Diálogo y Política
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El diálogo en la política es el mecanismo que, a
través de negociaciones entre las partes, permite dirimir conflictos y
diferencias en búsqueda de acuerdos de beneficio colectivo. Si el propósito del
diálogo es diferente, no pasará de ser una mera conversación (o contrapunteo o
debate) con resultados contrarios a los esperados por la sociedad.
La profunda crisis que atraviesa Venezuela amerita un
diálogo sincero y productivo entre el gobierno y la oposición, estableciendo
condiciones de equidad y respeto que garanticen el éxito del mismo. Sin
embargo, hay que admitir que el panorama es complejo, tal como lo señala el
último estudio de opinión pública de Consultores 21 (marzo de 2014), al afirmar
que el 50.9% de los venezolanos considera que aun existen posibilidades que el
gobierno y la oposición lleguen a acuerdos, mientras que otro 44.8% piensa que
esas posibilidades ya se agotaron, lo cual denota un país dividido en el que el
escepticismo y las dudas acerca del diálogo son muchas. Dentro de esta
perspectiva, es el gobierno quien tiene la mayor responsabilidad en que el
diálogo sea efectivo, pues, la mayoría de los venezolanos lo percibe como el
principal culpable de la debacle nacional en todos los sentidos.
Por su parte, la oposición al asistir a las reuniones
preparatorias dejó muy en claro su talante democrático y pacifista,
absolutamente contrario al golpismo que el gobierno ha pretendido endosarle
desde siempre; a través de un discurso bien estructurado dejó al descubierto la
incapacidad e ineficiencia de un régimen que se empeña en culpar a terceros de
sus garrafales errores, demostrando que la crisis del país es mucho más grave
de lo que algunos piensan. Asimismo, la MUD hizo esfuerzos para proyectar que
la unidad sigue siendo su principal capital, aunque hubiésemos preferido una
actitud más contundente al respecto.
Si el gobierno quiere el diálogo para no cambiar,
entonces, no podemos esperar nada bueno y, con seguridad, la situación del país
seguirá agravándose cada día porque, como dijo Henrique Capriles, o el gobierno
rectifica o esto revienta. En este escenario, el diálogo será una fase
inconclusa que podría desembocar en un estallido social con consecuencias impredecibles. Después de
las primeras reuniones, el gobierno continúa manteniendo su actitud
irresponsable y soberbia, manifestando que la oposición no volverá ni siquiera
con los votos del pueblo. A todas luces, esa arrogancia manifiesta la poca
disposición de cambio o rectificación, con lo cual las probabilidades de un
diálogo productivo lucen cada día más lejanas.
Las dudas se acrecientan porque son muchos los cambios
que el gobierno debe implementar: una ley de amnistía general, con la cual
admitiría la existencia de presos y exiliados políticos; el respeto a la
autonomía y división de los poderes; la injerencia cubana en áreas militar y de
inteligencia; la corrupción que ha hecho añicos las reservas morales de la
revolución; la partidización de las fuerzas armadas; el modelo económico que
irrespeta la iniciativa privada y destruye la producción nacional
arrastrándonos a una economía pobre y atrasada a imagen y semejanza de Cuba; la
violación flagrante a la Constitución y a los derechos humanos; la represión
cruel a estudiantes pacíficos. ¿Tendrá voluntad el gobierno de cambiar el
modelo totalitario que ha implementado por más de 15 años? Tengo profundas
dudas al respecto. Pero lo que sí es cierto que mientras el gobierno no
materialice la justicia, jamás tendrá la paz que con tanta alharaca exige pero
es incapaz de generar.
Profesor Titular de LUZ
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