martes, 13 de noviembre de 2018


Las elecciones “midterms” de USA

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El pasado 6 de noviembre, los norteamericanos acudieron a las urnas por primera vez después de la elección del presidente Trump hace dos años. Comicios que generaron mucho interés, ya que son percibidos como una especie de referéndum del mandato de Trump. En todo caso, para los partidos Demócrata y Republicano, las elecciones intermedias resultaban cruciales para sus objetivos a mediano y largo plazo. La verdad es que ambos ganaron y perdieron al propio tiempo. Nadie puede celebrar una victoria completa.

En esas elecciones, se renovó en su totalidad la Cámara de Representantes integrada por 435 diputados; se eligieron 35 de los 100 miembros que conforman el Senado; y, 36 gobernadores de los 50 que forman parte de la Unión Americana. Los resultados revelan mayoría demócrata en la Cámara de Representantes; mayoría republicana en el Senado; 25 gobernadores del partido Republicano, perdiendo 6 gobernaciones, y 21 gobernadores para los demócratas, perdiendo también 6 estados. En líneas generales, ninguno de los partidos del stablisment alcanzó la totalidad de los objetivos trazados durante la campaña.
Los demócratas aspiraban obtener la mayoría de ambas cámaras, después de ocho años de control republicano, para frenar las políticas de la administración Trump, especialmente, en el área social, inmigración, política exterior y comercio internacional, amén de los riesgos percibidos en la estabilidad institucional con el actual mandatario.

Por su parte, los republicanos con Trump a la cabeza, tenían como objetivo mantener la hegemonía parlamentaria, a fin de consolidar el liderazgo del presidente con miras al 2020, aportando un contundente apoyo a sus controversiales políticas. Al final, el equilibrio y contra peso de las instituciones en democracia ganó la elección, como debe ser dentro de un sistema en el que el poder de las leyes y el de las instituciones están por encima de los liderazgos personales y de las apetencias de grupos y parcialidades.

La experiencia histórica enseña que a los gobernantes no se les puede entregar un cheque en blanco para administrar el destino de una nación, evitando con eso los exabruptos y “locuras” que con frecuencia rondan al poder cuando se torna absoluto. La esencia de la política es la negociación y a ella deben someterse los gobernantes, porque la prioridad en todo caso debe ser el bienestar de los ciudadanos, practicando el respeto, la pluralidad de ideas, la inclusión y, algo muy simple pero difícil de encontrar en estos tiempos, el sentido común. En el caso norteamericano, el presidente Trump tendrá que manejar con tacto y sabiduría la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, poniendo de manifiesto la capacidad de negociación, de la que pareciera no ser muy afecto, para salir airoso de posibles conflictos políticos y legales en el futuro.

A tal efecto, los demócratas tendrán que legislar a favor de los ciudadanos que los votaron, sin practicar una oposición obstruccionista en políticas que son favorables para la nación. Si el poder absoluto es sal que corroe la democracia, la oposición per se es un mecanismo que pone freno a iniciativas dirigidas a materializar el progreso de las sociedades; con ambas posiciones pierde la democracia y, por ende, los ciudadanos. En política, como lo dijo Aristóteles, hay que practicar el justo medio, que no es otra cosa que la prudencia como virtud esencial del poder dentro de la democracia.

Otro dato interesante que pudimos apreciar de las elecciones intermedias de USA, es la victoria de algunas minorías, revelándose de esta manera el multiculturalismo presente en sociedades postmodernistas. Jared Polis, miembro de la comunidad LGTB, gana la gobernación de Colorado; Rashida Tlaib y IIban Omar, ambas musulmanas, lograron curules en la Cámara de Representantes; Alexandria Ocasio-Cortez, trabajadora de un hotel, es elegida como la representante más joven de la cámara, oriunda del Estado de New York; y, dos nativas americanas, Sharice Davids y Debra Haaland, forman parte ahora de la Cámara de Representantes. La realidad multiétnica, la diversidad religiosa y sexual, son aspectos relevantes en la sociedad norteamericana que, con el transcurrir del tiempo, han ganado espacios, incrementando su influencia política en las decisiones de esa nación.

Por ahora, Donald Trump sin una victoria contundente, sigue vivo para el 2020. Tendrá que proyectar un liderazgo más incluyente, menos impulsivo y más conciliador en torno a los grandes temas que debe enfrentar Estados Unidos; y, los demócratas tendrán que trabajar arduamente si desean replicar el éxito del Bill Clinton, al ganarle al ex presidente Bush (1989-1993) impidiendo su reelección para un segundo mandato.

Como ferviente amante de la democracia, aspiro que ambos partidos, desde el lugar que el voto mayoritario los colocó (Presidencia, Senado y Cámara de Representantes), aboguen seriamente por el rescate de la libertad venezolana. Nada más contundente y categórico que la unidad de los demócratas y republicanos en torno a posiciones y decisiones que nos ayuden a buscar opciones de negociación para instaurar definitivamente un gobierno de transición en Venezuela. Siempre he manifestado que Venezuela no es cualquier país en el continente, aunque actualmente exhibamos índices de pobreza similares a los de Haití.

La otrora estabilidad y referencia democrática de Venezuela en la región, su ubicación geográfica, la riqueza de recursos naturales y el talento de sus nacionales, la influencia económica en la región y el cese de la diáspora como fenómeno inédito en América Latina, son asuntos demasiado importantes para no ser tomados en cuenta. La libertad y la institucionalidad democrática en Venezuela  nos debe importar tanto a los venezolanos como a los demócratas del mundo libre y civilizado. A la larga, si Venezuela consolida una dictadura comunista que apoya a la guerrilla y a grupos terroristas, con total complacencia con el narcotráfico, se podría convertir en un grave problema para la seguridad y estabilidad de la región, sumado a las dificultades que está originando la emigración venezolana en varios países del continente.

Ojalá la racionalidad y el sentido común de la dirigencia opositora venezolana, así como el compromiso y la voluntad política de los gobiernos democráticos del continente, entre los que destacan la administración Trump, puedan alcanzar puntos de convergencia en el corto plazo para actuar a favor de la libertad de Venezuela y convertirnos nuevamente en un farol de la democracia en el continente americano.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario