miércoles, 17 de septiembre de 2014


Confesiones de una camarada

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Aunque a veces sintamos que con el pasar de los días el régimen se atornilla más, la verdad es que está perdiendo la batalla; el apoyo popular se debilita y, en el corazón de los chavistas, crece el desconcierto, la desesperanza y un sinsabor que difícilmente puede esconderse. Los amigos oficialistas empiezan a entender que con esta revolución no tienen presente y mucho menos futuro. El cansancio producto de la incapacidad, la corrupción, las mentiras y el engaño del régimen empiezan a generar un sentimiento de frustración y desencanto entre el pueblo chavista que, no tengo dudas, será una de las principales razones para el final de esta pesadilla, porque la fe y la esperanza en la que se apoyó la revolución, Maduro se ha encargado de hacerla añicos en apenas año y medio de gobierno.

Estas reflexiones las planteó porque he tenido la oportunidad de conversar con muchos oficialistas. El fanatismo de otrora se desgastó; la contundencia para defender la revolución es apenas un alarido lleno de dolor y amargura. A Maduro le está pasando lo que dice la canción popularizada por la española Rocío Jurado: “se les rompió el amor de tanto usarlo”. Ese amor convertido en huracán y frenesí, es apenas una ligera brisa que ni moja ni empapa.

La camarada con la que hablé unos días atrás, digna representante del pueblo chavista, no cree ya ni en el sabotaje de la oposición ni mucho menos en la guerra económica; responsabiliza directamente del caos y de este desmadre a Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y otros conspicuos dirigentes del régimen; me decía que su comandante jamás pudo imaginar lo que el sucesor sería capaz de hacerle a “los hijos de la revolución”. Está hastiada de tanta corrupción y del estado de destrucción en el que han convertido a Venezuela. Las misiones perdieron su esencia porque, en opinión de la camarada, han convertido a los pobres en mendigos que perdieron el interés por el trabajo productivo; prefieren quedarse en sus casas en espera de la miseria que les daba el gobierno, porque hasta eso se está escaso. Está convencida que la revolución madurista es una fábrica que sólo produce colas, escasez, más pobreza, atraso e inseguridad.

Me cuenta la camarada que entre su gente, la palabra de Maduro es tan falsa como una escalera de anime. Nada cuanto dice lo cumple. Sus salarios no alcanzan, apenas sobreviven en una economía enferma con una inflación como nunca antes la habíamos sentido; no hay comida, no hay medicinas, no hay trabajo, no hay seguridad; están padeciendo exactamente igual que los venezolanos que nos oponemos a este gobierno incapaz. En tono jocoso, como el que todavía nos caracteriza, me dijo: todo se acabó, “hasta el queso que había en la mesa, Maduro se lo comió”.

Frente a un panorama tan desolador, con la fe y la esperanza perdidas en una revolución que les prometió la construcción del “hombre nuevo” camino a la “felicidad suprema”, le pregunto a la camarada, ¿por qué no apoyas entonces a la oposición? La respuesta fue categórica: no puedo apoyar a alguien que no me ha convencido que con su gobierno vamos a vivir mejor. Me dice, que le cuesta creer a una oposición que está dividida, que pelean entre ellos y que pareciera que sólo les importa el poder y no los venezolanos, quieren hacer un gobierno igual o peor que el de Maduro.

He allí el más importante reto de la oposición democrática venezolana, conquistar los sectores populares convenciéndolos que su propuesta de cambio traerá libertad, progreso y justicia para todos; un modelo que destierre por siempre la exclusión y la política como mecanismo de intimidación, negación y secuestro del valor de la ciudadanía plena. Si la oposición no entiende que allí hay millones de venezolanos defraudados por este régimen de pacotilla, millones que están esperando ser escuchados, atendidos y convocados para luchar unidos por una Venezuela donde quepamos todos, entonces no están interpretando correctamente la realidad actual del país, y difícilmente podrán ser percibidos como una verdadera opción de poder. Esos venezolanos, que ayer defendían con pasión la revolución, están esperando una voz auténtica y sincera que no sólo les diga que las cosas están mal, sino que les diga cómo hacer para que la situación cambie y podamos superar el fracaso de un gobierno que nos lleva a todos al despeñadero. Eso es lo que está esperando la camarada Asmiria, junto a millones de chavistas defraudados y engañados, para dar el salto definitivo y celebrar con todos los venezolanos el amanecer de un nuevo día en esta patria tan maltratada y engañada por unos traidores corruptos.
Profesor Titular de LUZ

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