miércoles, 25 de octubre de 2017

¡Insólito!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Me había prometido no echarle más leña al fuego con el tema de la unidad de la oposición, dejándoles ese trabajo a los guerreros del Twitter, pero el insólito curso de los últimos acontecimientos me obligan a expresar algunas ideas sobre tan polémico y complejo asunto. La oposición venezolano bregó durante mucho tiempo hasta lograr dinamitar su bien más preciado, como es la unidad. Aunque valdría la pena preguntarse, ¿acaso hubo alguna vez unidad política, estratégica y de largo alcance entre la dirigencia opositora, o lo que prevaleció más bien fue una unidad coyuntural y electoral, impregnada del cálculo político?

Resulta difícil comprender las divisiones y contradicciones que gravitan alrededor de la oposición venezolana, precisamente, en circunstancias tan desfavorables para el gobierno. Por un lado, Maduro proyecta su mayor incapacidad para resolver los problemas del país y, por otro lado, la profunda crisis nos sumerge en una miseria espantosa. Y todavía con tan nefastas consecuencias, el régimen logró uno de sus principales objetivos, pulverizar a la oposición a través de un enfrentamiento irracional entre las diferentes facciones que integran la Mesa de la Unidad.

El 23 de octubre de 2017 debemos recordarlo como la fecha en la que la unidad de la oposición, tal como había funcionado hasta ahora, desapareció para dar paso a nuevos episodios cuyo desenlace aún desconocemos. Lo cierto es que, de ahora en adelante, se instaura una fase más dura y larga en la lucha por el rescate de la libertad y la reinstitucionalización democrática de Venezuela. La dictadura, en cambio, muestra orgullosa sus logros políticos, mientras que la inmensa mayoría de los venezolanos entran en una nueva fase de confusión y frustración, acompañada por un sentimiento de desconfianza e incredulidad en el estamento político de la nación. Por esta vía nos acercamos aceleradamente a la antipolítica, actitud que facilitó el ascenso de Chávez al poder en 1998.

La juramentación de los cuatro gobernadores de Acción Democrática, ante la ANC, puede considerarse como el punto de quiebre de la oposición democrática. Existen razones de sobras para justificar la presencia o no ante la constituyente ilegítima y espuria; que cada quien asuma su responsabilidad ante la historia, pero lo que me parece aborrecible y totalmente absurdo es la división frontal y definitiva de la oposición en un asunto que pudo tener un mejor final. La actitud correcta era que los gobernadores actuasen en bloque, tal como lo señaló reiteradamente Juan Pablo Guanipa, para proyectar una visión de unidad y fortaleza moral frente al jolgorio del régimen por una victoria electoral amañada que no refleja la voluntad libre y soberana de la mayoría de los venezolanos. Lo correcto era mantenerse en unidad frente a las arbitrariedades, abusos y vejámenes de un régimen dictatorial que logró que algunos sectores de la oposición legitimaran lo que el pueblo había repudiado desde hace tiempo.

Como defensor ferviente de la unidad, hago votos para que la oposición venezolana vuelva al cauce y se coloque a la altura de su responsabilidad y compromiso con la patria; convencido estoy que sin la unidad, la inteligencia, el desprendimiento y el patriotismo de los partidos democráticos, nos costará mucho más armar una estrategia que haga posible el cambio del rumbo político de la nación, con el apoyo y la comprensión de las mayorías nacionales. Para ello, hace falta asumir con gallardía los errores cometidos e iniciar un proceso de pedagogía y madurez políticas que responsablemente tracen el camino para la solución de la crisis, dando a conocer las dificultades y obstáculos para alcanzar el objetivo; sólo así los venezolanos sentiremos que los políticos nos están hablando con la verdad y podremos sumarnos con mayor compromiso para liberar a Venezuela de esta dictadura incapaz, corrupta e inmoral.

La oposición debe acometer un proceso de autocrítica sincera y racional para renovar la confianza de sus conciudadanos y reconstruir, de esa manera, una conexión emocional fuerte y duradera con todos los sectores de la vida nacional. Asimismo, la oposición debe mantener una comunicación transparente y permanente con el pueblo venezolano, sin esconder nada por miedo de ser atacada u odiada. Lo que se hace a escondidas, siempre sale a la luz pública con las terribles consecuencias que generan la burla y el engaño al pueblo. En esta nueva etapa de la oposición, en la que debería privar la sensatez y el bienestar colectivo, es necesario sepultar las descalificaciones internas que provienen de lenguas envenenadas por la impulsividad y la falta de sindéresis de algunos dirigentes. Es momento oportuno para colocar un freno a tantos disparates e inconsecuencias que aumentan el desánimo y frustración de la gente; es hora que nuestros políticos actúen conforme a lo que pregonan en sus discursos y empiecen a ser más serios y coherentes. 

Es la hora de defender los supremos intereses de los venezolanos y dejar a un lado los cálculos políticos  y las carantoñas con el  régimen con la idea de garantizarse ciertos beneficios y prebendas. Es hora, carajo, que los políticos se pongan los pantalones largos y reconozcan al verdadero enemigo de los venezolanos, porque estoy seguro que, en estos momentos, el culpable de nuestras desgracias está bailando una salsa caraqueña, al ver el triste espectáculo que ofrece una oposición dividida y sin rumbo.

Es insólito, inaudito e increíble que la oposición esté cavando su propia tumba, en vez de aprovechar con inteligencia las oportunidades generadas por la incapacidad de un régimen reconocido como dictadura por gran parte de las naciones civilizadas; en vez de hacerle frente a los abusos y trampas orquestadas el 15-O, como continuidad del 30-J, están insultándose tan soezmente que con dificultad podrán recoger esas palabras en un futuro inmediato.

Este triste espectáculo de la oposición nos desmotiva a quienes confiamos en la madurez y desprendimiento de los políticos, convencido que son ellos parte fundamental de esta lucha. Pero ahora, ¿qué va a pasar? Con tristeza percibo, muy a pesar de mis deseos, el empoderamiento ilegítimo, abusivo y autoritario de Maduro, acompañado del peligroso y explosivo empeoramiento de la crisis nacional. Frente a esta tragedia, observáremos ciudadanos desencantados que no encuentran razones válidas para votar, que no confían más en los políticos, que decidirán marcharse del país o que se cruzarán de brazos movidos por una anomia que puede terminar de enterrar los valores democráticos que todavía tenemos.

Ojalá políticos, ciudadanos y organizaciones sociales podamos entender la inmensidad de esta tragedia que destruye el presente y secuestra el futuro de la nación, para que asumamos con valentía y firmeza el compromiso de liberar a nuestra patria de esta plaga que en mala hora llegó al poder. Si no entendemos la gravedad del asunto, entonces, diremos con llanto desgarrador, ¡Grande Maduro, contra todo pronóstico lograste el propósito de destruir a Venezuela y a los venezolanos!

Profesor Titular de LUZ  

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