Vuelta
a la patria
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
¡Cuán predecible es el
régimen! Al saberse amenazados, reaccionan como fiera herida. Y cuando reaccionan
es porque las cosas no están saliendo como desean. Hasta hace pocos días, la
dictadura no le había prestado interés alguno al tema de la diáspora; creyeron
que era un burdo show tipo Hollywood orquestado por la derecha para conspirar
contra la revolución. La verdad es que la emigración venezolana es un tema
doloroso y complejo que está cobrando dimensiones universales, que el régimen no
podrá esconder con el bodrio propagandístico denominado “Vuelta a la patria”,
al que desde el principio se le vieron las costuras. Definitivamente, estos
forajidos en el poder son cínicos, desalmados y enfermizamente mentirosos, cuya
principal referencia es el flamante ministro de Comunicación.
Sólo un régimen de esta
calaña juega con la desgracia de un pueblo que, más que huir, es expulsado de
su tierra, por culpa de una dictadura que le niega la mínima posibilidad de tener
una vida digna; que destruye todas las oportunidades
para trabajar, estudiar y vivir en condiciones aceptables para un ser humano.
Esa es la verdadera realidad que explica el éxodo venezolano, considerado como
el mayor flujo migratorio de América Latina de todos los tiempos.
La tragedia que viven los
migrantes venezolanos es inhumana. Tanto los que caminan cientos de kilómetros por
páramos en los que algunos han fallecido, como los refugiados en campamentos fronterizos
en espera de hospedaje y alimentos, u otros miles de miles que dejan a sus
familiares y amigos más cercanos en búsqueda de un mejor futuro, porque
quedarse en Venezuela significa dejarse morir.
En anteriores artículos he
referido las cifras dantescas de la diáspora venezolana. Se calcula que para
finales de junio del 2018, habían salido del país más de cinco millones y medio
de compatriotas, lo que equivale al 17% de la población de la nación. Lo más
grave, es que el éxodo va a aumentar en los próximos meses, como consecuencia del
paquetazo de Maduro. Con el incremento de la pobreza y el hambre, sobran las
razones para huir del país buscando mejores condiciones de vida.
La diáspora venezolana se ha
transformado en un problema de Estado para muchas naciones latinoamericanas.
Con frecuencia, las relaciones internacionales proyectan una doble moral
sustentada en la defensa de los intereses nacionales; por un lado, critican al
régimen por considerarlo una dictadura deleznable, pero por otro lado algunas
transnacionales firman contratos de negocios con la misma dictadura,
inyectándole dólares que la oxigenan. En fin, ese es el comportamiento
internacional de las naciones pero, en el caso concreto del éxodo venezolano,
se trata de un tema altamente sensible para la opinión pública mundial, como
son los Derechos Humanos. Pocos gobiernos democráticos se atreven a permanecer
incólumes, frente a las atrocidades cometidas contra un pueblo que injustamente
está atravesando por gravísimos problemas, incluyendo el hambre y la muerte. La
opinión pública internacional ejerce una poderosa presión sobre sus gobiernos,
obligándolos a endurecer sus políticas y opiniones contra un gobierno que viola
flagrantemente los más elementales derechos humanos.
La comunidad internacional
está enfocando nuevamente su atención sobre Venezuela; ya no se trata de razones
políticas acerca de la ilegitimidad del gobierno de Maduro y la instauración
definitiva de una dictadura castro-comunista; ni siquiera se trata del
desconocimiento arbitrario e ilegal de la Asamblea Nacional por parte del
régimen; ni tampoco de la criminalización y persecución de la oposición
venezolana. El tema que tiene hoy encendidas las alarmas del mundo es la
diáspora venezolana, y la consiguiente violación de derechos humanos
fundamentales, como la alimentación, la salud, el trabajo y todas aquellas
acciones que mancillan la dignidad humana de los venezolanos. El problema
mayúsculo es de carácter humanitario, cuya responsabilidad recae en un modelo neo-totalitario
que atenta contra la vida misma de toda una sociedad.
Este tema es tratado más
cómodamente por las naciones del mundo, impregnando sus acciones de legitimidad
y reconocimiento internacionales; es mucho más redituable políticamente hablar
de derechos humanos que de narcotráfico o corrupción. La diáspora es un tema
muy sensible que está a flor de piel; es un tema capaz de generar sentimientos
de solidaridad y filantropía, con la fuerza suficiente para tocar las puertas
de gobiernos y organismos internacionales en búsqueda de una solución
definitiva al problema.
La otra cara de la diáspora,
seguramente la razón de mayor peso, son las consecuencias que está generando a
los países de la región y del mundo. Los testimonios de los emigrantes
venezolanos en Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile, Argentina, Estados
Unidos, España, entre otras naciones, son elocuentes; sin duda, ha trastocado
su cotidianidad social y económica obligándolos a adoptar medidas que permitan
regularizar ese flujo migratorio. En pocas palabras, la diáspora está afectando
los intereses nacionales de esos países y urge que sus gobiernos tomen medidas
frontales para minimizar su impacto. Es allí donde radica el temor del régimen
y la pretensión de manipular a la opinión pública con el plan “Vuelta a la
patria”, haciendo ver el éxodo como un fenómeno exógeno desligado de la
desastrosa, incapaz y corrupta dictadura de Nicolás Maduro.
Al Grupo de Lima se han
sumado la ONU, la OEA y la Unión Europea para adoptar políticas de puertas
abiertas a los emigrantes venezolanos; flexibilizando controles migratorios y
laborales, con el propósito de brindarles ayuda humanitaria en circunstancias
tan dramáticas. Esa es una actitud loable que como venezolanos debemos
agradecer; es la respuesta humana con un país que generosamente le tendió la
mano a muchos de sus nacionales que huían de las dictaduras, la guerrilla y la
pobreza. Esa posición merece nuestra gratitud permanente. Pero déjenme decirles
algo, la diáspora venezolana sólo cesará el día que finalice la dictadura de
Nicolás Maduro. Atiendan con humanidad a nuestros emigrantes, pero no se olviden
de los que aún estamos en este país padeciendo la desgracia más grande de
nuestra historia.
La libertad como derecho
fundamental del hombre, la instauración de la República y de sus instituciones
democráticas y la construcción de una economía vigorosa, aliada del progreso y
de las oportunidades para todos, en manos de un nuevo gobierno, es la única
condición para que los venezolanos no sean expulsados de su tierra; para que
muchos de los que se han ido regresen con alegría; y, para que jamás tengamos
el destierro como opción para vivir dignamente. Allí está la verdadera solución
para Venezuela: gobiernos amigos, organismos internacionales y opinión pública
mundial actúen en esa dirección, es la correcta y la que estamos necesitando en
este momento. Los venezolanos les estaremos eternamente agradecidos por su
invalorable contribución.
Profesor Titular Eméritus de LUZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario