martes, 2 de octubre de 2018


Unidad, presión social y comunidad internacional

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En la última semana del mes de septiembre, el tema de Venezuela tuvo mayor resonancia internacional que lo acostumbrado. El epicentro fue la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que varios presidentes alzaron su voz para defender a los venezolanos en contra de la tiranía que cercena nuestros derechos fundamentales y mantiene secuestrada la libertad, la democracia, la justicia y el progreso con oportunidades para todos los venezolanos.

Es un gesto que debemos agradecer profundamente, porque nos hace sentir que a la comunidad internacional le importa mucho el conflicto venezolano. Gran parte de los mandatarios latinoamericanos, incluyendo al presidente Trump, plasmaron en sus discursos su disposición de contribuir con una solución que alivie las desgracias que estamos viviendo, proyectando un cabal conocimiento de la dura e injustificable realidad que la dictadura ha generado en el país. El mundo entero sabe quién es el verdadero culpable de la catástrofe venezolana; el mundo libre se convenció que la democracia venezolana y el sistema de libertades han sido aniquilados por la mafia gobernante. Hoy, el mundo tiene además exacto conocimiento que Venezuela es un país pobre que atraviesa la peor crisis desde la instauración de la República. Las desgracias del socialismo del siglo XXI que, con habilidad y con la petrochequera, Chávez pretendió esconder, hoy es un grito que retumba en el universo con graves consecuencias para la revolución y sus conspicuos dirigentes.

El drama venezolano es tan complejo que solos no podremos superarlo; sin duda, hace falta la presión internacional para lograr un quiebre del modelo ideológico que nos permita formar un gobierno de transición. Pero la presión internacional es sólo uno de los factores que coadyuvarán con la solución de la crisis venezolana. Es fundamental que, simultáneamente, nos ocupemos de resolver los problemas internos que obstaculizan la unidad y la articulación de la oposición venezolana. Sin ese ingrediente, cualquier esfuerzo será incompleto y quedarán insatisfechas las expectativas colectivas acerca del cambio político en el país.

Seguramente, a algún lector le parezca que el tema de la unidad de la oposición es llover sobre mojado. Por mi parte, estoy absolutamente convencido que éste es el más importante de los aspectos para liberarnos de la mafia que nos destruye como sociedad libre y democrática.

Veamos por un momento todas las implicaciones que podría generar la unidad de la oposición venezolana. Plantea el profesor Alarcón Deza, Director del Centro Político de la UCAB, que gran parte de las transiciones democráticas en el mundo se han producido por la movilización y presión social masivas, tal como lo indicó Samuel Huntington. Esa movilización masiva debe estar exenta del miedo y de la violencia que conmina al régimen a reprimirla. Debe ser una movilización organizada y orientada hacia una meta viable que, cuando menos, contribuya progresivamente con el quiebre de la tiranía. Pues bien, eso sólo puede materializarse mediante la unidad de los factores opositores, más allá de las fronteras establecidas por los partidos políticos. Cuando hablamos de oposición nos referimos a cualquier individuo, asociación, grupo o institución que se opone a la dictadura. Esa oposición debe practicar la unidad y plantearse objetivos basados en la racionalidad política. De esa manera, la colectividad contará con un referente confiable, creíble y esperanzador para consolidar la lucha por la libertad de Venezuela.

Por otra parte, el inicio de la transición democrática es producto de una combinación del conflicto y la negociación. La primera encabezada por la presión social organizada; y, la segunda, llevada a cabo entre los dirigentes de la oposición y el gobierno. Sin unidad estructural y estratégica de la oposición, no hay posibilidad que ambas puedan materializarse, entronizándose el control del régimen sobre la sociedad. Dentro de las opciones, la negociación es una alternativa. Entonces, sin unidad y sin un plan consensuado, ¿quién va a representar a la oposición en las negociaciones de cara a un gobierno de transición?  

Asimismo, la unidad verdadera promueve la inclusión política y social de la nación. Practica la tolerancia y el respeto entre los aliados, ya sea aquellos que han luchado por años contra el régimen, como los que siendo afectos al proceso, están desesperanzados y frustrados porque fueron estafados en su buena fe. La inclusión es testimonio que, en esta hora menguada del país, todos somos necesarios, olvidando lo que nos separa o nos separó y fortaleciendo las cosas comunes que nos unen. Una oposición dividida y desarticulada es el mejor caldo de cultivo para regímenes totalitarios, por eso la dictadura promueve los desacuerdos y diferencias entre sus adversarios; saben que “divide y vencerás” es uno de los aspectos que le han permitido mantenerse en el poder a pesar de su estruendoso fracaso.

Una oposición unida piensa racional y estratégicamente, aspecto crucial para el diseño de un plan mínimo que permita la gobernabilidad dentro de la transición. Un plan que destaque los elementos básicos para iniciar la reconstrucción del país, así como las reglas del juego que deben respetar los líderes de la oposición en el corto y mediano plazo. Ese plan debe ser el compromiso para asumir una actitud responsable y de grandeza frente al país; un plan que entierre de una buena vez los intereses y aspiraciones personales y partidistas de la oposición política.

Una oposición unida irradia respeto y legitimidad en el concierto internacional. Los países amigos además de imprimir velocidad para enfrentar la crisis humanitaria de los venezolanos, también verían con satisfacción a un liderazgo cuya prioridad es luchar con la sociedad para alcanzar un futuro promisorio para todos los venezolanos. Habría más razones para apostar y luchar con todos los medios para lograr el rescate de Venezuela.

Y, finalmente, en un gobierno de transición debemos estar preparados para participar en elecciones libres y competitivas, cuyo resultado sea la elección de un líder, más que un presidente, con capacidad, voluntad y perseverancia para unir a un país deseoso de construir los cimientos de una nueva República, para que nunca jamás sea asaltada por una minoría forajida, incapaz, inmoral y corrupta.   

Hoy como ayer la UNIDAD es obligatoria para conquistar la libertad y rescatar la institucionalidad republicana de Venezuela. Sin ella estamos perdidos.

Profesor Titular Eméritus de LUZ  

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