A
pesar de las dificultades, votar es la opción
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
La situación del país es dura
e inaguantable; millones de venezolanos están viviendo en pobreza crítica o
están pasando mucho trabajo para lograr sobrevivir. La crisis venezolana es un
hecho que no tiene justificación alguna, sólo es culpa de una minoría
gobernante que se dio a la tarea de arruinar a un país inarruinable. El régimen
tiene la extraordinaria capacidad de destruir todo lo que toca, sin posibilidad
de enmendar los errores cometidos.
El país entero conoce y
padece las dramáticas consecuencias de esta crisis que se metió en todos los
rincones de la sociedad venezolana; sabemos además quién es el culpable de la
debacle del país. Atrás quedaron las opiniones que eximían a Chávez de toda
responsabilidad porque sus ministros no le hacían caso. Tampoco ha servido de
mucho el gasto dispendioso en propaganda y publicidad del régimen para culpar a
la guerra económica de las locuras y disparates de Nicolás Maduro. Aquí casi
todo el mundo está clarito de lo que está sucediendo en Venezuela y, entonces,
¿por qué seguimos abrigando dudas sobre lo que somos capaces de hacer cuando
decidimos actuar unidos y con inteligencia?,
¿por qué seguimos endosándole al gobierno y a sus cómplices regionales
una fuerza que ya perdieron?, ¿cuál es la razón para seguir negándonos las
posibilidades ciertas de transitar por el cambio que aspiramos? Esas
interrogantes aún están presentes en muchos venezolanos, a pesar de saber quién
es el adversario y cómo podemos debilitarlo.
Uno de los mecanismos que permiten
fortalecernos y consolidar la lucha para la construcción de un destino
favorable para todos, es el voto; un instrumento democrático del que todavía algunos
tienen dudas y hasta recelos. Resulta difícil entender que, después de más de
18 años de la tragedia revolucionaria, ciertos sectores opositores estén
debatiéndose entre la idea de votar o no, expresando opiniones baladíes para
justificar la abstención. No encuentro pretexto alguno para estimular la
abstención, a excepción de lo ocurrido con el bodrio inconstitucional de la
constituyente madurista. Lo demás es buscarle las cinco patas al gato,
aduciendo razones que terminan por beneficiar precisamente al culpable del
desmadre del país.
A pesar de lo mucho que se
ha hablado en los últimos días, imaginemos por un momento que el régimen gane
la mayoría de las gobernaciones porque los electores de la oposición no
salieron a votar. ¿Qué pasaría a partir del 16 de octubre? Pues bien, el
régimen tendría razones para afirmar que la cacareada mayoría de la oposición
es una mentira más, con lo cual se fortalecería convencido que cuenta con apoyo
suficiente para profundizar este modelo político hambreador y corrupto. En tal
sentido, por la inconsecuencia de los opositores abstencionistas se agravarían
los problemas del país, hundiéndonos cada día en la miseria revolucionaria. Con
semejante escenario, Maduro tomaría oxígeno y alargaría su desastrosa estadía
en Miraflores. Por otra parte, la comunidad internacional tendría razones para
dudar sobre la legitimidad de la lucha democrática, debilitándose la percepción
de que Maduro es el verdadero culpable de los sufrimientos de los venezolanos. En definitiva, todo lo que hemos ganado en estos últimos años, lo perderíamos en
un solo día gracias a la incomprensible actitud de unos venezolanos que
deseando un cambio, siguen amarrados a la sombra de un presente que asesina
nuestro futuro.
Ahora imaginemos que sea la
oposición la que obtenga la mayoría de las gobernaciones, escenario
absolutamente posible si la participación electoral es superior al 60%. En ese
caso, confirmaríamos que somos la nueva mayoría nacional obtenida desde las
parlamentarias del 2015. Se debilitaría el régimen, no importa si deciden
instaurar el guión de siempre: saboteo, persecución y criminalización de los
nuevos gobernadores. Si el régimen asume ese comportamiento, les irá peor
porque ya no habría duda alguna de su vocación autoritaria y del modelo
dictatorial que están implantando en Venezuela. La debilidad pretenderían
esconderla con represión, típico de los gobiernos que están de despedida.
Asimismo, se crearían condiciones más favorables y equitativas para la
oposición en un proceso de negociación con el régimen, en la búsqueda de una
salida política y pacífica que nos encamine a una transición y a un nuevo
gobierno en un tiempo más perentorio. Por si fuera poco, los ojos de la comunidad
internacional se volcarían con más fuerza y determinación sobre el caso
venezolano, a fin de continuar colaborando con la solución de esta pavorosa
crisis. Pero, además, tendríamos la inmensa dicha de disfrutar la victoria de
la democracia sobre la tiranía y eso, apreciados lectores, no tiene valor acompañada
con un rico dulce de lechosa.
Esos son los dos escenarios
posibles después del 15 de octubre. Si decidimos que, a pesar de las
dificultades, votar es la opción, entonces, estaremos frente a un escenario
auspicioso que nos llenará de fuerzas y tendremos muchas más razones para
seguir luchando por el país que queremos, convencidos que la razón nos asiste y
estamos haciendo lo correcto para alcanzar la meta que anhela el 80% del país;
si, por el contrario, decidimos quedarnos de brazos cruzados, esperando que
otros decidan por nosotros, en la búsqueda incesante de encontrar pretextos
para no votar, entonces, el adversario que deseamos combatir se fortalecerá y,
en ese escenario favorable para el régimen, la lucha por el cambio será mucho
más traumática y la llegada de un mejor porvenir para los venezolanos sería a
largo plazo.
Tenemos la decisión en
nuestras manos; sólo de nosotros depende lo que queremos para Venezuela en los
próximos tiempos. De mi parte, estoy convencido que la mejor opción es ir a
votar por los candidatos de la Unidad Democrática porque de esa manera
estaremos contribuyendo significativamente con el supremo interés de rescatar
la libertad, la democracia, el progreso y la decencia de los venezolanos. Por
eso, ¡yo si voy a votar!
Profesor Titular de LUZ
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