Un país patas arriba
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El sentimiento de frustración, incertidumbre e
indignación que a diario vivimos los venezolanos, es proyectado por las
encuestas de las más prestigiosas firmas del país. En promedio, siete de cada diez
venezolanos perciben que la situación del país es negativa, sin expectativas de
mejoría en el corto plazo. A nivel personal y familiar, la situación económica
es igualmente negativa.
La escasez de alimentos, medicinas e insumos; la
carestía de la vida; la inseguridad descontrolada que asesina cientos de vidas
inocentes cada fin de semana; el colapso de los principales servicios públicos
(agua, electricidad, vialidad); la escasez de empleos productivos en una
economía enferma que sólo genera buhoneros y bachaqueros; el deterioro
creciente de la calidad de vida en todos los sentidos; la sensación permanente
que este país se acabó y no hay posibilidades de un mejor futuro; la
destrucción progresiva de la educación que abandonó la transmisión de
conocimientos al servicio del trabajo, de la meritocracia y del progreso social
y que, además, no enseña valores democráticos y ciudadanos; la anarquía y agresividad
con la que nos enfrentamos a diario en las calles; la pobreza y la mendicidad
que crecen alarmantemente, a pesar que el régimen se jacta en decir que aquí
gobiernan los pata en el suelo; la falta de justicia, la represión y la
violación flagrante de los derechos esenciales del ser humano. Toda esta
hecatombe que debemos soportar con cada amanecer, nos mantiene en un estado de paranoia
que nos acerca a la locura, o en un estado de anestesia colectiva que nos
convierte en autómatas acostumbrados a vivir en un país que funciona al revés.
Pero hay más, seis de cada diez venezolanos
responsabilizan directamente a Nicolás Maduro de los graves problemas del país;
igual cantidad de venezolanos piensan que existen razones para protestar contra
el gobierno de Maduro; siete de cada diez venezolanos creen que la crisis que
dio origen a las protestas y manifestaciones, continúa y se agrava con el pasar
de los días. Para la mayoría del país, las medidas económicas del gobierno
empeorarán la situación nacional; seis de cada diez venezolanos piensan que
Maduro no está haciendo nada para mejorar su situación económica personal y
familiar; más de la mitad de los venezolanos considera que el presidente es una
persona que normalmente miente, con lo cual la confianza como mandatario se
encuentra en el nivel más bajo desde su elección en abril del 2013.
Si la situación es tan mala y la mayoría coincide en
culpar a Maduro de nuestros males como país, ¿por qué los venezolanos no
podemos acariciar la esperanza de transitar por un sendero que nos devuelva el
país que perdimos? ¿Qué está impidiendo que el pueblo reaccione frente a la
peor crisis que ha vivido el país durante su etapa republicana?
El comportamiento del gobierno no sólo lo conocemos,
sino que lo padecemos a diario. El régimen cree que es la mejor opción que
nunca jamás ha tenido el pueblo venezolano. Y, la oposición ¿qué está haciendo
para contribuir con la construcción del camino de la libertad y la prosperidad
de nuestro país? ¿Qué debemos hacer como ciudadanos responsables para construir
el cambio?
Ante todo, necesitamos convencernos que existe una
opción mejor que la que representan los que destruyeron el país y el futuro de
los venezolanos; necesitamos una oposición comprometida con los legítimos
intereses del país y alejados de componendas personalistas y grupales; estamos
requiriendo un discurso coherente y la defensa unánime de una propuesta de
cambio que interprete las necesidades y expectativas de los sectores populares
y la clase media; estamos en búsqueda de un liderazgo –que no sea mesiánico, personalista,
ni mucho menos galáctico- que conquiste la voluntad y el afecto de las mayorías
a través de una propuesta incluyente, de justicia social, moderna y
efectivamente pluralista y democrática. Estamos exigiendo un liderazgo opositor
que luche unido por la construcción de un país donde todos cabemos, y no que se
enfrasque en peleas intrascendentes y mezquinas que resquebrajan su confianza y
credibilidad. Necesitamos una oposición que antes que dialogar con el gobierno,
promueva el diálogo franco y el entendimiento sincero entre los diferentes
sectores que la integran. Nos hace falta una oposición inteligente y mente amplia
que se case con los problemas del pueblo venezolano y que se constituya en su principal
defensor, comprometiéndose en gobernar para la búsqueda de la felicidad de
todos los venezolanos, sin las exclusiones perversas con las que este régimen
ha gobernado por más de 15 años. Sólo así la mayoría de este pueblo volverá a
acariciar la esperanza que sí es posible que vivamos mejor que ahora de la mano
de líderes honestos, capaces y absolutamente al servicio de los intereses de la
patria.
Profesor Titular de LUZ
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