miércoles, 16 de julio de 2014


Un país patas arriba

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El sentimiento de frustración, incertidumbre e indignación que a diario vivimos los venezolanos, es proyectado por las encuestas de las más prestigiosas firmas del país. En promedio, siete de cada diez venezolanos perciben que la situación del país es negativa, sin expectativas de mejoría en el corto plazo. A nivel personal y familiar, la situación económica es igualmente negativa.

La escasez de alimentos, medicinas e insumos; la carestía de la vida; la inseguridad descontrolada que asesina cientos de vidas inocentes cada fin de semana; el colapso de los principales servicios públicos (agua, electricidad, vialidad); la escasez de empleos productivos en una economía enferma que sólo genera buhoneros y bachaqueros; el deterioro creciente de la calidad de vida en todos los sentidos; la sensación permanente que este país se acabó y no hay posibilidades de un mejor futuro; la destrucción progresiva de la educación que abandonó la transmisión de conocimientos al servicio del trabajo, de la meritocracia y del progreso social y que, además, no enseña valores democráticos y ciudadanos; la anarquía y agresividad con la que nos enfrentamos a diario en las calles; la pobreza y la mendicidad que crecen alarmantemente, a pesar que el régimen se jacta en decir que aquí gobiernan los pata en el suelo; la falta de justicia, la represión y la violación flagrante de los derechos esenciales del ser humano. Toda esta hecatombe que debemos soportar con cada amanecer, nos mantiene en un estado de paranoia que nos acerca a la locura, o en un estado de anestesia colectiva que nos convierte en autómatas acostumbrados a vivir en un país que funciona al revés.

Pero hay más, seis de cada diez venezolanos responsabilizan directamente a Nicolás Maduro de los graves problemas del país; igual cantidad de venezolanos piensan que existen razones para protestar contra el gobierno de Maduro; siete de cada diez venezolanos creen que la crisis que dio origen a las protestas y manifestaciones, continúa y se agrava con el pasar de los días. Para la mayoría del país, las medidas económicas del gobierno empeorarán la situación nacional; seis de cada diez venezolanos piensan que Maduro no está haciendo nada para mejorar su situación económica personal y familiar; más de la mitad de los venezolanos considera que el presidente es una persona que normalmente miente, con lo cual la confianza como mandatario se encuentra en el nivel más bajo desde su elección en abril del 2013.

Si la situación es tan mala y la mayoría coincide en culpar a Maduro de nuestros males como país, ¿por qué los venezolanos no podemos acariciar la esperanza de transitar por un sendero que nos devuelva el país que perdimos? ¿Qué está impidiendo que el pueblo reaccione frente a la peor crisis que ha vivido el país durante su etapa republicana?

El comportamiento del gobierno no sólo lo conocemos, sino que lo padecemos a diario. El régimen cree que es la mejor opción que nunca jamás ha tenido el pueblo venezolano. Y, la oposición ¿qué está haciendo para contribuir con la construcción del camino de la libertad y la prosperidad de nuestro país? ¿Qué debemos hacer como ciudadanos responsables para construir el cambio?

Ante todo, necesitamos convencernos que existe una opción mejor que la que representan los que destruyeron el país y el futuro de los venezolanos; necesitamos una oposición comprometida con los legítimos intereses del país y alejados de componendas personalistas y grupales; estamos requiriendo un discurso coherente y la defensa unánime de una propuesta de cambio que interprete las necesidades y expectativas de los sectores populares y la clase media; estamos en búsqueda de un liderazgo –que no sea mesiánico, personalista, ni mucho menos galáctico- que conquiste la voluntad y el afecto de las mayorías a través de una propuesta incluyente, de justicia social, moderna y efectivamente pluralista y democrática. Estamos exigiendo un liderazgo opositor que luche unido por la construcción de un país donde todos cabemos, y no que se enfrasque en peleas intrascendentes y mezquinas que resquebrajan su confianza y credibilidad. Necesitamos una oposición que antes que dialogar con el gobierno, promueva el diálogo franco y el entendimiento sincero entre los diferentes sectores que la integran. Nos hace falta una oposición inteligente y mente amplia que se case con los problemas del pueblo venezolano y que se constituya en su principal defensor, comprometiéndose en gobernar para la búsqueda de la felicidad de todos los venezolanos, sin las exclusiones perversas con las que este régimen ha gobernado por más de 15 años. Sólo así la mayoría de este pueblo volverá a acariciar la esperanza que sí es posible que vivamos mejor que ahora de la mano de líderes honestos, capaces y absolutamente al servicio de los intereses de la patria.
Profesor Titular de LUZ

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