martes, 22 de octubre de 2013

Un país que ya no existe


Un país que ya no existe

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Dice el refrán popular que no debemos llorar sobre la leche derramada, sino empinarnos por encima de las dificultades para conquistar un mejor porvenir. Pero el peso de la crisis que estamos viviendo los venezolanos, nos obliga a comparar lo que hoy tenemos con lo que tuvimos en épocas anteriores. El país está en franca decadencia, rumbo al despeñadero. No existe aspecto de la nación cuyo balance sea positivo. Han destruido con absoluta irresponsabilidad las inmensas oportunidades de erigirnos como una nación referencia del progreso en la región latinoamericana. Todas las proyecciones indican que nos llevan a un escenario mucho más crítico que el actual y peligroso para la estabilidad en todos los órdenes de la vida nacional.

Hay cosas que preferimos callar por el temor de ser señalados como golpistas o reaccionarios. Pero es necesario expresar aquello que construimos como sociedad democrática y que por culpa de la barbarie comunistoide estamos perdiendo. Durante la mal llamada IV República, Venezuela se constituyó en el país más moderno de Latinoamérica; la infraestructura vial y arquitectónica eran modelos para el resto del continente. Existía una clase media vigorosa gracias al impulso de la educación. El ingreso a las universidades por parte de los sectores populares fomentó  la igualdad de oportunidades que permitió la creación de una generación de talentosos profesionales que hicieron excelentes aportes al progreso nacional. Se erradicaron enfermedades mediante programas gubernamentales efectivos con el concurso de científicos y médicos venezolanos que consagraron su servicio a la salud del pueblo. Se construyeron más hospitales, escuelas, liceos y viviendas que en estos 15 años, con recursos infinitamente menores que los administrados por este régimen. 

A pesar de las dificultades económicas y de políticas erradas, teníamos una inflación moderada que permitía adquirir bienes y servicios básicos y destinar algo para el ahorro familiar. Asimismo, el sector privado era el más importante oferente de empleos productivos para nuestros jóvenes, con una supervisión oficial respetuosa del Estado de Derecho y con sindicatos fuertes que velaban por los intereses de sus agremiados. Y, algo que no tiene precio, éramos un país unido, sin rencores viscerales ni resentimientos sociales. Discutíamos nuestras diferencias pero éstas nunca se convirtieron en la norma que orientó la convivencia social y ciudadana. El respeto y la tolerancia políticas eran virtudes ciudadanas. En pocas palabras, éramos felices y no lo sabíamos.

Hoy día el panorama es diametralmente diferente. El último estudio de opinión pública de Consultores, 21 (Septiembre 2013) señala, entre otras cosas, que siete de cada diez venezolanos han dejado de comprar algo o de hacer alguna actividad por alta la inflación; el 80.3% no tiene dinero para ahorrar porque todo lo gasta en comida y a duras penas le alcanza para servicios básicos; sólo el 28.2% cree que el país está progresando; y, lo que se convirtió en la principal fortaleza de Hugo Chávez, el 83% de los consultados no recibe ningún tipo de ayuda por parte del gobierno, en contra de un 68% que opinaba igual en julio del 2012; es decir, que en lo que va del año, un 15% dejó de recibir los beneficios que antes obtenían a través de las misiones. La pobreza es indetenible.
Si el país que Maduro quiere es como el que tú quieres, apoya y vota por los enchufados. Pero si estás dentro del 57% que aspiramos un país diferente al que nos quiere imponer Maduro, entonces, no lo pienses más y actívate para que a partir del 8-D esta pesadilla tenga sus días contados.

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