martes, 1 de septiembre de 2015


Escasez de inteligencia

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Son días muy difíciles los que estamos viviendo los venezolanos. Tiempos donde el diálogo, la racionalidad y el entendimiento deberían ser el camino para resolver los graves problemas que nos afligen. Un gobierno responsable y con visión de estadista, privilegiaría esta opción y se esforzaría por defender los intereses del país, antes que los de un grupo o una parcialidad política. Pero lamentablemente, en Venezuela no sólo escasean los alimentos, las medicinas, la seguridad, los servicios públicos de calidad sino que, lo que es peor, el gobierno de Nicolás Maduro sufre de una terrible escasez de inteligencia.

Un gobierno insensato y aferrado a un modelo ideológico comprobadamente fracasado, es incapaz de asumir sus propias responsabilidades y ver con claridad las verdaderas causas de la crisis. Se empeña obstinadamente en buscar enemigos que sólo existen en su retorcida imaginación para tratar de justificar su mediocridad e incapacidad para gobernar la nación.

La última decisión del régimen fue la declaración del Estado de Excepción en varios municipios fronterizos del estado Táchira –probablemente se implante también en el Zulia-, con el pretexto de “poner orden” en la frontera colombo-venezolana y acabar con el contrabando y el paramilitarismo. El cierre de la frontera no resuelve el problema, porque una vez más el régimen se equivocó en el diagnóstico de la situación. La escasez y la inseguridad seguirán incrementándose, porque las verdaderas causas del problema no son asumidas ni reconocidas por el régimen. No tienen interés en rectificar y corregir los errores que estamos pagando con sangre, sudor y lágrimas.

En vez de ejecutar una política de Estado para resguardar las fronteras del país, acompañada de militares probos con autoridad legal y moral para impedir el contrabando, el régimen es complaciente y cómplice de esas mafias que desangran el país. En vez de apoyar y asistir a los nacionales que residen en las comunidades fronterizas, se les somete al más cruento olvido facilitando acciones delictivas o tentaciones por la riqueza fácil y sucia, proveniente del contrabando y el narcotráfico. En vez de haber ejecutado una diplomacia efectiva y responsable con Colombia, basada en el respeto y la cooperación mutua, con absoluta transparencia en el manejo de los asuntos que le atañen a ambas naciones, el régimen ha basado su política exterior en la promoción de su ideología, y no en la defensa de los intereses nacionales, incurriendo en una interminable lista de errores en las que la diplomacia del micrófono, las relaciones de odio-amor, los mejores nuevos amigos, el fantasma de Uribe, etc., son los que han orientado el desempeño internacional del régimen hacia Colombia.

Al no tener responsabilidad, transparencia y compromiso con el país, se habla y se culpa al paramilitarismo de la inseguridad en Venezuela, pero se le da beligerancia a la guerrilla de las FARC, convertidas en mafias que asesinan, secuestran, cobran vacunas y se lucran con el narcotráfico, cada vez con mayor presencia e influencia en el territorio nacional. Así, la visión del problema es incompleta e interesada porque se defiende a unos y se culpa a otros, cuando ambos grupos son peligrosos delincuentes y forajidos a los que tanto Colombia como Venezuela deben combatir sin que les tiemble el pulso.

El otro asunto del problema es la economía venezolana. El régimen destruyó la producción nacional, empoderando una política de expropiaciones, intervenciones y criminalización de la empresa privada, a costa de importaciones a granel que enriquecieron a productores y empresarios extranjeros, aunado a una economía artificial, basada en controles y regulaciones que impiden el normal  crecimiento y la salud de nuestra economía. Tales causas desataron la inflación más alta del planeta –tres dígitos-; una escasez calculada en más del 70%; un endeudamiento abismal en momentos en que el país obtuvo los mayores ingresos petroleros; la devaluación del bolívar que propicia un intercambio comercial favorable a Colombia, con el agravante que gran parte del intercambio se produce a través de mecanismos ilegales como el contrabando o el bachaqueo.

No podemos dejar de mencionar lo referente a las deportaciones de hermanos colombianos. Han pagado justo por pecadores, porque los verdaderos culpables siguen haciendo sus tropelías en la frontera sin que nadie los detenga. Las deportaciones han traído consigo violaciones a los derechos humanos, corroborando la imagen nefasta que el régimen se ha ganado ante los ojos del mundo. Nicolás Maduro ha dicho que “Colombia se ha convertido en un país exportador de pobres”, a los que la magnanimidad revolucionaria les ha tendido la mano. Hipócritas!!! Este régimen jamás ha practicado la caridad, desde una perspectiva cristiana, porque su interés particular es más importante que la solidaridad. Le tendieron la mano a cambio del apoyo al proceso traducido en votos. Fueron complacientes y solidarios con los colombianos porque sus votos eran muy importantes para mantener la revolución. Resultaba más fácil que un colombiano tuviese cédula venezolana que pelar una mandarina. Engrosaron las listas de beneficiarios de todas las misiones, incluyendo miles de viviendas de la Gran Misión Vivienda Venezuela, haciendo realidad el adagio de “claridad de la calle y oscuridad de la casa”. Pero ahora resulta que, en opinión del sucesor, la revolución ha impedido una crisis humanitaria en Colombia. Cinismo puro!

Este régimen no da puntada sin dedal. Su irresponsabilidad y ceguera ideológica nos están llevando a límites inimaginables. Lanzan trapos rojos, acusaciones e insultos con el propósito de esconder lo que es del conocimiento público, la popularidad del sucesor y la valoración de su gestión van palo abajo. Cada día son más los venezolanos que responsabilizamos directamente a Maduro y a su equipo del desmadre que vivimos; la guerra económica, el paramilitarismo, la ultraderecha, el imperio, Uribe y otras tantas sandeces forman parte de un guión decadente y aburrido que ya nadie cree. Por eso, la falta de inteligencia de este régimen se combate con el cambio que empezaremos a construir a partir del 6 de diciembre. Es hora que le retiremos el apoyo y la confianza a quienes destruyeron nuestro presente y futuro. Yo estoy seguro que sí se puede. Vamos a vencerlos con inteligencia, esperanza, fortaleza, unidad y amor por Venezuela.

                     Profesor Titular de LUZ

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