¿Cuántos más Fernando Albán?
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Las manos de los dictadores están llenas de sangre, de
hambre, de dolor y de muerte. Practican la perversidad, el cinismo y la
inmoralidad para tratar de esconder su principal debilidad, el inmenso repudio
que la sociedad siente por ellos. La fuerza de la que se ufanan se apoya en las
más viles atrocidades para mantenerse en el poder a través del tiempo.
Sólo basta mirar la historia para corroborar la
crueldad de la que son capaces los dictadores, no importa si son de derecha o
de izquierda. A sus espaldas, dejan una estela de muerte y de destrucción. Les
molesta todo aquel que se oponga sus macabros planes y proyectos. Pretenden
hacer creer que sólo ellos encarnan el amor por el pueblo, la honestidad más
pura, o la fuerza salvadora para liberar a la sociedad de los males engendrados
por otros que deben ser aniquilados.
Venezuela no escapa del sufrimiento que provoca la
dictadura del socialismo del siglo XXI. Realmente es una calamidad la que
estamos viviendo los venezolanos. A los jefes de la dictadura no les importa la
vida, la dignidad humana y la libertad que heredamos de la democracia. Sólo les
importa mantenerse en el poder para disfrutar de las comodidades, las extravagancias
y las riquezas que sólo por esta vía pueden obtener. Las consecuencias de la
descomunal corrupción y el saqueo que la dictadura ha operado en Venezuela, no
son comparables con ninguna de las otras dictaduras que ha sufrido el país.
La extraña muerte del concejal metropolitano Fernando
Albán, desnudó de nuevo al régimen de Maduro. La tesis del suicidio es una
fábula que sólo creen los victimarios de Venezuela. No les bastó encarcelarlo
ilegal y arbitrariamente, sino que lo torturaron salvajemente hasta dejarlo
muerto para inventarse una historia de engaños y manipulación. Lamentablemente,
Fernando es un venezolano que pagó con su vida la lucha por la libertad del país.
Eso no puede seguir pasando en Venezuela. El nombre de Fernando Albán debe recordarnos
que, aunque a veces parezcamos indolentes, en el país aún existe reserva moral,
voluntad y valentía para vencer a la oscuridad y a la maldad encarnada por la
dictadura.
A lo largo de estos últimos veinte años, son muchos
los Albán que mueren cada día en Venezuela. Cientos de jóvenes han muerto en
manos de los cuerpos de seguridad, cuando luchaban cívicamente en las calles
por el supremo derecho de la libertad de su país. Otros tantos mueren a diario
porque no hay medicinas y, si las encuentran, no pueden comprarlas porque están
muy caras, mientras que la dictadura injustificadamente se opone a que llegue
la ayuda humanitaria del exterior. También son miles los niños que mueren por
desnutrición o por falta de atención médica; el hambre está tocando con dolor
las puertas de miles de hogares, siendo los niños y los ancianos los más
vulnerables. El hambre y la desnutrición son los delitos más abominables de
esta dictadura que no le importa la vida de los venezolanos. Desgraciadamente,
otros venezolanos abatidos por los infortunios que les acarrea el régimen, cuando
la fe y la esperanza los abandonan, deciden acabar efectivamente con su vida
dejando a sus familias en total abandono.
Otros mueren sin haber fallecido. Mueren de dolor e
impotencia cuando obligados abandonan a su país, a sus familias, a sus amores, buscando
nuevos horizontes, porque quedarse en Venezuela significa sobrevivir apenas o
dejarse morir. Tantos jóvenes ven desechos sus sueños de hacerse hombres y
mujeres de bien, aptos para construir un mejor país que el que tenemos; esos
jóvenes mueren poco a poco en manos de una dictadura que les robó su futuro,
que les impide vivir digna y decentemente.
Esta dictadura igualmente sembró la cultura de la
muerte en manos de delincuentes que roban y asesinan sin control alguno y,
muchos de ellos, amparados por los cuerpos de seguridad y tribunales de la
República. Delincuencia que ha apagado miles y miles de vidas humanas a lo
largo de esta plaga que se hace llamar socialismo del siglo XXI. En nuestro
país, se asesina por un teléfono celular, por zapatos deportivos, por una bolsa
de comida, mientras tanto la dictadura alimenta el odio y el resentimiento de
grupos colectivos que actúan bajo la influencia diabólica de la revolución.
¿Cuántos más Fernando Albán tendrán que morir antes
que la luz de la libertad y la justicia se apoderen por siempre de Venezuela?
Ojalá pronto demos por concluida la fase más oscura del destino nacional. Ojalá
se imponga de una buena vez el espíritu de la unidad nacional para que todos luchemos
para sembrar de nuevo en Venezuela la cultura de la vida, la reconciliación, la
hermandad que nos ha caracterizado a través de los años, la libertad y la
vocación por el trabajo productivo que nos traiga más y mejores oportunidades
para todos.
Profesor Titular Eméritus de LUZ
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