miércoles, 18 de febrero de 2015


El verdadero golpe

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
Cuando existe verdadera vocación democrática, no hay golpe de estado bueno o malo; absolutamente todos son malos e injustificables. Sin embargo, a partir del 4 de febrero de 1992, este concepto cambió en Venezuela, cuando un grupo de militares intentaron un golpe de estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez; cuya pretensión de romper el hilo constitucional y la muerte de venezolanos inocentes, es celebrada por el régimen como un acto de dignidad del pueblo. Esa cruenta insurrección golpista fue el inicio de una nueva etapa política, cuyo balance ha resultado muy perjudicial para la institucionalidad democrática y la economía de unos de los países con mayores posibilidades de desarrollo en América Latina.

A pesar que los únicos golpistas son los del 4F, el régimen se empeña en ver golpes por todas partes, responsabilizándolos de pretender destruir la estabilidad política y el buen rumbo de la nación. Los venezolanos ya perdimos la cuenta del número de magnicidios y conspiraciones develadas por los cuerpos de inteligencia y contra inteligencia del Estado. Han sido tantas las intentonas golpistas que a cada una le han dado una denominación diferente: “golpe suave”, “golpe promovido por la derecha radical”, “golpe planificado por el vicepresidente norteamericano”, “golpe de militares apátridas y aliados del capitalismo internacional”, etc., pero todas tienen un denominador común: buscar un culpable del caos que la incapacidad y corrupción revolucionaria han generado en nuestro país. Ese guión ya es un caliche porque todos sabemos las verdaderas intenciones de un régimen que no le importa mentir, manipular y engañar, siempre y cuando esto le produzca  dividendos políticos por pírricos que éstos sean.

Pueden seguir hablando de golpes que nadie conoce o de conspiraciones que sólo existen en el imaginario revolucionario, porque el verdadero golpe quedó develado hace mucho tiempo atrás. Y ese golpe no es ni de militares, ni de apátridas, ni mucho menos de la derecha o del capitalismo internacional, es el golpe que cada día este régimen nos propina a los venezolanos. Ese golpe no sólo tiene nombre y responsables directos, sino que además tiene una fuerza tan destructiva que está acabando con nuestra hermosa nación.

Es el golpe de la inflación más alta del planeta, encaminada a una cifra récord de tres dígitos; es el golpe de la más inmensa devaluación del bolívar en toda nuestra historia (más de 170 bs. por dólar según el SIMADI); es el golpe de la escasez de alimentos, medicinas, insumos, autopartes y todo lo necesario para sobrevivir; es el golpe de las colas interminables de un pueblo que se agolpa desde la madrugada en supermercados y abastos gubernamentales y privados, en búsqueda de alimentos escasos, racionados y caros. Es el golpe de la inseguridad y la delincuencia desbordada que está diezmando nuestra población, a pesar de no tener una declaratoria de guerra; es el golpe de la muerte versus la vida; del odio y la división versus la armonía, el respeto y la unidad nacional.

Es un golpe que está destruyendo las aspiraciones de miles de jóvenes profesionales que se ven en la obligación de emigrar, porque en su propio país no existen las condiciones mínimas para labrarse un mejor futuro, basado en empleos productivos y bien remunerados, que les permita poner a disposición de Venezuela y sus familias sus talentos y capacidades.

Ese es el único golpe que debemos vencer con la unidad y la firmeza de todos los demócratas que anhelamos la paz, la libertad, la justicia y el progreso de nuestra patria. La única opción que tenemos es luchar cada día contra el golpe de un régimen cuya mejor apuesta es la destrucción total de Venezuela.

                            Profesor Titular de LUZ

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