Confesiones de una camarada
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Aunque a veces sintamos que con el pasar de los días el
régimen se atornilla más, la verdad es que está perdiendo la batalla; el apoyo
popular se debilita y, en el corazón de los chavistas, crece el desconcierto,
la desesperanza y un sinsabor que difícilmente puede esconderse. Los amigos
oficialistas empiezan a entender que con esta revolución no tienen presente y
mucho menos futuro. El cansancio producto de la incapacidad, la corrupción, las
mentiras y el engaño del régimen empiezan a generar un sentimiento de
frustración y desencanto entre el pueblo chavista que, no tengo dudas, será una
de las principales razones para el final de esta pesadilla, porque la fe y la
esperanza en la que se apoyó la revolución, Maduro se ha encargado de hacerla
añicos en apenas año y medio de gobierno.
Estas reflexiones las planteó porque he tenido la
oportunidad de conversar con muchos oficialistas. El fanatismo de otrora se
desgastó; la contundencia para defender la revolución es apenas un alarido
lleno de dolor y amargura. A Maduro le está pasando lo que dice la canción
popularizada por la española Rocío Jurado: “se les rompió el amor de tanto
usarlo”. Ese amor convertido en huracán y frenesí, es apenas una ligera brisa que
ni moja ni empapa.
La camarada con la que hablé unos días atrás, digna
representante del pueblo chavista, no cree ya ni en el sabotaje de la oposición
ni mucho menos en la guerra económica; responsabiliza directamente del caos y
de este desmadre a Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y otros conspicuos
dirigentes del régimen; me decía que su comandante jamás pudo imaginar lo que
el sucesor sería capaz de hacerle a “los hijos de la revolución”. Está hastiada
de tanta corrupción y del estado de destrucción en el que han convertido a Venezuela.
Las misiones perdieron su esencia porque, en opinión de la camarada, han
convertido a los pobres en mendigos que perdieron el interés por el trabajo
productivo; prefieren quedarse en sus casas en espera de la miseria que les
daba el gobierno, porque hasta eso se está escaso. Está convencida que la
revolución madurista es una fábrica que sólo produce colas, escasez, más pobreza,
atraso e inseguridad.
Me cuenta la camarada que entre su gente, la palabra
de Maduro es tan falsa como una escalera de anime. Nada cuanto dice lo cumple.
Sus salarios no alcanzan, apenas sobreviven en una economía enferma con una
inflación como nunca antes la habíamos sentido; no hay comida, no hay medicinas,
no hay trabajo, no hay seguridad; están padeciendo exactamente igual que los venezolanos
que nos oponemos a este gobierno incapaz. En tono jocoso, como el que todavía
nos caracteriza, me dijo: todo se acabó, “hasta el queso que había en la mesa,
Maduro se lo comió”.
Frente a un panorama tan desolador, con la fe y la
esperanza perdidas en una revolución que les prometió la construcción del
“hombre nuevo” camino a la “felicidad suprema”, le pregunto a la camarada, ¿por
qué no apoyas entonces a la oposición? La respuesta fue categórica: no puedo
apoyar a alguien que no me ha convencido que con su gobierno vamos a vivir
mejor. Me dice, que le cuesta creer a una oposición que está dividida, que
pelean entre ellos y que pareciera que sólo les importa el poder y no los
venezolanos, quieren hacer un gobierno igual o peor que el de Maduro.
He allí el más importante reto de la oposición democrática
venezolana, conquistar los sectores populares convenciéndolos que su propuesta
de cambio traerá libertad, progreso y justicia para todos; un modelo que
destierre por siempre la exclusión y la política como mecanismo de intimidación,
negación y secuestro del valor de la ciudadanía plena. Si la oposición no
entiende que allí hay millones de venezolanos defraudados por este régimen de
pacotilla, millones que están esperando ser escuchados, atendidos y convocados
para luchar unidos por una Venezuela donde quepamos todos, entonces no están interpretando
correctamente la realidad actual del país, y difícilmente podrán ser percibidos
como una verdadera opción de poder. Esos venezolanos, que ayer defendían con
pasión la revolución, están esperando una voz auténtica y sincera que no sólo
les diga que las cosas están mal, sino que les diga cómo hacer para que la
situación cambie y podamos superar el fracaso de un gobierno que nos lleva a
todos al despeñadero. Eso es lo que está esperando la camarada Asmiria, junto a
millones de chavistas defraudados y engañados, para dar el salto definitivo y
celebrar con todos los venezolanos el amanecer de un nuevo día en esta patria
tan maltratada y engañada por unos traidores corruptos.
Profesor Titular de LUZ
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