Venezuela en su laberinto
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En 1989, Gabriel García Márquez, Premio Nobel de
Literatura, escribió “El General en su laberinto”, novela donde relata los días
del último viaje de Simón Bolívar, cuyo periplo inicia el 8 de mayo desde Santa
Fe de Bogotá hasta el 17 de diciembre de 1830, fecha de su muerte en Santa Marta,
Colombia. Escribe el Gabo que “Bolívar deja el poder desconcertado, agobiado,
melancólico, triste y angustiado”, no sólo por la derrota de un cuerpo que ya
no puede más a causa de los estragos de su enfermedad, sino porque la gloria le ha dado la espalda,
obligándolo a renunciar al gobierno como única opción. Los recuerdos lo
atormentan en sueños intranquilos y salpicados de fiebre; piensa en Manuela “la
Libertadora del Libertador”, en sus luchas para alcanzar la libertad de América
y en todo cuanto hace falta para cumplir
su más grande sueño: la Gran Colombia.
Ese laberinto que sufrió el hombre más grande de
América, en sus últimos meses de vida, es el mismo que está sufriendo su país
natal en pleno siglo XXI. Venezuela es hoy un país desconcertado, agobiado,
triste y angustiado. Por grande que sea la dosis de optimismo que pretendemos
impregnarle a nuestras vidas, resulta imposible apreciar un cambio para mejorar
en el corto plazo. Con el amanecer de cada día, la situación empeora y la
capacidad de respuesta del régimen se achica peligrosamente. La velocidad de
los sucesos es impresionante. No existe día en el que los venezolanos debamos
pagar con creces los errores de un gobierno que desde hace mucho tiempo perdió
la brújula. Definitivamente, el país le quedó grande a un régimen cuya
principal virtud es su estrepitoso fracaso.
La inflación anualizada está por encima del 70% y se prevé
que el año cerrará con un 80% del alto costo de la vida. El salario mínimo no
alcanza siquiera para adquirir la cesta básica; nuestro pueblo está pasando
hambre, reconocido por cifras oficiales que proyectan un crecimiento de la
pobreza durante el último año en 29%. La escasez de alimentos, medicinas e insumos
de todo tipo, es alarmante y peligrosa; ya observamos brotes de violencia entre
compatriotas que se golpean por un paquete de harina o un pote de leche, o asesinan
por la falta de repuestos para vehículos y motocicletas. Ese laberinto en el
que vivimos cada día nos está llevando a la pérdida absoluta del valor de la
vida; cualquier cosa vale más que la vida de miles de inocentes que han muerto
en manos de delincuentes que se sientes dueños y amos del país. Estamos al borde
de una especie de canibalización similar a la practicada por tribus africanas. El
país es una locura que ni psicólogos ni psiquiatras pueden entender. Las nuevas
generaciones de venezolanos perdieron la posibilidad de vivir mejor que
nosotros; las oportunidades se agotan inexorablemente, mientras que la
frustración y la angustia les roban las fuerzas para levantarse de semejante
pesadilla. Los jóvenes denuncian con justa razón que con este régimen no hay
futuro.
En este laberinto no existe nada que justifique cómo una
élite fracasada y apátrida, en sólo quince años, destruyó un país llamado a ser
el más próspero de Latinoamérica; una élite irresponsable que no sólo se ha
robado miles de millones de dólares, sino que está dilapidando la oportunidad
de nuestros jóvenes de convertirse en hombres y mujeres preparados y comprometidos
con el progreso que nos pertenece a todos por igual.
Al igual que Bolívar en su laberinto, la Venezuela de
hoy tiene pesadillas salpicadas de dolor y violencia; sufre de fiebres que
merman las fuerzas de un cuerpo abatido por la injusticia y la pobreza; padece del
síndrome de la depresión que anula la capacidad para levantarse de esta podredumbre
revolucionaria. Para superar el laberinto en el que estamos sumergidos, es
necesario que unamos fuerzas y sabiduría para combatir más temprano que tarde
el caos que se empeñan en sembrar los malos hijos de la patria. A pesar de
tantos infortunios, la lucha es la única opción para alcanzar el orden y la
democracia que nos lleve al país grande por el que luchó incansablemente el
Libertador Simón Bolívar, sólo así el Libertador descansará tranquilamente en
la eternidad.
Profesor Titular de LUZ
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