Inventos de la revolución
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Vamos a recordar algunos de los inventos de esta
revolución para resolver los problemas del país. Después de decenas de programas
de seguridad, crearon el Plan Patria
Segura y con él inventaron los “cuadrantes
de seguridad”. Supuestamente al dividir las ciudades en cuadrantes, mejoraría
la distribución de los cuerpos de seguridad y bajaría la delincuencia. El
resultado de este invento nos coloca, según el informe de la ONU del 2012, como
el segundo país con más homicidios en el mundo, después de Honduras. La tasa
anual es de 53,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que suma 16.072 homicidios
por año, pero además es el único país cuya tasa de homicidios se ha
incrementado consistentemente desde 1995. La revolución fracasó en el combate a
la inseguridad.
Para acabar con el desabastecimiento y el bachaqueo de
alimentos, la revolución inventó el
sistema biométrico, conocido popularmente como el captahuellas. En palabras
de los voceros del gobierno, este invento acabaría con las mafias de alimentos
y se eliminarían las colas en supermercados y abastos. Resultado: tenemos la
peor escasez de la era democrática y podemos observar interminables colas para
comprar alimentos y medicinas. Según la última encuesta de Consultores 21
(Diciembre, 2014), el 89% de los venezolanos confesó haber hecho cola para
comprar los alimentos que necesitan. Hoy estamos peor que nunca, pero
seguramente algún enchufado le quedó la jugosa comisión de las maquinas
captahuellas. El fracaso ha sido tan estruendoso que ahora inventaron la
presentación de partidas de nacimiento para comprar pañales y alimentos de
infantes; o el terminal de las cédulas para “ordenar” las colas; y, lo que es
peor y denigrante, el marcaje con números a las personas como si se trataran de
reses o animales.
Frente al deficiente servicio de electricidad,
inventaron la banda verde para
optimizar el consumo de electricidad y preservar el medio ambiente. Detrás de
tan maravilloso invento, se escondió el incremento exorbitante de las tarifas
eléctricas, la eliminación del subsidio gubernamental y, lo más dramático, el
corte permanente y progresivo del servicio eléctrico en nuestros hogares,
empresas y negocios, y la oscuridad de las calles convertidas en guaridas para
delincuentes. El ministro Chacón fracasó e incumplió su promesa de renunciar si
a los 100 días no resolvía la crisis eléctrica. Destruyeron uno de los mayores
logros de la IV República, la construcción del más moderno sistema de
electricidad de América Latina, gracias a la visión de estadista de Rómulo Betancourt.
Para esconder las verdaderas razones del contrabando
de gasolina –un negocio multimillonario para un grupito de enchufados
corruptos-, inventaron el chip de la
gasolina en los estados fronterizos del país. El Zulia fue el último estado
en el que se implementó tan maravilloso invento. Resultado: el contrabando de
gasolina crece alarmantemente, bajo la mirada cómplice de militares que deben
cuidar nuestras fronteras y castigar los delitos que allí se cometen. Pero el
régimen se resiste a meter en cintura a los verdaderos responsables de este
desangramiento que le cuesta al país la bicoca de más de 25 mil millones de
dólares anuales; mientras tanto, los zoquetes tenemos que hacer colas
interminables para colocar gasolina a nuestros vehículos, con el agravante que
para el gobierno todos somos contrabandistas y bachaqueros. Peor fracaso,
imposible.
Pero el más brillante de todos los inventos
revolucionarios ha sido el modelo
económico del socialismo del siglo XXI,
para aniquilar de raíz el perverso y salvaje capitalismo y a la derecha
fascista. El modelo en referencia contempló el control absoluto y la
estatización de la economía venezolana, expropiando, invadiendo, ocupando y
arrebatando empresas y tierras productivas para crear consorcios
gubernamentales ineficientes e improductivos, donde de nuevo la corrupción es
la principal virtud. Resultado de tan brillante invento: la ruina de un país
que difícilmente alguien podría arruinar; acompañado de la inflación más alta
del mundo; una moneda tan débil como una escalera de anime; un desabastecimiento
mayor que el de una nación sometida a conflictos bélicos; escasez agravada de
divisas y evaporación de las reservas internacionales; el mayor endeudamiento
externo e interno de nuestra historia; caída estimada del PIB en 8% -el peor indicador
de los países latinoamericanos-; en fin, la ruina del país con las mayores
riquezas petroleras del mundo.
Porque como dijo recientemente un ex ministro del
régimen, que ahora se quiere presentar como inocente de la debacle que él
planificó con la bendición del supremo, este gobierno “es como el rey Midas,
pero al revés”. Apreciados lectores, estos inventos de la revolución nos han
costado y nos seguirán costando a los venezolanos, sangre, sudor y lágrimas.
Por esa razón, debemos unirnos con el más genuino sentimiento venezolanista, para transitar el cambio que anhelamos y
construir el país con el que cada día soñamos para nuestros hijos y nietos. No
tenemos otra opción.
Profesor Titular de LUZ
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