La locura de un país
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Aún retumban en mis oídos los gritos enardecidos de
los seguidores de la revolución que decían: “Chávez los tiene locos”. Con cada
victoria electoral, se arreciaban los epítetos de burla e irrespeto en contra de
los que mantenemos una posición contraria al proceso revolucionario, señalando
que el comandante era tan fuerte que acababa con la cordura y tranquilidad de
la mitad del país.
Esta locura continúa. Pero ya no es la locura que
despierta el carisma de un líder que se creyó el “salvador de la patria”, ni
mucho menos la locura de una victoria electoral evidenciada en mayoría
aplastante y en multitudinario apoyo popular; es una locura de otro tipo, aquella
que se hace presente cada día cuando nos toca vivir en carne propia los
desafueros de un régimen que se ha planteado colocar este país patas arriba,
llevándonos a la ruina total. Una locura que arrastra a ciudadanos angustiados
que nos sentimos impotentes frente a tantos abusos e incapacidad, por parte de
una minoría gobernante que sigue burlándose de un pueblo que no merece sufrir
tantas desgracias juntas.
No sólo somos el hazmerreir del mundo, sino que
estamos en el abismo de la locura absoluta. Esto no lo entiende nadie y, sin
embargo, el régimen pretende que nos hagamos los desentendidos y sigamos
caminando como si no pasara nada.
La incertidumbre es sin lugar a dudas la mejor aliada
de esta locura nacional. Para ser sinceros, creo que ni el propio régimen sabe
para dónde vamos. En un país que padece la más espantosa escasez de nuestra
historia contemporánea, el régimen insiste en mantener un cerco a la economía,
con un control férreo que lejos de resolver el problema espanta las inversiones
nacionales e internacionales; en vez de aliarse con los factores productivos
para salir del abismo, los persigue, los criminaliza, actúa en su contra como
quien trata a verdaderos delincuentes. Díganme, apreciados lectores, cómo se
llama esto sino locura.
En un país seco de divisas, producto de la corrupción
y de la más desastrosa administración de los últimos cincuenta años, el régimen
no sabe qué hacer con la política cambiaria, porque cree que el responsable es
la guerra económica, cuando todos sabemos que es la falta de oferta de dólares.
Pues bien, inventaron el SIMADI que nació con una diferencia de apenas 8 Bs.
por debajo del dólar paralelo; quince días después, la franja es de más de 70
Bs. a favor del innombrable. Esta locura no es capaz de construir confianza,
base de cualquier economía sana y fuerte. Mientras tanto, los precios de los
bienes y servicios suben cada día, con el agravante que la escasez tiende a
incrementarse por falta de las importaciones que no pueden realizarse porque
dólares no hay y el gobierno se hace de la vista gorda con la multimillonaria
deuda con empresarios e importadores.
Esta locura revolucionaria sigue atentando contra
nuestra salud mental. Perlas como éstas que nos dejan sin respiración: un kilo
de queso semiduro Bs. 560; la lavada de un pantalón en una lavandería Bs. 200;
una batería de automóvil –si la conseguimos- entre Bs. 15.000 y 20.000; un kilo
de carne (ni lomito, ni solomo de cuerito) Bs. 450; y pare usted de contar
porque con el inicio de cada día oímos estas frases “señor(a) a partir de hoy
tenemos otro precio”, eso se repite en servicios, en alimentos, en cualquier
insumo que necesitemos.
La otra aliada de esta locura revolucionaria es la
parálisis del país. Venezuela se encuentra en estado de coma, en espera de un
mejor equipo médico que aplique los medicamentos más pertinentes para salvar de
la muerte al paciente; y, como corolario, la tercera aliada de la locura del
régimen, es la pobreza de nuestro pueblo, el abandono y la desidia con la que
empezamos a vivir. Pero lo más grave es que esa pobreza no sólo es material,
sino que como un cáncer atenta con corroer las fuerzas y las reservas de moral
y dignidad de un pueblo que se encuentra adormecido por el miedo que el régimen
quiere proyectar, cuando su principal virtud es la debilidad y el fracaso que
nos lleva a pensar que, a pesar de tantas desgracias, “no hay locura que dure
100 años, ni bolsas que la resistamos”.
Profesor Titular de LUZ
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