miércoles, 16 de abril de 2014


Diálogo y Política

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El diálogo en la política es el mecanismo que, a través de negociaciones entre las partes, permite dirimir conflictos y diferencias en búsqueda de acuerdos de beneficio colectivo. Si el propósito del diálogo es diferente, no pasará de ser una mera conversación (o contrapunteo o debate) con resultados contrarios a los esperados por la sociedad.

La profunda crisis que atraviesa Venezuela amerita un diálogo sincero y productivo entre el gobierno y la oposición, estableciendo condiciones de equidad y respeto que garanticen el éxito del mismo. Sin embargo, hay que admitir que el panorama es complejo, tal como lo señala el último estudio de opinión pública de Consultores 21 (marzo de 2014), al afirmar que el 50.9% de los venezolanos considera que aun existen posibilidades que el gobierno y la oposición lleguen a acuerdos, mientras que otro 44.8% piensa que esas posibilidades ya se agotaron, lo cual denota un país dividido en el que el escepticismo y las dudas acerca del diálogo son muchas. Dentro de esta perspectiva, es el gobierno quien tiene la mayor responsabilidad en que el diálogo sea efectivo, pues, la mayoría de los venezolanos lo percibe como el principal culpable de la debacle nacional en todos los sentidos.

Por su parte, la oposición al asistir a las reuniones preparatorias dejó muy en claro su talante democrático y pacifista, absolutamente contrario al golpismo que el gobierno ha pretendido endosarle desde siempre; a través de un discurso bien estructurado dejó al descubierto la incapacidad e ineficiencia de un régimen que se empeña en culpar a terceros de sus garrafales errores, demostrando que la crisis del país es mucho más grave de lo que algunos piensan. Asimismo, la MUD hizo esfuerzos para proyectar que la unidad sigue siendo su principal capital, aunque hubiésemos preferido una actitud más contundente al respecto.

Si el gobierno quiere el diálogo para no cambiar, entonces, no podemos esperar nada bueno y, con seguridad, la situación del país seguirá agravándose cada día porque, como dijo Henrique Capriles, o el gobierno rectifica o esto revienta. En este escenario, el diálogo será una fase inconclusa que podría desembocar en un estallido social  con consecuencias impredecibles. Después de las primeras reuniones, el gobierno continúa manteniendo su actitud irresponsable y soberbia, manifestando que la oposición no volverá ni siquiera con los votos del pueblo. A todas luces, esa arrogancia manifiesta la poca disposición de cambio o rectificación, con lo cual las probabilidades de un diálogo productivo lucen cada día más lejanas.

Las dudas se acrecientan porque son muchos los cambios que el gobierno debe implementar: una ley de amnistía general, con la cual admitiría la existencia de presos y exiliados políticos; el respeto a la autonomía y división de los poderes; la injerencia cubana en áreas militar y de inteligencia; la corrupción que ha hecho añicos las reservas morales de la revolución; la partidización de las fuerzas armadas; el modelo económico que irrespeta la iniciativa privada y destruye la producción nacional arrastrándonos a una economía pobre y atrasada a imagen y semejanza de Cuba; la violación flagrante a la Constitución y a los derechos humanos; la represión cruel a estudiantes pacíficos. ¿Tendrá voluntad el gobierno de cambiar el modelo totalitario que ha implementado por más de 15 años? Tengo profundas dudas al respecto. Pero lo que sí es cierto que mientras el gobierno no materialice la justicia, jamás tendrá la paz que con tanta alharaca exige pero es incapaz de generar.

Profesor Titular de LUZ

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