Juventud sin futuro
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En Venezuela, aproximadamente, cuatro de cada diez
habitantes tienen una edad comprendida entre 18 y 30 años, lo que nos convierte
en un país integrado mayoritariamente por jóvenes. En tal sentido, las
principales demandas del segmento juvenil deben ser, en primer lugar, una
educación de calidad que proporcione una sólida formación profesional; y, la
segunda, un mercado laboral que ofrezca empleos productivos en los que los
jóvenes puedan aplicar sus conocimientos y habilidades y reciban, en
contraprestación, salarios dignos y justos que eleven su calidad de vida.
En Venezuela la realidad es una muy diferente. La
situación que deben enfrentar nuestros jóvenes es sencillamente dramática. A
corto plazo, no tienen una alternativa que les permita construir un futuro
promisorio. Todo pareciera estar en su contra. De acuerdo a estudios realizados
por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, el 53.9%
de los jóvenes venezolanos devengan un sueldo igual a un salario mínimo (Bs.
5.601,78 mensual incluyendo el bono alimenticio), en una economía con una
inflación del 101%, registrada en los primeros 16 meses de la gestión de
Nicolás Maduro, y una tasa de empleos informales del 47.1%. A ello hay que
agregarle que, en el 2009, sólo el 44% de la población mayor de 15 años,
culminó el bachillerato y otros estudios de mayor nivel. Ni educación de
calidad, ni empleos productivos para jóvenes que sienten que, en su propio
país, la situación imperante no les permite cumplir con sus metas profesionales,
ni mucho menos vivir decentemente.
Nuestros jóvenes enfrentan dificultades tan serias que
sólo podrán ser superadas con el esfuerzo de todos, dentro de un nuevo modelo
de gobierno absolutamente democrático, que se plantee como prioridad una
educación de calidad que promueva valores ciudadanos y nos acerque a la
sociedad del conocimiento; un gobierno que se constituya en el principal
promotor de una economía abierta donde se respete la iniciativa y la propiedad
privada, comprometiéndose con la implementación de reglas claras del juego que
fomenten el advenimiento de las inversiones nacionales y extranjeras. En
definitiva, un gobierno en el que jóvenes responsables y talentosos sean sus
mejores aliados para alcanzar el progreso que todos nos merecemos.
Mientras perdure esta perversa pesadilla, nuestros
jóvenes continuarán deambulando en búsqueda de mejores condiciones que nunca
llegarán y, muchos de ellos, cifran sus esperanzas en las oportunidades que les
ofrezcan otros países donde se valore más sus experiencias y conocimientos. Esa
pérdida progresiva de talentos venezolanos retrasa las posibilidades de
convertirnos, en el mediano plazo, en un país emergente, como es el caso de
Chile, Perú, Brasil y de nuestra hermana Colombia.
Resulta sencillo juzgar a los jóvenes que proclaman
abiertamente su decisión de abandonar el país en búsqueda de un futuro más
promisorio, aunque ello signifique separarse de sus familias y amigos, y
guardar en sus mentes aquellos recuerdos que los acompañarán a lo largo de sus
vidas. Creo que para ellos no resulta fácil tomar esa decisión porque quien, en
su sano juicio, quiera desligarse de afectos tan profundo; sólo circunstancias
difíciles los obligan a convertirse en emigrantes. Si, por el contrario,
deciden quedarse en el país, tendrán que correr con el riesgo de perder sus
vidas por un celular, por una prenda, o por cualquier cosa que se les antoje a
los delincuentes que crecen como la hierba mala. Jamás podrán adquirir una
vivienda para formalizar una relación de pareja y formar una familia como Dios
manda, ¿con qué compran una casa o apartamento por sencillo que sea, si sus
precios son astronómicos? Seguramente no les alcanzará el sueldo para comprar
un vehículo aunque sea usado; no podrán ahorrar porque lo poco que ganan deben
gastarlo en comida y en otros gastos personales. Pocos tienen el privilegio de
tener un empleo de calidad, máxime cuando el gobierno se está convirtiendo en
el principal oferente de empleos mediocres, mal pagados y donde se les
secuestra su libertad para convertirlos en serviles de la ideología dominante.
Si de verdad nos preocupa el futuro de nuestros
jóvenes, vamos a ocuparnos de luchar unidos para construir el cambio que nos
ofrezca un mejor país, en el que los jóvenes se constituyan en los verdaderos
protagonistas del presente y del futuro, porque su principal motivación será quedarse
para trabajar por una Venezuela que garantiza los éxitos y triunfos que con
justo derecho se merecen.
Profesor Titular de LUZ
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