miércoles, 30 de septiembre de 2015


De las tinieblas a la luz
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
 
En tiempos de tanta incertidumbre y oscuridad, las palabras del Papa Francisco son agua fresca en el desierto, consuelo que calma las tribulaciones y esperanza que nos “invita a ver la presencia de Dios que sigue caminando” entre los venezolanos. Las palabras del Santo Padre nos dan el aliento suficiente para perseverar y creer que nuestro pueblo que camina en las tinieblas verá pronto una gran luz (Isaías 9,1). Un pueblo que sigue caminando con sus alegrías, con sus desilusiones y amarguras, pero también con la fe y la esperanza que con la compañía del Señor podremos liberarnos de la oscuridad que nos ata a la pobreza, a la tristeza y a las exclusiones que nos dividen como un pueblo que hasta hace poco tiempo vivía en hermandad.
 
 
Así como el Santo Padre se refería, en su homilía en el Madison Square Garden de Nueva York,  al dolor de los rostros que deambulan en las grandes ciudades, con el más ensordecedor anonimato por carecer de una ciudadanía que les otorga derechos fundamentales para su dignidad humana, asimismo, los venezolanos estamos transitando por el sufrimiento de las injusticias y exclusiones de un régimen que pretende mantenernos en las tinieblas, con el agravante que podemos terminar acostumbrándonos y ver como normal lo que a todas luces nos degrada como seres humanos. Todo aquello que viole la dignidad humana se decide desde las tinieblas, muy lejos de la luz que derrama la presencia y el amor de Dios.
 
 
Como creyente pienso que la lucha que libramos los venezolanos necesita de mucha fe y esperanza, porque definitivamente nuestro adversario es un emisario de la oscuridad y del mal que se empecina en destruir material y espiritualmente al pueblo venezolano. Ciertamente, la prudencia, la sabiduría y la unidad política son elementos claves para salir victoriosos de esta pesadilla, pero sólo esto no basta. Debemos pedir el auxilio de Dios, porque ésta es una batalla entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la luz y la oscuridad. Dios jamás abandona a un pueblo que aun secuestrado en las tinieblas, busca presuroso la gran luz que ilumina los caminos de la libertad, la justicia y el progreso para todos.
 
 
Estoy convencido que el Señor, en su infinito amor y misericordia, nos presenta señales poderosas que nos invitan al encuentro de la luz pero con frecuencia la falta de fe, la desconfianza y la desesperanza nos impiden hacer todo cuanto debemos para liberarnos de la opresión por parte de una minoría inmoral y corrupta.
 
 
En circunstancias tan complejas como las que vivimos en Venezuela, una de las cosas que debemos eliminar de nuestra cotidianidad es el miedo, porque como lo dijo el Papa Francisco el miedo paraliza e inmoviliza al ser humano, impidiendo que luchemos para alcanzar las metas que más caramente anhelamos. El miedo es sinónimo de oscuridad, es ajeno a la confianza que debemos depositar en el Señor; es una fuerza negativa que nos idiotiza manteniéndonos como meros espectadores en una obra de la cual debemos ser protagonistas. El miedo es aliado del continuismo, del pasado y del fracaso. Por esa razón, debemos iniciar una cruzada que comprometa nuestra voluntad, fuerza y disposición para alcanzar lo que millones de compatriotas anhelamos: el cambio que nos invita a la construcción de un mejor país con la participación entusiasta de todos los venezolanos. El cambio que de una buena vez por todas nos permita pasar de las tinieblas a la gran luz, como pueblo fervoroso que se alegra porque Dios siempre camina entre nosotros.
        Profesor Titular de LUZ
 

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