martes, 22 de julio de 2014


Educación y Trabajo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En una sociedad, con vocación de progreso, la educación de calidad se constituye en condición sine cua non para acceder a empleos productivos que eleven la calidad de vida personal y familiar. En términos sencillos, a mayor calidad de la educación mayores probabilidades tienen los profesionales de insertarse exitosamente en el mercado laboral o en el emprendimiento personal. Y cuando esta situación ocurre, se incrementa la verdadera riqueza de la nación basada en el trabajo productivo de sus habitantes.

Durante las primeras décadas de la democracia, la educación se convirtió en el principal mecanismo de movilidad social de los venezolanos; los profesionales universitarios o técnicos, egresados con amplios y sólidos conocimientos, accedían a trabajos de calidad especialmente en la empresa privada, lo cual permitió la creación de una de las más vigorosas clases medias de América Latina. El venezolano promedio recibía la recompensa de sus esfuerzos educacionales a través de buenos empleos que mejoraron substancialmente su situación social y económica. Millones de venezolanos de los sectores populares, gracias a la educación, lograron formar parte de la clase media profesional, independiente de la política partidista excluyente por naturaleza. En esa época, los jóvenes estábamos convencidos que estudiar y esforzarse valía la pena para abrazar un futuro promisorio.

Lamentablemente, hoy día, esa creencia empieza a ser un espejismo. No importa cuánto estudies y te sacrifiques para encontrar un trabajo de calidad. Nuestro país está lleno de profesionales buhoneros, taxistas, ocupados en áreas que nada tienen que ver con su formación profesional. Empezamos a escuchar a muchos de nuestros jóvenes, ¿para qué voy a estudiar si en este país lo que aprendí en la universidad no sirve para alcanzar un trabajo digno y productivo? La educación que antes era una motivación esencial para ascender social y económicamente, hoy es apenas un requisito para esperar sabe Dios cuánto tiempo por un buen trabajo.

La realidad nos golpea a diario. Un bachaquero que contrabandea gasolina puede ganar en un día más que lo que cualquier profesional gana durante un mes de trabajo; sólo hacen falta algunos contactos para “mojarle” la mano y el riesgo inocuo de ser descubierto, porque la educación no tiene valor alguno. Vender cualquier baratija o realizar gestiones absolutamente ilegales (cobrar vacuna, “comisiones” por trámites gubernamentales, revender productos regulados gracias al bachaqueo, etc.), pueden constituirse en negocios francamente lucrativos que no son comparables con el salario mensual que devenga un profesional por muy talentoso que sea.

Reitero mi artículo de la semana pasada, Venezuela es un país patas arriba que está funcionando al revés. No importa que te eduques y te esfuerces, porque cualquiera que no estudie tiene más posibilidades de obtener ingresos suficientes, sin importar que éstos sean ilegales. Para colmo de males, la educación está perdiendo su verdadera esencia como es la de enseñar sólidos conocimientos y valores para formar ciudadanos responsables, honestos, competitivos, comprometidos con los supremos intereses de la familia, la sociedad y el país. Ahora importa más impartir una educación al servicio de una ideología que rinde culto a un líder que destruyó lo más profundo de nuestra venezolanidad;  una educación que no cultiva el valor del trabajo y la superación personal, sino que pretende hacernos creer que el Estado-Gobierno-Partido (para el régimen esta tríada es la misma cosa), es el único capaz de proveernos la máxima felicidad, mediante un puesto en la administración pública, a cambio de la obediencia absoluta a un gobierno que deliberadamente impide el crecimiento intelectual y socioeconómico de los profesionales venezolanos.

Mientras perdure este modelo que destruye la producción nacional e irrespeta la iniciativa privada sustentada en una educación de calidad, jamás podremos disfrutar de una sociedad donde  jóvenes profesionales ofrezcan sus conocimientos y habilidades al servicio del progreso de Venezuela. Con esta pesadilla que nos aniquila poco a poco, veremos lastimosamente el éxodo de jóvenes que deben dejar su patria, en búsqueda de mejores oportunidades en otros países donde efectivamente valoran su talento y capacidad profesionales. Definitivamente, con esta revolución el futuro de nuestros hijos está clausurado. Es hora de reaccionar.
Profesor Titular de LUZ

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