viernes, 6 de junio de 2014


Venezuela en su laberinto

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En 1989, Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, escribió “El General en su laberinto”, novela donde relata los días del último viaje de Simón Bolívar, cuyo periplo inicia el 8 de mayo desde Santa Fe de Bogotá hasta el 17 de diciembre de 1830, fecha de su muerte en Santa Marta, Colombia. Escribe el Gabo que “Bolívar deja el poder desconcertado, agobiado, melancólico, triste y angustiado”, no sólo por la derrota de un cuerpo que ya no puede más a causa de los estragos de su enfermedad, sino  porque la gloria le ha dado la espalda, obligándolo a renunciar al gobierno como única opción. Los recuerdos lo atormentan en sueños intranquilos y salpicados de fiebre; piensa en Manuela “la Libertadora del Libertador”, en sus luchas para alcanzar la libertad de América y en todo cuanto hace  falta para cumplir su más grande sueño: la Gran Colombia.

Ese laberinto que sufrió el hombre más grande de América, en sus últimos meses de vida, es el mismo que está sufriendo su país natal en pleno siglo XXI. Venezuela es hoy un país desconcertado, agobiado, triste y angustiado. Por grande que sea la dosis de optimismo que pretendemos impregnarle a nuestras vidas, resulta imposible apreciar un cambio para mejorar en el corto plazo. Con el amanecer de cada día, la situación empeora y la capacidad de respuesta del régimen se achica peligrosamente. La velocidad de los sucesos es impresionante. No existe día en el que los venezolanos debamos pagar con creces los errores de un gobierno que desde hace mucho tiempo perdió la brújula. Definitivamente, el país le quedó grande a un régimen cuya principal virtud es su estrepitoso fracaso.

La inflación anualizada está por encima del 70% y se prevé que el año cerrará con un 80% del alto costo de la vida. El salario mínimo no alcanza siquiera para adquirir la cesta básica; nuestro pueblo está pasando hambre, reconocido por cifras oficiales que proyectan un crecimiento de la pobreza durante el último año en 29%. La escasez de alimentos, medicinas e insumos de todo tipo, es alarmante y peligrosa; ya observamos brotes de violencia entre compatriotas que se golpean por un paquete de harina o un pote de leche, o asesinan por la falta de repuestos para vehículos y motocicletas. Ese laberinto en el que vivimos cada día nos está llevando a la pérdida absoluta del valor de la vida; cualquier cosa vale más que la vida de miles de inocentes que han muerto en manos de delincuentes que se sientes dueños y amos del país. Estamos al borde de una especie de canibalización similar a la practicada por tribus africanas. El país es una locura que ni psicólogos ni psiquiatras pueden entender. Las nuevas generaciones de venezolanos perdieron la posibilidad de vivir mejor que nosotros; las oportunidades se agotan inexorablemente, mientras que la frustración y la angustia les roban las fuerzas para levantarse de semejante pesadilla. Los jóvenes denuncian con justa razón que con este régimen no hay futuro.

En este laberinto no existe nada que justifique cómo una élite fracasada y apátrida, en sólo quince años, destruyó un país llamado a ser el más próspero de Latinoamérica; una élite irresponsable que no sólo se ha robado miles de millones de dólares, sino que está dilapidando la oportunidad de nuestros jóvenes de convertirse en hombres y mujeres preparados y comprometidos con el progreso que nos pertenece a todos por igual.

Al igual que Bolívar en su laberinto, la Venezuela de hoy tiene pesadillas salpicadas de dolor y violencia; sufre de fiebres que merman las fuerzas de un cuerpo abatido por la injusticia y la pobreza; padece del síndrome de la depresión que anula la capacidad para levantarse de esta podredumbre revolucionaria. Para superar el laberinto en el que estamos sumergidos, es necesario que unamos fuerzas y sabiduría para combatir más temprano que tarde el caos que se empeñan en sembrar los malos hijos de la patria. A pesar de tantos infortunios, la lucha es la única opción para alcanzar el orden y la democracia que nos lleve al país grande por el que luchó incansablemente el Libertador Simón Bolívar, sólo así el Libertador descansará tranquilamente en la eternidad.
Profesor Titular de LUZ

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