miércoles, 11 de febrero de 2015


La transición

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


En los regímenes personalistas y autoritarios, la transición se inicia prácticamente con la desaparición física del caudillo y la llegada del “sucesor” al poder. Así sucedió con el gomecismo que, después de la muerte de “El Benemérito”, la dictadura que controló la vida del país por espacio de 27 años, se fue esfumando progresivamente hasta desaparecer completamente con la breve presidencia democrática y constitucional del maestro Rómulo Gallegos.

 ¿Podríamos decir que el chavismo está en la vía de la transición? Con la muerte de Hugo Chávez se inicia una nueva etapa en el complejo tinglado político de Venezuela, a pesar que creamos que las cosas siguen igual dentro del proyecto hegemónico. Con Chávez se fue también un estilo de gobernar, basado en su carisma personal, en el control férreo de las instituciones del Estado inclusive la fuerza militar, en el populismo y asistencialismo crónicos y en el absoluto personalismo tanto en la estructura de gobierno como en los partidos y movimientos políticos que le dieron operatividad al chavismo. No es necesario ser un avezado analista para comprender que definitivamente Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. La cohesión del chavismo se resquebrajó, una vez que se apagó la única voz de mando que por quince años se escuchó en el país. Desde ese mismo momento, se inició una etapa de transición política que aun desconocemos cuánto tardará y cómo finalizará.

Los movimientos políticos cuando se sustentan en liderazgos personales y no en instituciones sólidas con capacidad para reinventarse frente a nuevas coyunturas, tienen una vigencia efímera en el tiempo, salvo casos particulares donde la nostalgia por el líder desaparecido sigue nutriendo las fuerzas políticas, como es el caso del peronismo, pero con cambios que suelen ser más oportunistas que réplicas de la ideología originaria. Eso está sucediendo en Venezuela con el chavismo; con el agravante que el recuerdo del líder se está acabando más rápido de lo que imaginábamos, porque el apoyo de las masas se basó, como siempre lo supusimos, en razones utilitarias y no en el “amor” del pueblo del que se jactaba el comandante.

Dentro del chavismo las cosas no volverán a ser iguales. Existen grupos internos que están minando el capital político que disfrutaron por más de tres lustros consecutivos, acompañados ahora de la peor crisis económica que el país ha sufrido en los últimos cincuenta años. El modelo político encarnado por la revolución fracasó completamente y no existe capacidad ni voluntad para dar un cambio de rumbo al desastre que ellos mismos crearon.

No obstante, el sentido común y las lecciones de la historia recomiendan no subestimar a los que hoy están en serias dificultades, pues, lograron atornillarse en el poder haciendo uso indebido de las ventajas y recursos que de él se derivan. Es hora del realismo y la madurez políticas para salir bien librados de esta transición que se torna peor que el propio chavismo.

Es el momento de la gente, de una sociedad que clama por un modelo verdaderamente democrático, con justicia, respeto y progreso para todos; el pueblo está bravo y ese sentimiento de impotencia debe ser canalizado y encauzado por la oposición democrática, a fin de organizarlo en la defensa auténtica de sus derechos. La oposición debe activarse y salir a recorrer cada calle de este país, “evangelizando” con un discurso que encarne efectivamente en el alma de millones de compatriotas que se siente desasistidos en esta hora menguada de la República.

Pero antes de hacer tales gestiones, es fundamental que la dirigencia democrática ponga un freno a apetencias personalistas que lejos de beneficiarnos enturbian la buena disposición de construir el cambio. Se hace necesario acordar una estrategia común y ponerse como objetivo inmediato ganar las elecciones parlamentarias de este año. Ofrecerles a los venezolanos un proyecto que haga renacer la confianza en liderazgos y partidos políticos esencialmente democráticos. Es hora también de organizar partidos fuertes, con clara vocación popular alejados del oportunismo y populismo que nos han aniquilado como sociedad moderna. Partidos responsables que luchen contra el adversario a vencer y no entre ellos, evitando proyectar una división con la cual sale ganando esta transición.

Por último, resulta absolutamente ingenuo e irresponsable sentarse a esperar que la crisis empeore y con ella desaparezca este gobierno. Debemos estar preparados para enfrentar con inteligencia cualquier brote de violencia propiciado por el propio régimen que se resiste a abandonar el poder. No es hora de la violencia; es hora de la organización popular, la inteligencia política y el desprendimiento de intereses particulares en defensa de los más altos intereses de la República y de los venezolanos. Si hacemos bien las cosas la transición terminará en paz y nunca jamás vencerán los liderazgos mesiánicos y populistas que destruyeron el mejor país del mundo.
 
Profesor Titular de LUZ

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