miércoles, 10 de febrero de 2016

¡Hágalo por respeto a los venezolanos!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Estamos al borde del colapso total. El país se cae a pedazos y los padecimientos de los venezolanos se agravan conforme se profundiza esta crisis que no tiene límites. No existe espacio de nuestra cotidianidad que no haya sido invadida por la crisis, frente a la irresponsabilidad y pasividad de un régimen, cuyos intereses y prioridades no se parecen en nada a las del pueblo venezolano. Vivimos en un país al filo de la locura y un gobierno que cree que la tragedia que padecemos es una caricatura, una invención de seres de otras latitudes, en complicidad con una perversa oligarquía criolla, que se han planteado a como dé lugar destruir las maravillas y bondades de la revolución del siglo XXI. Qué clase de vaina nos echamos los venezolanos, atrapados en una suerte de laberinto donde la sensatez y el sentido común del régimen desaparecieron totalmente.

No hay medicinas ni insumos médicos. No sólo en los hospitales y ambulatorios escasean los medicamentos, sino que la asistencia se hace cada vez más precaria en las clínicas y hospitales privados, sin importar la cobertura del seguro médico y la reputación de la empresa que presta ese servicio. En estos momentos, la crisis del sector salud golpea exactamente a quienes poseen abundantes recursos económicos y aquellos que dependen de la asistencia pública, desfalcada por delincuentes que se robaron los reales destinados a garantizar la salud de los más vulnerables.

La escasez de alimentos y víveres esenciales se profundiza con el pasar de las horas. Los estantes de supermercados privados, abastos y comercios administrados por el gobierno, lucen vacíos porque la producción nacional está arruinada y no hay divisas para importar los alimentos. Mientras tanto, las colas se multiplican y vemos la tristeza, indignación y desesperanza en los ojos de hombres y mujeres que pierden largas horas del día y de semanas en espera de algo puedan llevar para alimentar a su familia. Pero es que a la escasez se le suma la hiperinflación que devora sin piedad ni misericordia nuestros exhaustos bolsillos. No existe salario suficiente para adquirir los bienes de primera necesidad y pagar los servicios básicos. Si algo pudiese resumir la vida actual de los venezolanos, es la pobreza y la miseria que crece como la yerba mala, frente al más grande e inmoral saqueo del que ha sido víctima Venezuela. Acabaron con todo, como aquellas langostas que nos refiere la historia bíblica de las siete plagas de Egipto. Y lo peor, es que todavía les parece poco y quieren seguir raspando la olla y disfrutar de los beneficios y placeres que le proporciona el poder sucio y corrompido que han practicado por espacio de 17 largos años.

Como consecuencia lógica de la debacle socio-económica y la falta de valores ciudadanos, religiosos y familiares, la delincuencia hace fiesta sometiéndonos a una paranoia colectiva, porque ni siquiera en nuestras casas y apartamentos estamos seguros. La frase “estamos presos en nuestras propias casas”, no aplica en estos días en los que los delincuentes se meten en casas y apartamentos despojándonos de bienes materiales y hasta de nuestra propia vida. Este es un país que, pocas personas desde la lejanía del suelo patrio, pueden divisar exactamente los que aquí vivimos.

Absolutamente todo está corroído por la crisis económica, social, política, cultural y de valores ciudadanos. Por donde metamos la cabeza encontramos a alguien que quiere cortárnosla. La comida, las medicinas, los servicios públicos, la salud, la seguridad ciudadana, el empleo, la educación, la infraestructura, el turismo, la producción, la tranquilidad y el sosiego necesarios para vivir, todo absolutamente todo está escaso y en franco deterioro, sin solución alguna en el corto plazo.

Por todas estas razones, si el gobierno “no lava ni presta la batea”, por respeto, amor y consideración hacia sus conciudadanos debe admitir responsablemente su incapacidad para gobernar Venezuela. Si es cierto tanto amor por el pueblo de Bolívar, el gobierno debe colocarse a un lado y dejar que otros tomen la conducción del país. En cualquier nación donde haya respeto por los ciudadanos, un gobierno tan inepto e incapaz como el de Maduro, desde hace rato hubiese renunciado. Hubiese permitido que nuevos talentos y voluntades asumieran el gobierno para tratar de enderezar los profundos entuertos generados por una revolución que ya no tiene quien la defienda, porque hasta su propia gente la decepcionó y le robó sus sueños y esperanzas.

Presidente Maduro deslástrese de compromisos y lealtades que tanto daño le hacen al país; reflexione en su intimidad y pregúntese si efectivamente usted cree en todas las mentiras y engaños que nos dice en sus inútiles e interminables cadenas; por favor, piense si usted y su familia, si no estuvieran en el poder, pudieran vivir en este calvario que la revolución nos heredó. Hágase a un lado y permita que millones de venezolanos, muchísimos más de los ilusos, ingenuos o enchufados que apoyan el régimen, tengamos la oportunidad de construir un país en el que inclusive vivan mejor los que todavía creen en esta revolución.

Por respeto a los venezolanos, por dignidad hacia usted mismo, por un mínimo de responsabilidad, sensatez y sentido común, hágalo presidente Maduro. Renuncie, póngase a un lado, ahórrenos más tragedias de las que la incompetencia y locura de este régimen nos ha ocasionado. Déjenos vivir en paz y permítanos a los venezolanos trabajar en unidad y en concordia para liberar a Venezuela de la miseria, la oscuridad y la ruina que produjo la revolución. ¡Hágalo por respeto a los venezolanos!

                   Profesor Titular de LUZ

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