Las elecciones “midterms” de USA
Efraín
Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El
pasado 6 de noviembre, los norteamericanos acudieron a las urnas por primera
vez después de la elección del presidente Trump hace dos años. Comicios que
generaron mucho interés, ya que son percibidos como una especie de referéndum
del mandato de Trump. En todo caso, para los partidos Demócrata y Republicano,
las elecciones intermedias resultaban cruciales para sus objetivos a mediano y
largo plazo. La verdad es que ambos ganaron y perdieron al propio tiempo. Nadie
puede celebrar una victoria completa.
En
esas elecciones, se renovó en su totalidad la Cámara de Representantes
integrada por 435 diputados; se eligieron 35 de los 100 miembros que conforman
el Senado; y, 36 gobernadores de los 50 que forman parte de la Unión Americana.
Los resultados revelan mayoría demócrata en la Cámara de Representantes;
mayoría republicana en el Senado; 25 gobernadores del partido Republicano,
perdiendo 6 gobernaciones, y 21 gobernadores para los demócratas, perdiendo
también 6 estados. En líneas generales, ninguno de los partidos del stablisment alcanzó la totalidad de los
objetivos trazados durante la campaña.
Los
demócratas aspiraban obtener la mayoría de ambas cámaras, después de ocho años
de control republicano, para frenar las políticas de la administración Trump,
especialmente, en el área social, inmigración, política exterior y comercio
internacional, amén de los riesgos percibidos en la estabilidad institucional con
el actual mandatario.
Por su parte, los republicanos con Trump a la cabeza,
tenían como objetivo mantener la hegemonía parlamentaria, a fin de consolidar
el liderazgo del presidente con miras al 2020, aportando un contundente apoyo a
sus controversiales políticas. Al final, el equilibrio y contra peso de las
instituciones en democracia ganó la elección, como debe ser dentro de un
sistema en el que el poder de las leyes y el de las instituciones están por
encima de los liderazgos personales y de las apetencias de grupos y
parcialidades.
La
experiencia histórica enseña que a los gobernantes no se les puede entregar un
cheque en blanco para administrar el destino de una nación, evitando con eso
los exabruptos y “locuras” que con frecuencia rondan al poder cuando se torna
absoluto. La esencia de la política es la negociación y a ella deben someterse
los gobernantes, porque la prioridad en todo caso debe ser el bienestar de los
ciudadanos, practicando el respeto, la pluralidad de ideas, la inclusión y,
algo muy simple pero difícil de encontrar en estos tiempos, el sentido común.
En el caso norteamericano, el presidente Trump tendrá que manejar con tacto y
sabiduría la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, poniendo de manifiesto
la capacidad de negociación, de la que pareciera no ser muy afecto, para salir
airoso de posibles conflictos políticos y legales en el futuro.
A tal efecto, los demócratas tendrán que legislar a favor de los ciudadanos que los
votaron, sin practicar una oposición obstruccionista en políticas que son
favorables para la nación. Si el poder absoluto es sal que corroe la
democracia, la oposición per se es un
mecanismo que pone freno a iniciativas dirigidas a materializar el progreso de
las sociedades; con ambas posiciones pierde la democracia y, por ende, los
ciudadanos. En política, como lo dijo Aristóteles, hay que practicar el justo medio, que no es otra cosa que la
prudencia como virtud esencial del poder dentro de la democracia.
Otro
dato interesante que pudimos apreciar de las elecciones intermedias de USA, es
la victoria de algunas minorías, revelándose de esta manera el
multiculturalismo presente en sociedades postmodernistas. Jared Polis, miembro
de la comunidad LGTB, gana la gobernación de Colorado; Rashida Tlaib y IIban
Omar, ambas musulmanas, lograron curules en la Cámara de Representantes;
Alexandria Ocasio-Cortez, trabajadora de un hotel, es elegida como la
representante más joven de la cámara, oriunda del Estado de New York; y, dos
nativas americanas, Sharice Davids y Debra Haaland, forman parte ahora de la
Cámara de Representantes. La realidad multiétnica, la diversidad religiosa y
sexual, son aspectos relevantes en la sociedad norteamericana que, con el
transcurrir del tiempo, han ganado espacios, incrementando su influencia política
en las decisiones de esa nación.
Por
ahora, Donald Trump sin una victoria contundente, sigue vivo para el 2020.
Tendrá que proyectar un liderazgo más incluyente, menos impulsivo y más
conciliador en torno a los grandes temas que debe enfrentar Estados Unidos; y,
los demócratas tendrán que trabajar arduamente si desean replicar el éxito del Bill
Clinton, al ganarle al ex presidente Bush (1989-1993) impidiendo su reelección para
un segundo mandato.
Como ferviente
amante de la democracia, aspiro que ambos partidos, desde el lugar que el voto
mayoritario los colocó (Presidencia, Senado y Cámara de Representantes),
aboguen seriamente por el rescate de la libertad venezolana. Nada más
contundente y categórico que la unidad de los demócratas y republicanos en
torno a posiciones y decisiones que nos ayuden a buscar opciones de negociación
para instaurar definitivamente un gobierno de transición en Venezuela. Siempre
he manifestado que Venezuela no es cualquier país en el continente, aunque
actualmente exhibamos índices de pobreza similares a los de Haití.
La
otrora estabilidad y referencia democrática de Venezuela en la región, su
ubicación geográfica, la riqueza de recursos naturales y el talento de sus
nacionales, la influencia económica en la región y el cese de la diáspora como
fenómeno inédito en América Latina, son asuntos demasiado importantes para no ser
tomados en cuenta. La libertad y la institucionalidad democrática en Venezuela nos debe importar tanto a los venezolanos como
a los demócratas del mundo libre y civilizado. A la larga, si Venezuela
consolida una dictadura comunista que apoya a la guerrilla y a grupos
terroristas, con total complacencia con el narcotráfico, se podría convertir en
un grave problema para la seguridad y estabilidad de la región, sumado a las
dificultades que está originando la emigración venezolana en varios países del
continente.
Ojalá
la racionalidad y el sentido común de la dirigencia opositora venezolana, así
como el compromiso y la voluntad política de los gobiernos democráticos del
continente, entre los que destacan la administración Trump, puedan alcanzar
puntos de convergencia en el corto plazo para actuar a favor de la libertad de
Venezuela y convertirnos nuevamente en un farol de la democracia en el
continente americano.
Profesor
Titular Eméritus de LUZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario