miércoles, 19 de septiembre de 2018

Doble moral

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La moral es un conjunto de costumbres, valores y normas que nos orientan acerca de lo que está bien y de lo que está mal. Es una referencia fundamental tanto del comportamiento social como individual. En tal sentido, la moral no acepta el relativismo; indistintamente de las circunstancias, lo que está mal no puede juzgarse como bueno, aunque ello atente contra nuestros propios intereses y cosmovisión del mundo.

El relativismo conlleva a la doble moral, tan o más perniciosa que la inmoralidad. Los gobiernos o individuos que practican la doble moral carecen de valores y principios que les permita respetar los derechos de los otros, pues, en definitiva son sus decisiones y acciones las que están revestidas de una moral que sólo existe en sus mentes retorcidas. Aunque sus corazones están corroídos por la maldad, se visten con el ropaje de la bondad para engañar y manipular a los ingenuos y pendejos.

Los gobiernos totalitarios, tanto de derecha como de izquierda, son  practicantes perfectos de la doble moral. En nombre del “pueblo” son capaces de cometer los más horrendos crímenes. En sus maléficas conciencias está permitida la corrupción más voraz, el genocidio, la hambruna, la depauperación del ser humano, el comportamiento cínico y todas aquellas acciones que envilecen la dignidad humana. Para ellos, todo es válido y justificado porque para mantenerse en el poder bien vale la pena cometer las más viles atrocidades.

“Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera parecen hermosos a los hombres, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo género de podredumbre” (San Mateo, 23:27). Así es la dictadura que asesina a los venezolanos, hipócrita y de doble moral. Hablan de amor y defensa del pueblo, pero sus acciones nos denigran, humillan y empobrecen hasta límites inimaginables. Y lo que es peor, se muestran orgullosos de su dantesca obra: la destrucción de un país y la miseria sembrada en cada rincón de la geografía nacional.

El amor a los mayores es una burla infame. Con tristeza e impotencia vemos largas colas de pensionados frente a los bancos para cobrar una pírrica porción en efectivo que nos les alcanza para cubrir sus necesidades básicas. Hablan de la generación de oro, del hombre nuevo, frente a alarmantes cifras de desnutrición infantil, con catastróficas consecuencias en el desarrollo físico y mental de niños y adolescentes de esta generación.

Más de la mitad de los venezolanos está comiendo dos o menos veces al día, con una alimentación basada prácticamente en carbohidratos (arroz, harina, yuca, pastas), mientras que los conspicuos líderes de la revolución muestran una fisonomía obesa y se dan el lujo de comer exquisiteces en restaurantes costosísimos, tanto del país como del extranjero. ¡Cómo se ve que el hambre no está rondando los predios de Miraflores!, allí hay abundancia y gula.

La dictadura de doble moral transmite en cadena nacional los actos de grado de médicos integrales, graduados en universidades bolivarianas, alardeando los avances del sistema de salud revolucionario. ¡Cuánta falsedad!  Los hospitales se están cayendo a pedazos; no hay insumos, medicinas, ni muchos menos equipos para tratar cualquier enfermedad por sencilla que ésta sea. Los pacientes de enfermedades crónicas se están muriendo, mientras que los líderes de la revolución se tratan sus dolencias y quebrantos de salud en los mejores centros médicos de los países donde aún pueden ingresar. La salud pública para los pobres, la atención médica privada y de calidad para los revolucionarios. Si esto no es doble moral, ¿cómo podemos llamarla mis apreciados lectores?

“Ser rico es malo”. Cuántas veces oímos esa frase en boca del difunto comandante, aplaudida con frenesí por sus acólitos. Pero el difunto, sus hijos y los que ahora nos desgobiernan poseen fortunas que harían palidecer a cualquier multimillonario decente del planeta. Mansiones en el país y en el extranjero, joyas y relojes que cuestan miles de dólares, corbatas de seda, trajes de marcas exclusivas, automóviles y camionetotas importadas del último año, bodas y fiestas fastuosas donde corre a raudales el escoses de 18 años en adelante, acompañado de exquisitos platillos, frente a un país donde cada día son más los que comen de la basura o se van a dormir sin haber probado bocado en todo el día. Y ese es un crimen abominable ante los ojos del Señor, “porque tuve hambre y no me diste de comer; sed, y no me diste de beber” (San Mateo XXV: 42).

Hablan de amor y unión del pueblo de los labios para afuera, pero sembraron el odio, el rencor y el resentimiento entre los venezolanos, con la pretensión de poner a luchar a pueblo contra pueblo. Dividieron un país hermanado, atendiendo a la conseja “divide y vencerás”. Practican sin contemplación la persecución y criminalización de la disidencia opositora, porque la libertad y la justicia son derechos que sólo están reservados para los personeros del régimen; los ciudadanos de a pie estamos a merced de la avaricia e inmoralidad de jueces al servicio del poder corrompido.

La conspiración y traición contra la patria es una prédica constante, amenazando a quienes cometan ese delito contrarrevolucionario, pero el régimen de doble moral conspira cada segundo contra los venezolanos al secuestrarles su presente y futuro; violando el derecho legítimo a vivir en paz, armonía y progreso. Conspira contra millones de venezolanos que huyen del país para no dejarse morir, buscando en otros países mínimas condiciones de sobrevivencia.

Este es un régimen de doble moral, falso e hipócrita que no tendrá perdón de Dios porque “donde hay soberbia, allí habrá ignominia; más donde hay humildad, habrá sabiduría… De nada servirán las riquezas en el día de la venganza, más  la justicia nos librará de la muerte” (Proverbios XI: 2, 4).

Profesor Titular Eméritus de LUZ

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