad y la alegría del reencuentro con sus familias y amigos.

Ellos recibirán el castigo social porque destruyeron la luz y los vivos colores que acompañaban nuestros amaneceres y atardeceres, llenándonos de sombras que proyectan la oscuridad y las ruinas de un país que ha perdido sus sueños y esperanzas; ellos sembraron el luto donde antes había alegría, el miedo donde había libertad, y la muerte donde antes existió la vida.

Este régimen ha separado a miles de familias venezolanas, convirtiéndonos en un país migrante cuando antes extendíamos nuestros brazos solidarios para recibir a extranjeros que confiaban en las potencialidades de esta tierra de gracia. Hoy con lágrimas y un dolor que desgarra nuestros corazones, debemos despedir a nuestros hijos que, en búsqueda de un mejor porvenir, se ven obligados abandonar su país, su familia, sus afectos y sus recuerdos. Ese sufrimiento que hoy nos entristece, por culpa de unos desalmados que desprecian el talento de nuestros jóvenes y profesionales, será retribuido grandemente por la misericordia divina.

Serán castigados quienes abusan de la arrogancia del poder, e impiden a millones de venezolanos transitar por la vía constitucional, electoral y pacífica para hacer posible el cambio de rumbo de un país que ya no puede soportar más desidia, injusticia y miseria. Por eso, el peor castigo que por ahora podemos propinarle a esta mafia que nos desgobierna, es organizarnos y trabajar afanosamente para superar las triquiñuelas que desde el CNE y Miraflores han inventado para impedir el referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro. Que nada nos detenga, que nada nos desmotive, desmoralice y desmovilice. Su final está cerca porque éste es un régimen agónico pero aún muy peligroso. 

Por último,  tengamos presente que “donde hay soberbia, allí habrá ignominia; más donde hay humildad, habrá sabiduría… De nada servirán las riquezas en el dia de la venganza, más  la justicia nos librará de la muerte” (Proverbios XI: 2, 4).

Profesor Titular de LUZ

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