El
privilegio militar
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
En las sociedades modernas y
democráticas, el poder está en manos de los civiles y los militares desempeñan
funciones de seguridad nacional. En pocas palabras, los civiles en el gobierno
y los militares en los cuarteles, de manera que cada sector cumpla lo más eficientemente
posible las atribuciones establecidas por la Constitución.
En América Latina, la
tentación de los militares para tomar el poder o formar parte del gobierno ha
sido muy frecuente, con resultados más negativos que positivos. Venezuela no ha
sido la excepción. Los militares han jugado un papel estelar en los
acontecimientos políticos de la nación, tanto en dictaduras como en la
democracia. Los militares se han inmiscuido en la política mucho más de lo que
quisiéramos, llegando a creer que son ellos los únicos garantes de la
estabilidad democrática. Otras veces, es el pueblo quien les ha endosado
virtudes mágicas para resolver el caos y las tragedias de la sociedad, percibiéndolos
como una suerte de salvadores de la patria. Hace 17 años elegimos un militar
salvador que terminó destruyendo los cimientos del país, colocándonos en una
situación de minusvalía y pobreza como nunca antes la habíamos experimentado.
Mientras más dependamos de
los militares para preservar la institucionalidad, mayor será el déficit democrático
y más lejos el verdadero concepto de República. La presencia de los militares
en el gobierno es contraria a los valores democráticos, tales como la
pluralidad de ideas, la disidencia, las negociaciones y los acuerdos, aspectos inexistentes
en la mentalidad cerrada, disciplinada, obediente y autoritaria de los
militares, prestos para la resolución de los conflictos a través del uso de las
armas y la violencia.
Normalmente, los golpes de
estado han representado la vía más expedita para que los militares tomen el
poder, con la pretensión de eternizarse mediante el control absoluto de la
sociedad. Pero en ocasiones, como es el caso venezolano, un militar llegó al
poder a través de elecciones libres y democráticas, para comportarse después
exactamente igual que un dictador, pero levantando postulados de una revolución barnizada por una
izquierda troglodita y autoritaria. Con Chávez, los militares se convirtieron
en un clan que disfrutó de los mayores privilegios y prebendas, a cambio de la
absoluta y servil lealtad al comandante supremo. Se inició así un proceso de pretorianizacion
de las fuerzas armadas, evidenciada en la defensa ardorosa y parcialización
inescrupulosa del proyecto chavista, en desmedro de la institucionalidad que
están obligados respetar por mandato constitucional.
Con Maduro, la participación
de los militares en el gobierno se ha acrecentado; siguen siendo la cúpula del
poder dentro de la revolución pero con una significativa diferencia, ahora es
el presidente quien les debe lealtad a los militares como condición para
continuar en el poder, a falta de apoyo y legitimidad popular. Nicolás Maduro
es un preso del poder militar y de los radicales de la revolución. Sin el apoyo
de los primeros su permanencia en el poder no está garantizada.
A cambio del apoyo
utilitario de los militares, Maduro los ha convertido en un apéndice de su
gobierno, otorgándole atribuciones que ni siquiera Chávez hubiese imaginado. Son
los encargados del control, distribución y comercialización de alimentos
regulados y no regulados; dirigen el sector eléctrico y las finanzas públicas;
construyen viviendas; son gobernadores de la mayoría de los estados de la
República; administran gran parte de las empresas intervenidas y, ahora, como
si fuera poco, el régimen acaba de crear una empresa de petróleo y minería,
adscrita al Ministerio de la Defensa, con competencias para extraer, distribuir
y comercializar hidrocarburos y minerales. Resulta que los militares
venezolanos también son petroleros, dejando muy mal parada a la arruinada y
saqueada PDVSA.
Pero los militares
venezolanos son también productores agropecuarios, al encargarlos de un nuevo
programa referente a la agricultura productiva. Definitivamente, nuestros
militares están en todas las dependencias del gobierno, menos en aquellas áreas
donde le corresponde actuar, como son las fronteras castigando el contrabando
de alimentos y combustibles, el narcotráfico y otros delitos que se han
enquistado en el país bajo su mirada cómplice. No los vemos en los pueblos ni
en las ciudades combatiendo el cáncer de la inseguridad que produce, cada fin
de semana, más muertes que en cualquier nación enfrentada por guerras civiles.
Necesitamos un cambio de
rumbo; cambiar este modelo político incapaz, corrupto e inmoral representado en
la figura de Nicolás Maduro y sus acólitos; pero también necesitamos con
urgencia refundar la República, donde los militares asuman plenamente las
atribuciones que le otorga la Carta Magna y, de esa manera, se restituya la
institucionalidad democrática en manos exclusivas de los civiles. Cada quien
donde debe estar, sin la usurpación de funciones que tanto daño nos ha hecho
como sociedad. Estamos hartos de oír esa predica falsa y hueca que los
militares representan las mejores capacidades y talentos del país. Sus últimas
actuaciones han dejado mucho que desear, quedando en evidencia la grosera
obsesión de una cúpula para enriquecerse a costa de la miseria de millones de
venezolanos.
Mucho cuidado con los
atajos; cuidado con salidas violentas que resulten peor que la enfermedad que
padecemos, colocando en Miraflores a otro militar, que sabemos cuando llegó al
poder pero desconoceríamos cuando podría abandonarlo. Es hora de los políticos,
es el momento de los ciudadanos, es la oportunidad de civiles absolutamente
demócratas y republicanos para asumir las riendas de un país que se perdió en
manos de un militar, que jugó a ser político y terminó como un autócrata más de
los tantos que tuvimos en los siglos XIX y XX.
Los civiles al poder, los
militares a los cuarteles, los empresarios a sus empresas, los productores
agropecuarios a los campos, los maestros a las escuelas y universidades, y los
buenos ciudadanos como garantes de buenos gobiernos y de la libertad y la
justicia que sólo en democracia podemos disfrutar.
Profesor Titular de LUZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario