Unidad,
presión social y comunidad internacional
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
En la última semana del mes
de septiembre, el tema de Venezuela tuvo mayor resonancia internacional que lo
acostumbrado. El epicentro fue la Asamblea General de las Naciones Unidas, en
la que varios presidentes alzaron su voz para defender a los venezolanos en
contra de la tiranía que cercena nuestros derechos fundamentales y mantiene
secuestrada la libertad, la democracia, la justicia y el progreso con
oportunidades para todos los venezolanos.
Es un gesto que debemos
agradecer profundamente, porque nos hace sentir que a la comunidad internacional
le importa mucho el conflicto venezolano. Gran parte de los mandatarios
latinoamericanos, incluyendo al presidente Trump, plasmaron en sus discursos su
disposición de contribuir con una solución que alivie las desgracias que
estamos viviendo, proyectando un cabal conocimiento de la dura e injustificable
realidad que la dictadura ha generado en el país. El mundo entero sabe quién es
el verdadero culpable de la catástrofe venezolana; el mundo libre se convenció
que la democracia venezolana y el sistema de libertades han sido aniquilados
por la mafia gobernante. Hoy, el mundo tiene además exacto conocimiento que
Venezuela es un país pobre que atraviesa la peor crisis desde la instauración
de la República. Las desgracias del socialismo del siglo XXI que, con habilidad
y con la petrochequera, Chávez pretendió esconder, hoy es un grito que retumba
en el universo con graves consecuencias para la revolución y sus conspicuos dirigentes.
El drama venezolano es tan
complejo que solos no podremos superarlo; sin duda, hace falta la presión
internacional para lograr un quiebre del modelo ideológico que nos permita formar un gobierno de transición. Pero la presión internacional es sólo uno
de los factores que coadyuvarán con la solución de la crisis venezolana. Es
fundamental que, simultáneamente, nos ocupemos de resolver los problemas
internos que obstaculizan la unidad y la articulación de la oposición
venezolana. Sin ese ingrediente, cualquier esfuerzo será incompleto y quedarán
insatisfechas las expectativas colectivas acerca del cambio político en el país.
Seguramente, a algún lector
le parezca que el tema de la unidad de la oposición es llover sobre mojado. Por
mi parte, estoy absolutamente convencido que éste es el más importante de los
aspectos para liberarnos de la mafia que nos destruye como sociedad libre y democrática.
Veamos por un momento todas
las implicaciones que podría generar la unidad de la oposición venezolana.
Plantea el profesor Alarcón Deza, Director del Centro Político de la UCAB, que
gran parte de las transiciones democráticas en el mundo se han producido por la
movilización y presión social masivas, tal como lo indicó Samuel Huntington.
Esa movilización masiva debe estar exenta del miedo y de la violencia que
conmina al régimen a reprimirla. Debe ser una movilización organizada y
orientada hacia una meta viable que, cuando menos, contribuya progresivamente con
el quiebre de la tiranía. Pues bien, eso sólo puede materializarse mediante la
unidad de los factores opositores, más allá de las fronteras establecidas por
los partidos políticos. Cuando hablamos de oposición nos referimos a cualquier
individuo, asociación, grupo o institución que se opone a la dictadura. Esa
oposición debe practicar la unidad y plantearse objetivos basados en la
racionalidad política. De esa manera, la colectividad contará con un referente
confiable, creíble y esperanzador para consolidar la lucha por la libertad de
Venezuela.
Por otra parte, el inicio de
la transición democrática es producto de una combinación del conflicto y la
negociación. La primera encabezada por la presión social organizada; y, la segunda,
llevada a cabo entre los dirigentes de la oposición y el gobierno. Sin unidad
estructural y estratégica de la oposición, no hay posibilidad que ambas puedan
materializarse, entronizándose el control del régimen sobre la sociedad. Dentro
de las opciones, la negociación es una alternativa. Entonces, sin unidad y sin
un plan consensuado, ¿quién va a representar a la oposición en las negociaciones
de cara a un gobierno de transición?
Asimismo, la unidad
verdadera promueve la inclusión política y social de la nación. Practica la
tolerancia y el respeto entre los aliados, ya sea aquellos que han luchado por
años contra el régimen, como los que siendo afectos al proceso, están desesperanzados
y frustrados porque fueron estafados en su buena fe. La inclusión es testimonio
que, en esta hora menguada del país, todos somos necesarios, olvidando lo que
nos separa o nos separó y fortaleciendo las cosas comunes que nos unen. Una
oposición dividida y desarticulada es el mejor caldo de cultivo para regímenes
totalitarios, por eso la dictadura promueve los desacuerdos y diferencias entre
sus adversarios; saben que “divide y vencerás” es uno de los aspectos que le
han permitido mantenerse en el poder a pesar de su estruendoso fracaso.
Una oposición unida piensa
racional y estratégicamente, aspecto crucial para el diseño de un plan mínimo
que permita la gobernabilidad dentro de la transición. Un plan que destaque los
elementos básicos para iniciar la reconstrucción del país, así como las reglas
del juego que deben respetar los líderes de la oposición en el corto y mediano
plazo. Ese plan debe ser el compromiso para asumir una actitud responsable y de
grandeza frente al país; un plan que entierre de una buena vez los intereses y
aspiraciones personales y partidistas de la oposición política.
Una oposición unida irradia
respeto y legitimidad en el concierto internacional. Los países amigos además
de imprimir velocidad para enfrentar la crisis humanitaria de los venezolanos,
también verían con satisfacción a un liderazgo cuya prioridad es luchar con la
sociedad para alcanzar un futuro promisorio para todos los venezolanos. Habría
más razones para apostar y luchar con todos los medios para lograr el rescate
de Venezuela.
Y, finalmente, en un
gobierno de transición debemos estar preparados para participar en elecciones
libres y competitivas, cuyo resultado sea la elección de un líder, más que un
presidente, con capacidad, voluntad y perseverancia para unir a un país deseoso
de construir los cimientos de una nueva República, para que nunca jamás sea
asaltada por una minoría forajida, incapaz, inmoral y corrupta.
Hoy como ayer la UNIDAD es
obligatoria para conquistar la libertad y rescatar la institucionalidad
republicana de Venezuela. Sin ella estamos perdidos.
Profesor Titular
Eméritus de LUZ
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