miércoles, 31 de octubre de 2018

Un llamado desesperado

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La Iglesia Católica, en nombre de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y de esclarecidos prelados, entre los que destacan el cardenal Baltazar Porras, el padre Luís Ugalde S.J. y el padre Francisco Virtuoso S.J., han planteado una visión muy clara acerca de la crisis inédita que experimenta el país. Los planteamientos de la Iglesia no se han quedado en el diagnóstico, ya conocido por todos, sino que han propuesto ideas que contribuyan con la búsqueda de opciones para resolver este conflicto que ya se torna inhumano, inaguantable e injustificable desde todo punto de vista. Seguramente nadie como la Iglesia y sus pastores, le han hablado al país con tanta coherencia y sabiduría, privilegiando el bien común, la vocación incluyente y fraterna y la búsqueda incesante del bienestar de todos los venezolanos. La actitud democrática y valiente de la Iglesia Católica, debería ser ejemplo a seguir por las diferentes organizaciones y personalidades que conforman la oposición democrática venezolana, especialmente los dirigentes y partidos políticos.

Desde todas partes del mundo oímos opiniones que desnudan el conflicto venezolano; voces que se levantan para denunciar las atrocidades del régimen de Nicolás Maduro y su pretensión de instaurar una dictadura comunista en Venezuela. El Ministro de Estado para las Américas de la cancillería británica, Sir Alan Duncan, pronunció recientemente un discurso en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018, donde expresó “…hoy quiero enfocar mis comentarios sobre un país que ofrece un fuerte contraste: Venezuela. Haré esto porque es un Estado fallido que presenta la crisis económica y humanitaria más profunda que haya sido creada por el hombre en la historia moderna de América Latina. Su impacto negativo, vívidamente ilustrado por el éxodo de más de dos millones de personas que han huido a otros países, representa un desafío sin precedentes para la región”.

Las palabras de Duncan podríamos resumirlas en tres puntos generales. El primero, Venezuela es hoy un Estado fallido, incapaz de garantizar la gobernanza (buen gobierno) del país; en segundo lugar, el régimen ha producido la peor crisis económica y humanitaria que se haya registrado en la historia moderna de la región; y, por último, el conflicto venezolano se constituye en un desafío peligroso para América Latina. La crisis venezolana desbordó las fronteras patrias para convertirse en un problema que efectivamente afecta la estabilidad política, económica y social de la región latinoamericana. Esa dantesca realidad es conocida suficientemente por los gobiernos democráticos del mundo, muchos de ellos ocupados en plantear propuestas que resuelvan el conflicto que nos agobia. Y, ni que decir de los que vivimos en el país, no sólo conocemos la cruda realidad, sino que somos víctimas de la barbarie de un régimen que trabaja cada día para eliminar de raíz cualquier vestigio de tranquilidad y bienestar de los venezolanos.

Hemos llegado demasiado lejos, mucho más de lo que jamás imaginamos. Lo que parecía imposible, esta mafia gobernante lo ha logrado para desgracia de Venezuela. Han sido exitosos en la instauración de un régimen político que devastó la institucionalidad democrática, destruyó los cimientos de una economía libre y productiva, pulverizó los valores ciudadanos para la defensa de la libertad y la democracia, resquebrajó la unidad de las familias venezolana al propiciar el más grande éxodo que tengamos memoria los latinoamericanos; es un régimen que ha llenado de pobreza y miseria a un país que posee todos los recursos, incluyendo el talento humano, para alcanzar el desarrollo integral; en fin, se propusieron y lograron instaurar una dictadura comunista en pleno siglo XXI y en el país menos pensado del planeta. En veinte años arrasaron con Venezuela y todavía pretenden seguir gobernando haciendo uso del poder que les proveen las armas de la República, la corrupción en todos los niveles del gobierno y el narcotráfico como negocio muy lucrativo para los potentados del régimen.

¿Qué más tiene que pasar para que los venezolanos actuemos en unidad para combatir esta plaga que pretende exterminarnos como sociedad? Nada justifica que en la hora más oscura de nuestra historia contemporánea, existan sectores de la oposición cuidando sus intereses particulares en vez de sumar voluntades para rescatar al país. Pero lo más lamentable de semejante mezquindad es que, mientras que este régimen permanezca en el poder, continuarán peleando cual borrachos por una botella vacía, porque actualmente no existe posibilidad alguna de llegar al poder si la oposición está dividida, desarticulada y, lo que es más imperdonable, enemistada. Mientras los dirigentes y partidos de oposición actúen por su cuenta realizando asambleas en plazas públicas, caminando por calles desoladas, o plasmando su irracionalidad y visceralidad a través de las redes sociales, se hará mucho más difícil la salida del régimen y la construcción de la transición a la democracia. Es el momento de decidir qué deseamos para Venezuela, una dictadura comunista o un sistema que permita el rescate de las libertades democráticas y de una economía vigorosa, productiva y al servicio del bienestar de los venezolanos.

En la peor tragedia que hemos vivido los venezolanos durante la era republicana, recordemos las palabras de Martin Luther King: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda”. Hagamos un alto a la irracionalidad, a la falta de sentido común, a la mezquindad que impide abrazar lo mejor que tenemos como venezolanos para que, unidos y comprometidos con Venezuela, redoblemos los esfuerzos como uno solo para aligerar esta pesada carga que amenaza con eliminarnos.

En nombre de millones de venezolanos de buena voluntad, hago un llamado desesperado a la oposición venezolana para que depongan las actitudes mezquinas que impiden construir el túnel que nos permita ver la luz al final del mismo. Es imperativo, es urgente, es un compromiso con Venezuela que los líderes democráticos se reúnan para dialogar con franqueza y fortalezcan los aspectos que los unen, deslastrándose de aquellos que los separan. Este pueblo sabrá agradecer ese noble gesto, en la convicción que los venezolanos le recompensaremos el sacrificio y la entrega por la nación. Si ustedes acuerdan la unidad política que estamos necesitando, podremos decir con seguridad que falta poco para iniciar el camino de la libertad y la democracia. No defrauden a su país, a sus hijos, a sus familias, porque probablemente después no tendrán el coraje de mirarlos a los ojos sabiendo que no hicieron lo suficiente para liberar a Venezuela de esta mafia que nos desgobierna.

Profesor Titular Eméritus de LUZ   

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